127 oraciones de ejemplo con mismo hombre

Fué á seguirlo el estanciero, y tropezó con el mismo hombre que había contenido á Watson.

Por ejemplo, un hombre que es jóven no puede ser viejo á un mismo tiempo; pero este mismo hombre puede muy bien ser jóven en un tiempo y ser viejo ó no ser jóven en otro; es así que el principio de contradiccion, como principio puramente lógico, no debe restringir su significado á relaciones de tiempo; luego esta fórmula es del todo contraria al objeto del principio mismo.

Más aún: ¿se atrevería a concederle la suya el mismo hombre que la había robado, si llegaba a advertir que el caudal de la fugitiva estaba expuesto a deshacerse como la nieve al sol?

Pero en la soledad, y cuando su ingenio no era provocado, ¿sería también el mismo hombre humorista, o un contemplativo profundamente serio y sincero, en diálogo continuo consigo mismo y con los seres que le bullían en la imaginación y esperaban que él les infundiera el soplo de vida?

Y no me anden con gramáticas, que si yo di mi palabra, fué porque la di, y si no salgo es porque [10] no quiero salir, y si quiero que haya partidas las habrá, y si no quiero, no; porque yo soy quien soy, el mismo hombre de siempre, bien lo saben todos....

No era ya el mismo hombre.

Retiráronse las de Rubín a su domicilio, teniendo ambas señoras la satisfacción de ver a Maxi tan mejorado de los desórdenes cerebrales de aquella mañana, que no parecía el mismo hombre.

Al principio no dijo nada, esperando dar la sorpresa de sopetón; pero sus amigos conocieron que no era el mismo hombre.

La cabeza está unida con el hombre, y no puede decirse: «el hombre es su cabeza;» la sensibilidad está unida con la razon en el mismo hombre; y no puede decirse: «la sensibilidad es la razon;» la blancura está unida con la pared, y no puede decirse: «la pared es la blancura.

En el mismo hombre suelen ir unidos un corazón pequeño y un talento grande.

Ya no vería en su marido al mismo hombre de antes: el cadáver del hijo se interponía entre los dos.

en este mundo, excepto él, sabía que Silas era el mismo hombre que habiendo amado antes a su prójimo con tierno afecto había tenido confianza en una bondad invisible.

Mientras sentía irritarse más sus celos y sangraba dolorosamente su corazón a tan odioso recuerdo, oyó muy cerca los precipitados pasos y la voz de aquel mismo hombre a quien de tal modo aborrecía.

Los ojos femeniles iban a descubrir inesperadas atracciones en el mismo hombre contemplado con aversión o indiferencia durante los primeros días del viaje.

Fortalecido por tales propósitos, siguió escribiendo con más soltura e ingenuidad, como si fuese el mismo hombre de diez días antes y esta carta igual a la que había enviado desde Tenerife.

De un día a otro y durante un tiempo no breve, nadie reconocía en él al mismo hombre y, abandonó las compañías indignas, luego de los entretenimientos viles; por una reacción que no se había podido prever, no vivió sino de sueños, de puras contemplaciones, en adoración muda y discreta; a todo eso no lo animaba otro propósito que el de hacerse digno de ser amado por medio de una vida ejemplar.

El escultor copia una figura de hombre; es el mismo hombre con las proporciones armoniosas de sus miembros, la ondulante flexibilidad de sus miembros, la elasticidad animada de sus carnes casi vivas a la vista: el escultor no ha hecho más que una academia.

Ahora que con mejor luz podía ver bien sus facciones, no vacilé en confirmar mi anterior sospecha: era el mismo hombre que un año antes había conocido en la mesa de Burton Blair, en su mansión de la plaza Grosvenor.

¿Sería posible que este monje, de cara bronceada por el sol, fuera el mismo hombre que tenía alquilado ese pequeño departamento en Florencia, y cuyas apariciones eran tan misteriosas y subrepticias?

Es el mismo hombre; no hay duda ninguna sobre eso.

Era el mismo hombre cínico y displicente.

Hullin, muy alegre, no era ya el mismo hombre; sus instintos de soldado, los recuerdos del vivaque, de las marchas, de las descargas, de las batallas, volvían a su espíritu a paso de carga; brillábale la mirada, el corazón le latía con más violencia y ya iban y venían en su cabeza ideas de defensa, de atrincheramiento, de lucha a muerte.

Este mismo hombre, tan apasionado e impaciente, renunciaba a todas sus esperanzas y venía a despedirse de su prometida.

Los que esperan que el mismo hombre ha de ser primero el azote de su pueblo y el reparador de sus males después, el destructor de las instituciones que traen la sanción de la humanidad civilizada y el organizador de la sociedad, conocen muy poco la Historia.

Y, sin embargo, doña Juana le amaba con toda su alma; desde el momento en que le vió guardó su recuerdo, reposó en él, acabó en fin, por enamorarse; pero pura, y digna, y acostumbrada á las rígidas prácticas del convento, guardó su amor dentro de su alma, le combatió, le dominó si no le venció, y ni el mismo hombre amado pudo apercibirse de él, ni aun el confesor tuvo noticia alguna.

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