50 colocaciones para paje

Lleva el pelo cortado como una melena de paje, lo mismo que las cupletistas...

La cabeza era lo más hermoso: una cabeza de paje, con transparencias de porcelana, sonrosadas naricillas de perro juguetón, húmedos ojos azules y una cabellera rubia, de oro blanquecino en la superficie y oro obscuro en sus profundidades.

A nadie se le ocurrió que entre la muerte del paje y la desaparición de la familia y el robo del cocinero mayor, podía haber una relación íntima.

» (a) Como veremos en seguida, no tenía diez y siete, sino veintiún años, cuando dejó su plaza de paje.

hacia el oficio de paje........

La dama elegante, de gesto altivo e irónico, tomaba en la intimidad un aspecto de paje.

Su atavío de paje de los Reyes Católicos le sentaba muy bien.

A un extremo del mercadillo, cerca del Repeso, los panaderos con sus mesas atestadas de libretas blancas y morenas, prolongadas unas, como barcos, y redondas y con festones otras, como bonetes de paje; y un poco más allá, los «tíos» de Elche mostrando sus enormes sombreros tras la celosía formada por los racimos de dátiles de un amarillo rabioso.

Y, dejando la ropa que lavaba a otra compañera, sin tocarse ni calzarse, que estaba en piernas y desgreñada, saltó delante de la cabalgadura del paje, y dijo: Venga vuesa merced, que a la entrada del pueblo está nuestra casa, y mi madre en ella, con harta pena por no haber sabido muchos días ha de mi señor padre.

Era aficionadísimo al baile, gran bailador de minué, que aprendió en las suntuosas fiestas de sus amos, pues en su calidad de paje, que fue su empleo primitivo, siempre estaba en contacto con ellos; y allí conoció a la después Condesa de Merlín, a varios Capitanes Generales, al primer conde de Barreto y a otras notabilidades de Cuba, de España y del extranjero, por ejemplo, a Luis Felipe de Orleans, después rey de los franceses.

Segundito, un sobrino de Ginés, estudiante de cura, serviría al canónigo de paje para llevar cartas y hacer los recados.

En Maltasegún dicen los cronistasdesempeñó el cargo de paje del Gran Maestre.

Y la yanqui parece una niña con ese casquete gracioso de paje veneciano.

TERCERA PARTE I Ramiro pasó las dos primeras semanas vagando al azar por las callejas y plazas de Toledo, sin compaña, sin paje, sin amor, solitario en el tumulto.

¿Pero estáis seguro de que es verdad, don Francisco? Verdad; vuestra esposa Luisa de Robles es querida del sargento mayor don Juan de Guzmán, y aun sospecho que lo que lleva en la Luisa, sea cosa de ese mayor sargento, como no me cabe duda de que Inesita, á la que llamáis vuestra hija, es cosa, cosa indudable, de un paje talludo.

Nadie lo diría, con su cuerpecillo de paje, sus corteses maneras y su suave voz; pero ¡por mi espada! desde que nos embarcamos en Orvel hasta el sitio de París, y de esto hace ya casi veinte años, no hubo caballero inglés que diera mejor ejemplo, ni escaramuza, emboscada, asalto ó salida en que él no figurase en primera línea.

Aquí está la declaración de un paje de vuecencia llamado Gonzalo Pereda, por la que consta, que el cocinero mayor del rey le mandó servir de cenar en la misma casa de vuecencia á un su sobrino, á quien llamó Juan Montiño.

Besaba galantemente las manos de la enferma y la servía con la devoción de un viejo paje o de un trovador retirado.

Él había ido a la ciudad de ***, a la edad de quince años, como medio paje, medio criado del obispo anterior al que entonces gobernaba aquella iglesia.

No... el veneno sólo queda ahí... y en las entrañas del paje muerto... Pero, según he oído, se han llevado el paje á la parroquia sin que nadie sospeche; cuando le hayan enterrado....

Había estofa para un paje, Ramiro preguntole: Muchacho: ¿buscas amo? Los ojos le rebrillaron y, quitándose la gorra, adelantose paso a paso, con el encogimiento ondulante y lloroso de los perros sin dueño.

¡Ah!exclamó Quevedo con una expresión terrible por su horror¡un paje!... ¡un plato!... ¡el pañuelo!...

Y volviendo á nuestra plática, unas veces le daban á entender las cosas tocantes á nuestra santa fe, y se lo decia el fraile con el paje Orteguilla, que parece que le entraban ya algunas buenas razones en el corazon, pues las escuchaba con atencion mejor que al principio.

Cuando Carlos V vino á encerrarse en el Monasterio de Yuste (dice un historiador) érale presentado muchas veces su hijo en calidad de paje de Luis Quijada, gozando mucho en ver la gentileza que ya mostraba, aun no entrado en la pubertad.

De mal talante y poco a poco llegó a subir Sancho, y, acomodándose lo mejor que pudo en las ancas, las halló algo duras y no nada blandas, y pidió al duque que, si fuese posible, le acomodasen de algún cojín o de alguna almohada, aunque fuese del estrado de su señora la duquesa, o del lecho de algún paje, porque las ancas de aquel caballo más parecían de mármol que de leño.

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