90 Adverbios para describir cómo pudimos

¿Acaso podemos considerarnos padres siempre que afrentamos a una mujer? Quisiera, sin embargo, saber su nombre.

Ana era remilgada, endeble como un junco, y jamás podrían sus descarnadas manos, forzudas sólo en los momentos de excitación nerviosa, levantar ni una peladilla de arroyo algo grande; en cuanto a Guardiana, se creía obligada a permanecer allí, puesto que al fin el tumulto era «cosa de la Fábrica»; pero desaprobándolo, porque indudablemente, de todo aquello iban a resultar «desgracias».

Mañana puede que venga a traerme unos datos que he tomado en la biblioteca aquel muchacho que arregló los libros.

Con el aviso cierto que Roger tuvo, de que los Turcos habian acometido el reparo y defensa del cabo, y que no podian estar muy lejos, dióse prisa á desembarcar la gente

Entre des arrugas se abrió un ojo amarillento, de feroz y estúpida fijeza, un globo empañado y maligno, igual al de las serpientes, que miró hacia el cristal como si pudiese ver más allá de esta muralla de diamante.

Dinero tenía de sobra con los cinco mil duros ganados la noche antes, y la mina del tío Frasquito podía también muy fácilmente explotarse.

En esta vida terrenal, que vivimos ahora, únicamente podría yo amaros si se cumpliesen determinadas condiciones de criatura mortal que en vos tal vez no se cumplan.

Ciertamente: no podemos quejarnos del tiempo.

¿Tranquilamente? ¿Lo dudas? ¡Como no me has avisado que venías, y luego has tomado ese cuarto! ¿Había de irme lejos pudiendo estar cerca? ¡Dilo, alma mía!

Pablito no pudo siquiera hacer otro tanto.

Pero aunque esta respuesta en lo exterior fué la que Roger podia desear, quedo el Emperador muy desabrido de esta demanda, porque después de tan grandes presas, y despojos riquísimos de las Provincias conquistadas, pedirle luego una pequeña paga, era señal de una codicia insaciable, y que difícilmente todo el poder del Imperio Griego la pudiera satisfacer.

El Sr. Torres Quevedo, que ha hecho una máquina para jugar al ajedrez, podría, seguramente, con mucha más facilidad, hacer máquinas que estudiasen la cuestión catalana y vendérselas o alquilárselas a los señores diputados.

Allí podía tranquilamente encontrar la alegría de vivir ó abandonarme en paz á mis tristezas.

Ni el marido ni el padre reparan en su propia persona, con tal que la esposa ó la hija vista «como corresponde»: y siempre corresponde vestir mejor de lo que buenamente se puede.

Quedo el emperador Andronico sin la milicia extranjera, después que los alanos, y turcoples se apartaron de su servicio, tan falto de soldados que libremente se podia acometer cualquier empresa por grande que fuese en las provincias de su imperio, sin tener quien se lo impidiese.

Desgraciadamente no podia el emperador conservar á Córdoba ni dejar gente para guarnecerla, y así habiéndole Ben Ganiyah prestado juramento sobre el Koran de ser su fiel vasallo, y de mantener la ciudad en su nombre, se la dejó confiada.

Y yo creo, por m·s que haya quien sostenga lo contrario, que si pudiese igualmente tenerlas limpias de ladrones y asesinos, no dejarÌa de hacerlo con gusto.

Sin embargo, debo, por mi parte, confesar que yo no había sacado aún ninguna conclusión respecto al móvil verdadero de aquella visita; a pesar de que estaba convencido de que había en ello algún motivo ulterior, que no podía, empero, ni sospechar.

Es un hermoso colegio del que justamente pueden los dominicos sentirse orgullosos, pero no me llamó tanto la atención la organización material y educativa de esta institución, como la ausencia de toda imagen religiosa en los dormitorios, clases, salas y demás habitaciones usadas para y por las niñas.

Ayer no he podido, mamá.

Sobre estos maderos aparecían kepis obscuros, gorros rojos, cascos rematados por cabelleras de crines que se pudrían lentamente, llorando lágrimas atmosféricas por todas sus puntas.

Realmente no he podido hasta ahora formar clara idea de él, porque si los condenados cuecen allí a fuego lento, como aseguran, no comprendo cómo al poco tiempo no se convierten en papilla y si se asan no se transforman en carbón... Pero, en cuanto al cielo, lo concibo admirablemente.

Con esto, el de Lumiacos, no pudiendo ya alegar decorosamente la sutileza con que pensaba eludir el compromiso en que le ponía el indiano, á quien detestaba y maldecía en sus adentros, levantó también, aunque algo á rastras, su correspondiente vaso.

Pero como vieron que los Reyes dieron con suma liberalidad y grandeza lo que lícitamente pudieron á los mas señalados Capitanes, atribuyeron solo á su desdicha, y á la virtud, y valor incomparable de los que fueron preferidos, el hallarse inferiores.

Te perdono: te miraré siempre como hermana; pero no me pidas más de lo que humanamente puedo darte.

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