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Eran los barberos y sus servidores, que, una vez terminados los preparativos de la operación, querían empezarla cuanto antes.

Tal cual lo indican las inmersiones y emersiones sucesivas de la hoja arrastrada, el agua que baja al fondo remonta en nueva curva hacia la superficie, aparece á la luz y desaparece otra vez bajo las curvas líquidas, que, al mismo tiempo, han descendido hasta el fondo del cauce.

Abundan las gallinas, patos y palomas, que, aunque de menor tamaño, son de carne muy exquisita.

A me educó un fraile jerónimo, un exclaustrado viejo, que, después de abandonar el convento, corrió algo de mundo como profesor de violoncelo.

Poco añadirían a su reputación mis encarecimientos, que, por otra parte, parecerían quizás interesados.

Sancho, asimesmo, callaba y comía bellotas, y visitaba muy a menudo el segundo zaque, que, porque se enfriase el vino, le tenían colgado de un alcornoque.

Por Dios, Sancho dijo don Quijote, que, por solas estas últimas razones que has dicho, juzgo que mereces ser gobernador de mil ínsulas: buen natural tienes, sin el cual no hay ciencia que valga; encomiéndate a Dios, y procura no errar en la primera intención; quiero decir que siempre tengas intento y firme propósito de acertar en cuantos negocios te ocurrieren, porque siempre favorece el cielo los buenos deseos.

Hallaban, pues, las gentes, como lo hemos dicho antes, que llevaba con demasiada despreocupación el duelo de un hombre muerto por ella, que, cuando menos, había sido su amigo.

¿Considerará este hombre, tal vez, que, siendo periodista, yo debo estar mejor informado que las otras personas? ¡Caso triste, en verdad, el de un señor que no sabe quién es y que no encuentra quien se lo diga!...

» Saltemos ahora de la llamada civilización oriental á la occidental, que, según Draper, también hemos destruido.

D. Alfonso parecía no advertirlas, y seguía imperturbable practicando su exquisita cortesía, y aprovechando cualquier ocasión para tributarle alguna alabanza, que, por supuesto, ella recibía de malísimo talante.

Está muy lejos de superarle, ciertamente, en la profundidad del pensamiento, ni en el vigor y armonía de la elocución poética, pero le lleva ventaja en el calor y riqueza de la fantasía, que, por más que á ello se opongan los pseudo-clásicos, es lo que eternamente caracterizará al poeta.

Las dos misas le venían á costar algo más de cuatrocientos pesos, pero resultaban baratas si se ha de considerar la gloria que la Madre de Dios adquiere con las ruedas de fuego, cohetes, bombas y morteretes ó bersos como allí se llaman, si se han de calcular las grandes ganancias, que, merced á estas misas, había de conseguir en el resto del año.

En los días inclementes del invierno, cuando no llegaba muy arropada y valiente alguna amiguita á jugar con Lali, Rosa representaba á las mil maravillas su papel de muñeca viva y mimosa, en el gabinetito confortable, cerca de los vigilantes espejuelos de doña Cándida, que, entre uno y otro suspiro, sonreía con beatitud contemplando á su niña tan divertida y alegre.

De que vido el marinero que gobernaba, que el Almirante se acostaba para dormir, dió el gobernario á un mozo grumete, y fuése tambien á dormir; lo que el Almirante siempre prohibió en todo el viaje, que, ni con calma ni con viento, no diesen los marineros el gobernario á los grumetes; lo mismo hicieron todos los marineros, visto que el Almirante reposaba y que la mar era calma.

Y Muergo, que le precedía más de dos brazas, seguía corriendo sin soltar la carga, que antes parecía darle fuerzas que consumírselas; y casi tocaba ya los primeros cantos de las veredas que arrancaban de aquellos límites del arenal, y aún no daba señales de posar á la gentil moza, que, entre risas y denuestos, le machacaba la cara y le tiraba de la greña.

Su padre, fuera de , de alborozo, corrió a abrazarla estrechamente; en seguida, metiendo la mano en una especie de bolsa que traía pendiente de la cinta, sacó una cosa que entregó a Nuño, y éste, volviendo a la orilla con gran priesa, comenzó a distribuir entre los aldeanos el bolsillo de su señor, que, como presumirán nuestros lectores, era lo que acababa de recibir.

Todo quedó silencioso por un rato, si no es el caballo árabe de don Álvaro, que, a pesar de la fatigosa jornada, hería la tierra con el casco.

Dixo don Luis Milan: Más será el del gavilan, que, por gentileza, á la mañana suelta la presa.

Y para que a nadie cause extrañeza nuestra manera de pensar, más adelante diremos, cuando de Santo Domingo se trate en el capítulo XX de este tomo, que, entre Napoleón el Grande y Toussaint Louverture, preferimos también al que muere defendiendo a su patria, que al tirano conquistador.

Y assí, amigo mio, apretar los codos, que, á lo ménos en este Sermon, yo no te he de decir palabra, y te he de dexar que vayas por los senderos de tu corazon.

Y otra cosa, que, si no lleváis bien estudiada y bien sabida la contracifra de todo, os habréis de hallar perdidos, sin acertar á leer palabra ni conocer letra ni un rasgo ni un tilde.

Á esto digo que, como al salir de Méjico salimos huyendo la noche por muchas veces referida, que, como quedaban en la sala muchas barras de oro perdido en un monton, que todos los más soldados apañaban dello; en especial los de á caballo, y los de Narvaez mucho mejor, y los oficiales de su majestad que lo tenian en poder y cargo llevaron los fardos hechos.

» Ansí que parte me cabe desta loa de Cortés; y demas desto, cuando fué Cortés la primera vez á Castilla á besar los piés á su majestad, le hizo relacion que tuvo en las guerras mejicanas muy esforzados y valerosos capitanes y compañeros, que, á lo que creia, ningunos más animosos que ellos habia oido en corónicas pasadas de los romanos; tambien me cabe parte dello.

Este caballero era el esforzado Pridos, que, cansado de correr todo el mundo en busca de don Duardos sin hallar ningunas nuevas, se tornaba para Londres, y tomando a Floriano consigo, le llevó a la corte, adonde del rey fué recebido como persona a quien mucho amaba, y le ofreció aquel doncel vestido de pieles de alimañas, con quien el rey fué tan alegre como si supiera ser aquél su nieto.

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