43 Adjetivos para describir madeja

Por coquetería, y por dar tiempo a que su dueño y señor llegara, iba lo más despacio posible, levantándose a veces para distraerse en otras cosas; pues lo esencial era que al aparecer su amante aún tuviese suelta la sedosa madeja que le inspiraba tantas frases lisonjeras, dándole a ella pretexto para estar con el escote entreabierto y los brazos desnudos, puestos en alto, haciendo mil embelesadoras monadas.

El monte, entretejido de tacuapí, denunciaba tierra excelente; y aquellas inmensas madejas de bambú, tendidas en el suelo con el machete, debían de preparar magníficos rozados.

La trama de El escándalo es una madeja enredada, inverosímil é interesante.

Arrastraban las tripas por el suelo, y al pisárselas él mismo con sus patas traseras, tiraba de ellas, desarrollándolas como una madeja confusa que se desenmaraña.

Avanzaba el busto hacia el cristal para ver mejor la actividad devoradora de este estómago en forma de pirámide, que tenía en su cúspide una diminuta cabeza de loro con dos ojos feroces y en torno da la base la retorcida madeja de sus patas llenas de redondeles salientes.

Pronto habré de apencar con el tabaco rizado y hediondo de la Tabacalera; ese tabaco de aspecto repulsivo que hace pensar en clandestinas madejas capilares.

Y seguí trabajando, para desenredar por completo la madeja económica.

En estos días la arena no echa fuego, como en el verano; espejean los charcos dejados por la marea; el liquen de las rocas verdea más al sol; en los agujeros redondos formados por los mangos de cuchillo se escapan burbujas al pasar la ola; las algas negruzcas forman madejas semejantes a correas, y los fucus y las laminarias y las gelatinosas medusas brillan en el arenal.

¡No es así! ¡No es así!—la decía Marcones al ver cómo ensuciaba carillas de papel con unas cosas que parecían madejas enmarañadas de sogas viejas de esparto.

Otra, al lado opuesto de la composición y sentada de espaldas al espectador, desenreda con la mano izquierda la madeja enmarañada en una devanadera sosteniendo en la derecha el ovillo, en tanto que parece oír lo que le dice una jovencilla que se le acerca trayendo un cesto.

Y todo alrededor de la honda cavidad del disco, está todo él incrustado de entrelazadas madejas de serpientes.

Sobre la frente, alta y estrecha como las de las venus griegas, de un blanco argentino, caían los bucles de sus cabellos rubios, cuya madeja, tan espesa como dócil y brillante, le tapaba enteramente la espalda hasta más abajo de la cintura.

Había en el hogar madejas, gruesas madejas, de grises cabellos humanos arrancados de raíz.

El sol esparcía sobre ella su madeja de oro haciéndola lúcida y trasparente como una esfera de cristal.

Eran ahora madejas horizontales que surcaban el estanque con elegancia.

Tal era su dolor, que los estremecimientos, subiendo á lo largo de su espalda hasta la cabeza, erizaban sus rapados cabellos, haciéndolos crecer y enroscarse con la contracción de la angustia; hasta convertirse en horrible madeja de serpientes.

Las solteronas se enredan en una madeja inesperada.

Espoleó su caballo, y empezó a cruzar el bañado, seco en ese tiempo, pero difícil por la aspereza de la tierra que la hacienda había hollado y cubierto de infinitas madejas de camalotes resistentes como pequeños cordeles.

La trama de El escándalo es una madeja enredada, inverosímil é interesante.

Con toda franqueza, y explicándolo todo satisfactoriamente por medio de una intrincada madeja de sofismas, Reyes reconoció que los afectos naturales, puramente humanos, eran los más fuertes, los verdaderos, y que él era un místico de pega, y un romántico y un apasionado de verdad.

Pero no era ella mujer á quien se le pasasen por alto varias cosillas insignificantes en apariencia, y en realidad muy significativas y aun escamativas para una mamá avispada; cabos sueltos tras los cuales suele salir toda una madeja larga y enredadísima.

De cuando en cuando, para variar, solía comprar algún gran pleito, y con la paciencia y la tenacidad de un israelita perseguía su gestión por todas las instancias, hasta liquidar y desenredar la madeja litigiosa a fuerza de dinero y de procuradores traviesos y experimentados.

El sol esparcía sobre ella su madeja de oro haciéndola lúcida y trasparente como una esfera de cristal.

Sobre esta mancha azul la madeja luminosa del sol hacía brillar otra de plata poblada de luces trémulas y chispeantes que se extendía en línea recta hacia el Occidente.

Desconcertado y perdido en aquel mare magnum de fibras y de células, desesperé á menudo de mis modestas entendederas... ¡Caprichos de la suerte! ¡Quién me dijera entonces que, andando el tiempo, había yo de contribuir á desenmarañar un poco la madeja medular!

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