32 Verbos a usar para la palabra anatema

A pesar de la natural bondad de su alma, su religión sombría y terrible le obligaba a maldecir y a lanzar anatemas.

Si hubo culpables ¡Dios los perdone en su misericordia infinita! Ni ni yo sabemos llamar anatemas sobre las cabezas de los extraviados.

Era tan rastrero y cobarde, que, á pesar de su ira, habló para fulminar anatemas contra los que aún soñaban con la restauración del absolutismo.

Elegante y muy discreta, sabía hacer brevísimas las horas á sus fervorosos tertulios; tenía el don de salpimentar con gracia mundana y joviales conceptos el constante anatema que allí se fulminaba, y mantenía en su casa y en su mesa un delicioso confortamiento que agradaba á los patriarcas, á los poetas, á los San Agustines y á los San Ambrosios.

Hace cuarenta años que soy chantre de esta parroquia, y yo que cuando el pastor y yo denunciamos la cólera celeste el miércoles de ceniza, no se pronuncia ningún anatema contra aquellos que desean ser curados sin médico, diga lo que quiera el doctor Kimble.

La admirable entereza y resignación de virtud tan modesta le enfurecía más, como si en el heróico silencio de ella oyera terribles anatemas de su vil conducta.

Y ¿qué había hecho para merecer el anatema de perder a mi adorada en la hora misma de recibirlas?

La Iglesia le cerró sus puertas como á un relapso; entonó los salmos Penitenciales al condenado, le excomulgó á su vez, diciéndole anatemas y borrándole de los registros católicos.

Concluye exceptuando expresamente de este anatema á las representaciones honestas y devotas, que se celebran en los días festivos indicados, y en otros que no menciona[200].

, según se deduce de varias leyes de las Siete Partidas, se dividen en dos clases: decláranse infames los remedadores, bufones y juglares, que cantan en las calles por dinero ó ejercitan sus artes públicamente, exceptuándose de este anatema á los que tañen instrumentos, ó cantan para solaz de los ricos ó reyes, ó por recreo propio.

Para desear los mayores males á un enemigo, este varón cuerdo formulaba siempre el mismo anatema: «¡Permita Dios que encuentres una mujer arreglada á tu gusto!...

Y Pollion caía fulminado por los anatemas.

¿Imitarémos la conducta de los que quieren que se proscriban los toros, y fulminaremos un anatema contra Talía?

Hasta hay cuadros célebres que representan el llamado «Congreso de Salamanca», con obispos muy puestos de mitra y báculo (algo así como el coro episcopal de La Africana) que discuten geografía y gritan anatema contra el impío, apartándose de él.

¡Entonces crea el Hacedor divino Los genios que luchando se engrandecen: La primera Isabel y el gran marino Entonces en la tierra se aparecen! Les sigue en pos el mágico sistema De esos seres de paz, poder, y gloria, Á los que el mundo impone su anatema Y abre sus fastos la inmortal Historia.

Pero, así como se incurre en anatema y error por aletazo de más del lado del espíritu, no se yerra menos revolcándose en la parte material y de cándido sensualismo.

Isaías lanza el anatema contra los príncipes prevaricadores y compañeros de ladrones que no oyen a juicio al huérfano, ni llega a ellos la causa de la viuda.

Yo he intervenido en este asunto, impetrando del señor obispo que levantara anatema de tanto peso; pero nada se ha podido conseguir.

Por todo esto y otras cosas, verán ustedes cómo por muchos anatemas que caigan sobre la moda, como ellas se encuentren á su gusto, sobre sus monumentales sombreros se pondrán todavía la cúpula de San Pedro en Roma, por montera.

13 Levántate, santifica al pueblo, y di: Santificaos para mañana, porque el SEÑOR el Dios de Israel dice así: Anatema [hay] en medio de ti, Israel; no podrás estar delante de tus enemigos, hasta tanto que hayáis quitado el anatema de en medio de vosotros.

Y con el pensamiento evocaba a Salvatierra, recordando sus anatemas a la maléfica divinidad que regulaba todas las acciones y los afectos de un pueblo esclavizado por ella.

Doña Pura denegaba tímidamente lo dicho por su esposo, y éste, después que se retiró Luisito, llamado por Milagros para lavarle en la cocina boca y manos, reiteró su bárbaro, implacable y sangriento anatema contra Víctor, añadiendo que con él no iba ni á recoger monedas de cinco duros.

Un grito de satisfacción resonó de un extremo al otro de los estados esclavistas, y al cabo de tanto tiempo repugna todavía hoy leer en los periódicos de la época la expresión de esos aplausos tan imprudentes, á que respondían de la otra parte los más furiosos anatemas.

Al oír tales y tan rudos anatemas, Magdalena solía sonreír tristemente.

No obstante, como el papa Clemente IV no acababa de fulminar sus anatemas, ni se atrevía a tomar bajo su protección a aquella tan perseguida caballería, estaban los ánimos en suspenso y con la espada a medio sacar de la vaina.

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