1001 oraciones de ejemplo con pinos

La bahía, penetrando en la tierra vigorosamente, se ensancha en el, interior en una especie de círculo oblongo, y por todos lados la costa es el término de colinas notablemente bellas, pobladas de quintas, palacios, bosques artísticos de pinos y encinas, jardines espléndidos, sementeras de cereales y huertas de frutas y legumbres.

á ver el grupo encantador de las casas de alguna pequeña ciudad, dominada por las altas torres de las iglesias, católicas y protestantes, miéntras que atras oscurece la perspectiva el ancho lomo de alguna colina cubierta de negros pinos repartidos en interminables callejuelas sombrías, ó brilla á la luz momentánea del sol algun pequeño rio de graciosa configuracion.

La igualdad del terreno, que es perfectamente plano para el viajero, y la multitud de puentes secos, tunels y bosques de pinos en todo el trayecto, no permiten registrar de lejos el inmenso panorama de Lóndres.

Sólo a trechos descollaban algunos pinos, hayas y encinas.

A la derecha estaba el puerto, repleto de mástiles y amarillas chimeneas; más, allá, avanzaba en las aguas de la bahía la masa obscura de los pinos de Bellver, y sobre su cumbre erguíase el antiguo castillo, redondo como una plaza de toros, con su torre del homenaje suelta, aislada, sin otro lazo de unión que un gallardo puente.

Febrer veía saltar sobre las oquedades del gran peñón gris, sombreadas por el verde de las sabinas y los pinos marítimos, unos puntos de color, semejantes a pulgas rojas o blanquecinas, de incesante movilidad.

Los tamariscos erguían su áspera y rumorosa vegetación de pinos enanos, que parecía nutrirse de la sal disuelta en el ambiente, hundiendo sus raíces en la roca.

El fondo del horizonte estaba cerrado por montañas cubiertas de pinos con grandes calvas de tierra roja.

A los árboles frutales, el alto almendro y la chaparra higuera de amplia copa, sucedían las sabinas y los pinos retorcidos por los vientos de la costa.

Los pinos y sabinas quedaron atrás en la falda del monte.

El señor iba de caza como otras veces, pero ¡ay! tomaba el sendero de la montaña, iba hacia el bosque de pinos, en una de cuyas calvas estaba la herrería.

Más allá de las columnatas de palmeras y pinos parasoles se elevaba el golfo, como un telón azul.

Un grupo de obreros pasaba, camino del chacolín, por entre un bosquecillo de pinos.

En medio del nocturno silencio, oíase el murmullo del agua en los canales y el suspiro del aire en los pinos de la selva vecina.

Una hermosa mañana de primavera, la poetisa salió del hotel y se encaminó por un callejón hacia la franja de sombríos pinos que limitaban a Fiddletown.

Allí tomó una calle transversal que corría en ángulo recto con la calle principal de Fiddletown y que penetraba en la zona del bosque de pinos.

Constituía el final de la excursión una bonita aunque pequeña quinta recientemente blanqueada, y que se destacaba en agradable contraste sobre un grupo de pinos, algunas de cuyas primeras filas habían arrancado para dar lugar al muro que rodeaba un simétrico jardinito.

En las landas, detrás de los pinos, los simples y las hierbas un poco fuertes que huella usted, la prodigan su fragancia, no sosa y embriagadora como la que despide la peligrosa rosa, sino agradablemente amarga.

¡Un tambor en mis pinos, y a tales horas!... ¡Qué cosa más extraña!

Aunque miro, no veo a nadie... no diviso nada más que las matas de alhucema y los pinos que se precipitan cuesta abajo hasta el camino...

tocas el tambor bajo los pinos.

Y yo, tumbado sobre la hierba, enfermo de nostalgia, al oír el ruido del tambor que se aleja, creo ver desfilar entre los pinos a todo mi París... ¡Ah, París!... ¡París!...

Entre las jaras, tarajes, lentiscos y durillos, en la espesura de la fragosa sierra, a la sombra de los altos pinos y copudos alcornoques, discurren valerosos jabalíes y ligeros corzos y venados: por toda la feraz campiña abundan la liebre, el conejo, la perdiz y hasta el sison corpulento, y toda clase de palomas, desde la torcaz hasta la zurita.

Las suaves colinas vestidas de pinos que bordeaban las orillas y que nuestros viajeros iban dejando atrás una en pos de otra semejaban lomos erizados de animales monstruosos y fantásticos.

Me he detenido involuntariamente al cruzar un bosque de abetos; me he estremecido sin querer al pasar por un bosque de pinos.

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