La puerta estaba obstruida por un inmenso gentío.

Hacia el Norte, especialmente, es el gentío innumerable; bien que está algo lejos: son tierras trabajosísimas y se descubren animales fieros y extraordinarios.

Los altos señores del gobierno estaban sobre un estrado junto al camino para ver llegar al prisionero, teniendo á sus espaldas todo el vecindario de la capital, un gentío tan enorme que se perdía de vista.

Y visto desde la playa, el mismo numeroso gentío podía compararse a un avispero, y la bandera roja a un trapo de los que los chicos cuelgan de una caña a fin de pescar ranas en las ciénagas.

La misa terminó, algunas señoras se pararon, persignándose; en seguida, con un sofocado rumoreo, todo el elegante gentío se levantó también, y lentamente, formando hilera, comenzó a salir.

Las trescientas galeras salieron de la bahía, ondeando sus flámulas entre el estruendo de cañones y bombardas, saludadas por el gentío aglomerado en las murallas.

Los tendidos de sombra, y especialmente el célebre número 2, centro de muchachos alegres y bulliciosos estudiantes, presentaban un gentío espeso, con alineación apretada como la de los granos de una mazorca.

Por el camino de Lisboa, y abriéndose paso por entre el apiñado gentío, aparecieron en sendos y magníficos caballos, ricamente enjaezados, dos muy lozanos caballeros, bizarramente vestidos de gala.

Con este gentío calagurritano se mezclaban los postulantes de otra esfera, personajes y señorones que pasaban al despacho desde que llegaban.

Estaba éste retirado en su Rancho, rogando á Nuestro Señor que no se frustrase esta fundación y Reducción de todo el gentío cercano y encomendando

Las señoras van solas en plena noche á través del gentío chino, sin recibir el menor insulto; tal vez con más seguridad que en algunas ciudades europeas.

Metióse Babuco entre una muchedumbre de gentío compuesto de quanto mas puerco y mas feo en ámbos sexôs pueda hallarse, la qual entraba á toda priesa en un obscuro y tenebroso recinto.

halló un gentío inmenso muy conmovido; pero estando ya mas cerca ¡cuál seria su sorpresa al oir murmullos, reconvenciones, vituperios!

Era noche de sábado, y todos los negocios estaban, claro es, interrumpidos; pero arriba y abajo pasaba un copioso gentío.

Los músicos rompieron a tocar lo que les pareció mejor, echóse atrás el gentío curioso, y otra vez en el centro de la plaza volvieron a dar saltos las blancas alpargatas, a agitarse, rígidos, los ruedos de las faldas azules y verdes, mientras arriba ondeaban los picos de los pañuelos sobre las gruesas trenzas, o se movían como borlas rojas las flores que llevaban los atlots en las orejas.

Y mientras se comunicaban, sin conocerse casi, lo más arcano de sus almas, el gentío, desimpresionado ya, olvidando la queja de la tórtola viuda, no sospechando el anhelo del soñador de fama, del ansioso de creación, se agolpaba en torno del actor de la Comedia Francesa, escuchándole bordar y cincelar con recitación sorprendente la fabulilla salada por el buen sentido.

caía de las ventanas una lluvia de rosas sobre las doncellas; brillaban las armas, y en los momentos que callaba el gentío, destacábanse á lo lejos los sones de las liras y las flautas, acompañando con suave melodía las voces de los cantores de Homero.

La ceremonia religiosa fue hermosa y patética, acudiendo un gran gentío eclesiástico y seglar, de lo más distinguido que en una y otra esfera contiene Madrid.

La ceremonia religiosa fue hermosa y patética, acudiendo un gran gentío eclesiástico y seglar, de lo más distinguido que en una y otra esfera contiene Madrid.

Cada balcón, cada ventana, cada tribuna, era un compacto racimo de damas y caballeros; además, numeroso gentío, encaramado quién sabe por dónde, recubría las techumbres; y todo aquello hormigueaba, hervía, zumbaba con la grandiosa palpitación de una multitud embriagada de sol y confundida en la misma impaciencia.

Avancé con el gentío enloquecido en ruidosas manifestaciones de duelo, y otra vez me hallé la santa muerta.

Entraba y salía el gentío europeo al través de ella, y en el fondo brillaban luces, como estrellas rojas en un cielo negro.

Y en tanto, en el recibimiento de la casa se agolpaba un gentío fosco, siniestro, una turba preguntona y exigente, que quería hablar con el señor, ver al señor, decir dos palabritas al señor.

Miraban á todos lados como si buscasen á alguien entre el gentío hostil, y al verle, la madre y la hija mayor casi sonrieron satisfechas de no haberse equivocado.

No sin algún trabajo consiguió abrirse camino, y ya en primera fila, pudo ver lo que causaba el asombro de aquel gentío humilde.