127 Adverbios para describir cómo corría

Corrieron allá los seis caciques, y encontraron al candidato haciendo los mayores esfuerzos para apearse, ayudado del jayán.

Y echaba la mar de sangre... que corría por la calle abajo, como corre el agua cuando llueve.

Lejos corre, seguida del crío, una potranca; Un carabao lustroso en un charco se estanca; En su lomo una garza hace una nota blanca.

El Tesorero ordenó al Padre Montero que avisase al Deán, y la nueva corrió rápidamente, pues a los pocos momentos acudieron varios canónigos y prebendados, quienes anunciaron que Su Eminencia en persona iría a comprobar con sus propios ojos el inexplicable y audaz atentado.

Al ver entrar al poeta laureado, corrió inmediatamente á su encuentro el gran Momaren.

Al partir de Basilea, en el extenso barrio que tiene la ciudad sobre la márgen derecha del Rin, lo primero que se ofrecia á nuestra vista era, de un lado las montañas del gran-ducado de Báden, del otro el lecho mismo del Rin, y á lo léjos las montañas francesas de las Vosgas (Vosges) corriendo paralelamente al rio, en direccion hácia Bélgica, como una especie de continuacion de la cadena del Jura.

Ya era bien entrada la noche, cuando dejamos la conversación, yendo en busca del lecho, en el que no tardé en quedarme dormido al arrullo de un riachuelo que corre cerca de la casa.

Cerró los ojos, y corriendo velozmente, pasó.

La imaginación popular corre libremente cuando se trata de los dioses que ha creado.

Con los nuevos barrancos tributarios aumenta el caudal de sus aguas, é impetuoso y alborotador, sale al fin de los desfiladeros del monte para correr más lentamente por el ancho valle dominado sólo por las redondeadas colinas.

Doña Polidora ha venido esta mañana a decirme que mi padre me llamaba, y he corrido alegremente a su despacho, pues los momentos más felices del día son los que paso a su lado.

Esta mano protectora era la mano robusta de la mujer de Calleja, la cual, desconcertada y trémula al ver desde el rincón de su tienda la actitud terriblemente agresiva de su esposo, dejó con rapidez la labor, echó en tierra al chicuelo, que en uno de sus monumentales pechos se alimentaba, y arreglándose lo mejor que pudo el mal encubierto seno, corrió á la puerta y libró al pobre Carrascosa de una muerte segura.

Y era tal su confianza en la seguridad de aquel refugio, que al perderlo, experimentó por vez primera esa sensación tristísima de las irreparables pérdidas y del vacío de la vida, sensación que en plena juventud equivale al envejecer, en plena familia equivale al quedarse solo, y marca la hora en que lo mejor de la existencia se corre hacia atrás, quedando a la espalda los horizontes que antes estaban por delante.

Se sacude la pata contra el tronco más fuerte, sin que el cazador se le ruede, porque se le corre adentro y no hace más que magullarle las manos.

Contemplando lastimosamente la noticia que corre por acá, de que en ese pueblo de Santiago han muerto los naturales á su Gobernador, y no á que español criollo

Jamás dos hombres han corrido aventura más interesante.

A su salida de los montes, el susurrante arroyo parece que vaya á salvar de un sólo salto la distancia que le separa del mar; su espuma choca contra las piedras, corre precipitadamente por las pendientes y llena las depresiones profundas de un azul insondable.

Es decir, que el Baldío y Yuste tienen un mismo horizonte y están incluídos en la misma cuenca general del terreno, por cuyo fondo corre mansamente el Tiétar, navegable en aquella región, y tan grandioso y opulento como el propio Tajo, á quien poco después rinde vasallaje.

Un viento terrible que soplaba del Sur, caliente como si saliera de un inmenso horno encendido o como si atravesara por un desierto de fuego, corrió constantemente sobre el golfo de Carpentaria, retorciendo, como si fueran débiles cañas, los árboles que crecían alrededor del islote coralífero.

Nos pondrémos de parte de España en este caso, porque cuando un hecho particular quiere absorber á otro hecho particular, no podemos menos de declararnos á favor de aquel que recibe la agresion injusta, especialmente cuando este hecho corre unido al amor y a la veneracion que nos merecen las cenizas de nuestros padres, Antes que cuestion de país, es cuestion de verdad.

Cuando los afluentes, acrecidos por la lluvia, corren abundantemente, los torrentes de la montaña llevan muy escaso caudal líquido, pero se desbordan en cambio, cuando las otras corrientes de agua están casi secas.

No será malo, si lo consigue, porque en Madrid, donde moralmente, el que no corre vuela, materialmente no se sabe andar por la calle.

Apenas sentada, levantado todo el cuerpo para disminuir aún más el peso, sin un grito, sin un gesto, corría locamente como llevada por un pájaro.

Vientos de reacción soplan por todas partes; luctuosos tiempos los que corren y más luctuosos, acaso, los que se avecinan.

Los cerdos, las ovejas, las gallinas, corrían igualmente, confundidos con gatos y perros.

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