263 Verbos a usar para la palabra actitudes

Otras veces, imaginando que podrían servir para que sospechase de su sinceridad, las atajaba de golpe y tomaba una actitud indiferente y fría.

Pero como se contestase a sus enérgicas protestas con risitas v sarcasmos, concluyó por adoptar una actitud digna v despreciativa, mascullando palabras cargadas de hiel, los labios trémulos, la mirada torva.

Pero tuvo que abandonar pronto esta actitud para ocuparse de un asunto más importante que motivaba su visita matinal.

Al verla de aquella forma, descompuesta y pálida y observar la actitud airada de Tristán, hizo alto sorprendida.

No he visto jamás actitud de hombre más varonil, más noble ni más hermosa.

Ya se había alejado el guardia, luego de hacerle unas cosquillas en el ombligo, cuando todavía guardaba su actitud de hombre temible.

No es posible que yo asuma la actitud que me indicas, sin abusar odiosamente de los inmensos beneficios que he recibido de tu padre.

Dimos un paseo bastante largo, y á la vuelta la encontramos en el mismo sitio, conservando la misma actitud, y sin dejar la extraña ocupacion de dar golpes á la punta del zapato derecho.

Así, notaba con admiracion que las culebras cambiaban de actitud, agitándose ó adormeciéndose, mirando con mansedumbre, con desconfianza ó con ira, alejándose ó acercándose, escondiéndose ó descubriéndose mas ó menos, según la diferente impresion que les producía la presencia ó la mirada, el olor, la voz ó la fisonomía de los concurrentes.

Generalmente era displicente, y hasta en las bromas más premeditadas mostraba cierta actitud desdeñosa, sincera o fingida, que le hacía más temible.

El rector Momaren también hizo un gesto igual, y hasta Gurdilo permaneció inmóvil, imitando la actitud del odiado gobierno.

La joven advirtió esta actitud, se ofendió y queriendo evitar a Juan una humillación, trató de distraer su atención preguntándole vivamente: ¡Y bien! Juan ¿cómo ha dejado usted a mi padre? Está muy nervioso.

Y como si considerase necesario explicar su actitud, añadió: Todo esto lo hago porque te quiero; y te quiero porque eres serio.

Nada replicaba a mi discurso; seguÌa caminando cabizbaja y preocupada, formando su actitud notable contraste con la que tenÌa tres horas antes al pasar por los mismos sitios.

Empezaba á encontrar algo ridícula su actitud de domador.

Para conservar en sociedad este original la prepotencia a que lo habituaron en familia, decidió buscar una actitud, un algo que lo distinguiera de los demás mortales, y a falta de otros méritos, nada encontró mejor que admirar o, más bien, según su lenguaje, espantar a sus contemporáneos, haciendo los más cínicos alardes de la más necia perversidad.

Esto lo sabía muy bien don Simón; y para mayor pesadumbre, ignoraba, a aquellas horas, la actitud en que el hidalgo se hallaba con respecto a él; pues la única carta en que había contestado a las muchas que se le escribieron desde la ciudad pidiéndole su apoyo, tanto tenía de dulce como de amarga.

Para pensar alguna vez juntos en Dios, creer, buscarlo y llorarlo... ¡Ya veis, señora, que todo esto es puramente locura! La actitud de Juana, mientras escuchaba al señor de Lerne, era encantadora; un poco inclinada hacia adelante, mirábale con sus grandes ojos admirados, cual si viese surgir ante ella una fuente de delicias, y sus labios se entreabrían como para beber en ella.

Petra le miró cara a cara y sonrió con la mayor gracia que supo y sin perder su actitud humilde.

Y el gigante, al reconocerle, volvió á su actitud tranquila.

Pilar bailó con todas sus parejas como si de cada una de ellas estuviese muy prendada; tanto brillaban sus ojos y tal expansión revelaba su actitud.

Pero alguien que estaba de espaldas parecía dominarlos con sus órdenes murmurantes, y le obedecieron al fin, bajando sus ojos para seguir en una actitud cohibida.

Aquella noche vio como de ordinario a Beatriz en el salón; pero no pudo sorprender ni en su fría actitud ni en sus ojos impasibles de esfinge el menor signo que pudiera ayudarle a descifrar el enigma que encerraba esa palabra: «Mañana.

Quizás comprendió el señor de Avrigny que su inexplicable rigor había de parecer odioso a su hija, pues deponiendo su actitud severa tendió la mano al joven, diciéndole: Amaury, no has interpretado bien mi pensamiento.

Así como Felipe II, Luis XIV, el papa León X y casi todos los grandes soberanos han tenido un ministro favorito y constante, sin el cual tal vez no hubieran desplegado su maravillosa actitud ni hubieran obtenido la hegemonía para su patria, don Andrés Rubio tenía también su ministro que, dentro del pequeño círculo donde funcionaba, era un Bismarck o un Cavour.

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