50 colocaciones para laberinto

En el fondo del laberinto murmuraba la fuente rodeada de cipreses, y el arrullo del agua, parecía difundir por el jardín un sueño pacífico de vejez, de recogimiento y de abandono.

Enfrente se abría la puerta del laberinto misterioso y verde.

Ya se divierte uno en querer hallar la pronta salida de los laberintos de arrayan, ó en descifrar las alegorías de todas formas trazadas en el suelo por medio de los mismos arbustos de arrayan hábilmente dispuestos; ya se goza en admirar los grupos floridos, los juegos de aguas ingeniosísimos y sorprendentes, las numerosas fuentes de formas arábigas y las escalinatas de mármol donde el sol andaluz brilla con todo su esplendor.

* Todos estos diálogos, y otros muchos por el estilo, oía don Simón a su entrada en los Ministerios, mientras se abría paso entre aquel enmarañado laberinto de pretendientes y otorgantes; y en semejante ocasión, como era bastante novel en el tráfico para haber perdido el rubor por completo, solían saltarle a la cara algunas chispas de él..., lo cual no le impedía llegar con sus peticiones al punto en que habían de ser atendidas.

No dejó de costarme alguna dificultad el acertar con las vueltas y revueltas de aquel laberinto.

Siguiéronle Batilo y Clara, que creyó al fin haber encontrado el hilo del laberinto.

Mientras hablamos, pensamos; y mientras pensamos, hablamos con locucion interior: el entendimiento ha menester de las palabras, como una especie de hilo conductor en el laberinto de las ideas.

Pero en medio de aquellas salas y en el centro de aquel intrincado laberinto, se erguía el grandioso templo erigido en honor de Crishna.

Bajo la fronda de aquel laberinto, sobre las terrazas y en los salones, habían florecido las risas y los madrigales, cuando las manos blancas que en los viejos retratos sostienen apenas los pañolitos de encaje, iban deshojando las margaritas que guardan el cándido secreto de los corazones.

Ramiro conservó siempre el recuerdo de ciertos instantes en que, caminando con ella por el sendero del verde laberinto, osó pasarla el brazo sobre el cuello y tomarla suavemente la garganta.

Candelaria se alejó con la lámpara haciendo muchas veces la señal de la cruz, y nosotros volvimos a escuchar el canto de la fuente que le contaba a la luna su prisión en el laberinto.

Del primer género era cuando sin arte ni proporcion sobre el lienzo de sus cuerpos tiraban pinceladas con zumos de yerbas y barro de colores diferentes, diseñando en vez de figuras agradables en sempiterno laberinto de confusiones.

Así, séanos lícito, no sin razón, comparar nuestra filosofía al laberinto de Creta, entrados en el cual no podemos volver atrás ni desenvolvernos, y si vamos adelante, caemos en el Minotauro, que nos quita la vida.

Y si lo notas, ya previno de antemano ese inconveniente, disponiendo este órgano en forma de laberinto, tan caracoleado, con tantas vueltas y revueltas, que parecen rastrillos y traveses de fortaleza, para que deste modo entren coladas las palabras, purificadas las razones y haya tiempo de discernir la verdad de la mentira.

Sólo se oía el ulular del agua en la fuente del laberinto.

Si Isidora estuviera fuerte en Mitología, le habría comparado al Minotauro vagando por las obscuras galerías del laberinto de Creta.

Ester, cuyo corazón, por decirlo así, había perdido su ritmo regular y saludable, vagaba errante, sin luz que la guiase, en el sombrío laberinto de su espíritu; y á veces se apoderaba de ella la duda terrible de si no sería mejor enviar cuanto antes á Perla al cielo, y presentarse ella también á aceptar el destino á que la Eterna Justicia la creyese acreedora.

Para el que conoce todos los ramales de las antiguas minas, fácil cosa es, aun ahora, sustraerse a las más exquisitas indagaciones por entre su revuelto laberinto.

¡Cuántas manifestaciones engañosas! ¡Cuánta observacion, cuánto deseo y cuánta buena fe se necesitan para penetrar en el interior de este laberinto, y ver los hechos como son en ! ¿Nos dejamos un paraguas, un pañuelo, un bolsillo, en algun café, tienda, quizá teatro?

En medio de las tinieblas solo se sentia á veces, confusamente, el ruido casi subterráneo del Ródano, estrechado entre peñascos formidables y aun escondido en cierto trecho en abismos que nadie ha podido sondear; ruido que se perdia, como la voz grandiosa de la naturaleza, confundido con el del trenla voz de la industria humanaen las lejanas concavidades del complicado laberinto de cerros.

Buzeti, sin antecedente, se hizo mi amigo y fué mi compañero inseparable, mi intérprete, mi guía y mi luz en este laberinto, sin querer admitir por sus servicios retribucion alguna.

Nada más curioso que el desorden de esas masas mezcladas en laberinto sin fin.

Quiso pues Dios, cuando quiso, que por medio de una inocencia inculpable, se cogiera el cabo del ovillo, por cuyo medio se empezó a correr el año 1678 o poco antes, con el necesario secreto, por las intrincadas minas de tan ciego laberinto, tropezando a cada paso, como en más sendas, más reos.

Ninguna calle había derecha ni despejada: modelo de laberintos y centro de minotauros.

No se lo parecería tanto se tratara en la novela de cosas del otro jueves: de laberintos de sucesos, de lances inesperados, de sorpresas deslumbradoras y espantables, obra para la cual se exige una fuerza inventiva de todos los demonios, y hasta un acopio de auxiliares mecánicos que no se hallan ni se construyen en los talleres de un novelista cualquiera.

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