474 colocaciones para inclinar

Las dos inclinan las cabezas y ponen en blanco los ojos para poder alzarlos al altar, desde donde responde a su mirada, la mirada extática de una Dolorosa.

Cuando estas palabras expiraron, ella tornó á inclinar la frente, y él á reiterar sus preguntas.

La marquesa y el sacerdote seguían cuchicheando vivamente allá en un rincón, ella cada vez más humilde e insinuante, sentada sobre el borde de la butaca, inclinando su cuerpo para meterle la voz por el oído; él más grave y más rígido por momentos, cerrando a grandes intervalos los ojos como si se hallase en el confesionario.

Pero ella está ya en el pescante, inclinando hacia el conductor su rostro ceñudo, esforzándose por encontrar un gesto de graciosa seducción.

Se inclinó al oído de Marenval y le dijo: Dejémoslos juntos.

Era una mujer alta, joven aún, que parecía agobiada por el peso de una de esas inmensas desventuras que inclinan el cuerpo a la tierra, como buscando en ella el consuelo y la paz.

Entonces se inclinó hacia el suelo, cogió de un rincón un manojo de cuerdas olvidadas, y esgrimiéndolo a manera de látigo, castigó con justicia y sin piedad.

Sofocadísima con esta idea, la novia hizo propósito de inclinar el ánimo de su marido, luego que lo fuese, a establecerse en lugar muy distante de Madrid.

Entonces se levantó Carmen, y trémula y sonrojada, se adelantó hacia el joven, e inclinando los ojos, le dijo: , Pablo, te pedimos perdón; yo te pido perdón por lo de hace tres años ... yo soy la causa de tus padecimientos ... y por eso, bien sabe Dios lo que he llorado.

¡Tenía que ser, tenía que ser!dijo ella inclinando su cabeza sobre el hombre de él.

Debía de insistir, sin embargo, é insistía en inclinar al Rey de Francia á dar nuevos pasos que movieran la voluntad de la inglesa, de Juno, según la nombraba en la conversación confidencial, dando ejercicio á su prurito de aplicar sobrenombres, mientras por el lado del favorito de la Reina tiraba de los hilos de la intriga con que se tramara la misma tela.

El aya permaneció grave y se inclinó profundamente dejándoles paso.

Diríase que la Naturaleza quiso hacer en aquella pareja sin ventura dos ejemplares contrapuestos de moral desvarío; pues si ella vivía de una aspiración insensata a las cosas altas, poniendo, como dice San Agustín, su nido en las estrellas, él se inclinaba por instinto a las cosas groseras y bajas.

Y llegado el instante crítico, cuando los ulloístas se juzgaban ya dueños del campo, inclinaron la balanza del lado del gobierno defecciones completamente impensadas, por no decir abominables traiciones, de personas con quienes se contaba en absoluto, habiendo respondido de ellas la misma casa de los Pazos, por boca de su mayordomo.

Falsos fundamentos, sin duda todos ellos, para inclinar la opinión de España á los franceses; mas no los necesitan los pueblos más sólidos ni justificados para formar sus opiniones.

Me resigno a ser mártir y a inclinar mi cuello ante el verdugo, si esa miserable tropa continúa aquí.

Había sacado de su bolsillo su estuche, y, rechazando a la señora Hellinger con un ademán apenas cortés, se inclinó sobre el pecho que, con un movimiento brusco, había descubierto por completo.

Con baja y enferma voz e inclinadas mis manos en los senos, puesto Dios ante mis ojos y la lengua en su nombre, comienzo a pedir pan por las puertas y casas más grandes que me parecía.

El alemán se inclinó en señal de gratitud, y siguió al español, el cual bajó al comedor y pidió un ponche.

Luego se inclinó hacia el cadáver, lo levantó y lo puso en la cama rechazando con el pie la parihuela destrozada.

La prima inclinó su hermoso busto inerte sobre el pecho del primo.

De pronto la vela se agitó temblorosa, se distendió como con un latigazo; el barco se inclinó de costado y comenzó a deslizarse volando.

Peleóse gran rato, pero la victoria inclinó á la parte de Philes, y los Turcos desbaratados y vencidos, habiendo gran parte de ellos muerto en la batalla, huyeron.

Obdulia hablaba con el Magistral y Joaquinito Orgaz; el Marqués discutía con Bermúdez, que inclinaba la cabeza a la derecha, abría la boca hasta las orejas sonriendo, y con la mayor cortesía del mundo ponía en duda las afirmaciones del magnate.

Los dos jinetes sentían la honda emoción de una expectativa trascendental, temerosos de las consecuencias de una repentina resolución de los nobles brutos, y abrumados también por la actitud de intensa curiosidad con que eran observados por Baldomero, Hipólito, José, Águeda, el caballerizo, Juancito, los perros, las vacas y hasta las palomas que sobre los tirantes del techo inclinaban sus cabecitas como para mirarlos mejor.

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