6367 oraciones de ejemplo con abiertos

Imagínenselo triste, rabioso, colérico¡colérico él, Dios mío!viendo acaso en el espanto y horror de sus ojos desmesuradamente abiertos, descender sobre su patria como un sudario de muerte, y sobre su corazón como una mano de hierro....

¡Qué cariñosas las estrellas... a las tres de la madrugada! A las cinco abiertos los ojos...».

Éntrale una pequeña luz por unos resquicios o agujeros, que lejos le responden, abiertos en la superficie de la tierra.

Fueron luego conocidos los dos del cura y del bachiller, que se vinieron a ellos con los brazos abiertos.

Perrro, señorr, ¿qué se quema?... ¡Si esto parrrece cosa de magia!pensaba el tío Frasquito, en camisa, en mitad del aposento, con los brazos cruzados, el cuello tendido, y dirigiendo a los cuatro ángulos sus narices dilatadas y sus ojos muy abiertos.

Imposible era reconocer al tío Frasquito en aquel esperpento, y Jacobo no vino en la cuenta de quién era hasta que tendiendo el fantasma hacia él los brazos abiertos, gritó angustiado: ¡Jacobo!... ¡Jacobo!...

¡Ajo! ¡una luz aquí! ¡pronto, pronto! Encendida la cerilla, Agapo la acercó y retrocedió, dando un alarido de espanto: ahí estaba el desgraciado niño, los ojos azules aun abiertos... ¡Dios mío! la culpa es mía, por haberle dejado solo... ¡no me lo perdonaré! ¿quién lleva ahora esta noticia a la familia?

Además, los estómagos de los tiburones, al ser abiertos, revelaban las formas gigantescas de sus adversarios.

Al despertar, veía frente a el rostro pálido y dulce de su cuñada, con los ojos muy abiertos, mirando con fijeza al vacío.

Quizá hubiera que arreglar una cuentecita con él a propósito de una lucha o dos, si uno hubiera de estar siempre con los ojos bien abiertos y no cerrarlos nunca.

Bajó el joven en seguida, y al verle entrar el padre de Magdalena se adelantó hacia él con los brazos abiertos, exclamando: ¡Gracias, hijo mío! Ya confiaba yo en ti y sabía que no me equivocaba al contar con tu valor.

Este, con los ojos muy abiertos, paseaba en su derredor una mirada vidriosa; parecía no haber vuelto en todavía.

Habría debido notarlo antes, pues tenía la costumbre de mirar en mi derredor con los ojos muy abiertos; pero en la monotonía de los días que se deslizan uno tras otro, las alteraciones que producen en torno nuestro el tiempo y las penas, se escapan fácilmente.

La madre de Lorenzo, que se hallaba recostada en la puerta de la sala que daba acceso al vestíbulo, interrumpió los saludos dirigidos a Melchor diciéndole: Venga para acá... venga el santo... el bueno... ¡Señora!exclamó Melchor dirigiéndose hacia ella, que lo recibió con los brazos abiertos exclamando: Un abrazo... así... fuerte... ¡muy fuerte!y rompió a llorar.

Rocambole se adelantó entonces resueltamente, y en fin llegaron a aquella puerta, cuyos dos postigos se hallaban abiertos.

Los balcones, abiertos por el calor, daban paso franco al estrépito del carruaje que rueda, del vendedor que chilla, del afilador que aguza los dientes con sus chirridos, del piano ambulante e infatigable, que desarrolla la general jaqueca con las vueltas de su manubrio.

Esto sólo se reúne teniendo buena parroquia, trabajando años y años con los ojos bien abiertos para que nada se escape.

Por la parte inferior de las ventanas corre á alguna distancia un cornisamento cuyo friso está adornado de follagería con medallones de muy alto relieve á trechos; debajo hay en cada lado tres arcos ojivales figurados, y en su vano estan abiertos otros algo menores de medio punto, que dan salida á las tribunas.

Uno se asombra de que el rey, al abrazar al presidente francés, le haya dado «golpecitos repetidos, con los dedos abiertos, á la moda del país».

Fijemos igualmente la atención en que las nubes ó los suris, encamínanse con sus picos abiertos á depositar el agua ó los rayos de la tormenta en los vasos simbólicos, como en los ya citados casos de las Figs.

Aquellas pupilas no reaccionan y aquellos ojos grandemente abiertos, en los rostros impasibles, no despiertan en los gestos de la cara la vida de expresión que sólo puede dar la luz, la irreemplazable, la hermosa luz.

Lograba también, sin esfuerzo, contar los senderitos abiertos entre las cruces, y los montecillos que éstas coronaban.

Hacía ya algunos que había desaparecido la enamorada pareja, y todavía estaba el artillero quieto, con los puños y los labios apretados, los ojos abiertos de par en par, el cuerpo tembloroso, los pies clavados en tierra como si se los remachasen, fulminado en suma por la última visión de aquella noche de verano.

Toda la noche permanecen abiertos sus restoranes, sus cafés-cantantes, sus casas de juego, y otras más difíciles de mencionar por su verdadero nombre.

Vemos hombres desnudos y completamente blancos que saltan ante nuestro automóvil con los brazos abiertos para indicar al chófer indostánico que debe hacer alto.

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