61 oraciones de ejemplo con almibarada

Y almibarada y ponderativa,

Imagínese lo que será esa Huerta de Valencia, cuando el ferrocarril gira en gran parte de su trayecto por entre una calle literalmente formada por bosques de naranjos y moreras, donde se crian simultáneamente la almibarada fruta y el laborioso gusano de seda.

Al oir estas almibaradas insinuaciones,

A pesar de que allí se me trataba con mimo, confieso que me cargaba a más no poder la tal Doña Flora, y que a sus almibaradas finezas prefería los rudos pescozones de mi iracunda Doña Francisca.

Si las encontraban mozas y lindas, decíanles cosas almibaradas; si viejas y feas, barbaridades capaces de enojar y abochornar a un santo de leño.

Julián recordaba a su madre, tan modosa, siempre con los ojos bajos y la voz almibarada y suave, con su casabé abrochado hasta la nuez, sobre el cual, para mayor recato, caía liso, sin arrugas, un pañuelito de seda negra.

¿Y si yo te los diera, lucero?preguntó el seminarista con voz almibarada, entrando en el recinto cerrado por el mostrador y acercándose con paso de gato a la moza.

Todos reían; Nieves, contenta de sentir rugiente a su lado la bestia del deseo, aquel deseo animal, salvaje, feroz, que tantas veces evocase nostalgia ante las almibaradas palabras y las románticas razones de sus admiradores.

Saleta, el gran Saleta, cuyas mentiras siguen fluyendo de su boca suaves y almibaradas, lo cual le obligaba a relamerse amenudo.

Y poniéndose almibarado, añadió: que me tienes á asustado y encogido y muerto con esa carita de cielo y ese garbo y esa sal que derramas... ¿Que derramo sal?...

Pues él la obligará a caer en el oficio: las «Lavanderas» almibaradas y las «Pastoras» de confitería.

¡Caramba si es salada y desenvuelta! Y con una sonrisa almibarada entre los labios, se fué acercando lentamente á la vaquería, soltando bocanadas de humo y balanceándose como hombre cuya felicidad no podía ser turbada por bofetada de más ó de menos.

Aparece uno suave y almibarado, como el requiebro de un adolescente, y á toda prisa surge detrás otro seco y áspero que le deja cortado.

El otro redactor, Fresneda, podía apostar á finura al hombre más fino y almibarado de Madrid.

á Villamor, á su tiempo, que Gracián estaba en la quinta de los marqueses; y en las almibaradas crónicas de aquella misma publicación, leía el poeta á menudo el nombre sonoro de Soberano.

Los ¡Oh! ¡Oh!, los ¡Ah! ¡Ah!, los ¡Tiens! ¡Tiens! y las frases más almibaradas estaban siempre en sus labios.

»(La voz del señor fiscal se ha almibarado notablemente: es la seductora dulzura paternal conque la experiencia le ha demostrado que debe hablarse á los acusados para empujarles á la sinceridad y á la confesión.

Por una razon muy sencilla, mi excelente amigo, dijo Fox con voz almibarada.

Señor Truth, dijo con su mas almibarada voz, ¿tendriais la bondad de anunciar en vuestro exelente diario que el honorable M. Little acaba de donar diez mil dollars al hospicio de niños, cinco mil dollars á los pobres de la ciudad y cinco mil á la biblioteca municipal? El empréstito mejicano bien, dijo Humbug: Little es un judio piadoso que paga el diezmo al Señor.

No... Los que tienen almibarada la lengua, váyanse á lamer con ella la grandeza estúpida, y doblen los goznes de sus rodillas donde la lisonja encuentre galardón.

Cobróme afición porque le servía de amanuense, escribiendo en su nombre a cierta maritornes esquelas almibaradas y versos cursis.

¡Qué paraíso de ilusiones! ¡qué cielo de ensueños! Eran envidia de amantes, modelo de novios consecuentes, y las polluelas almibaradas, cuando los veian pasar, decian: "¡qué felices son!" Sin antecedente alguno, interrumpiendo sus visitas y sus hábitos, el jóven se trasladó á Washington, donde estaba empleado en el Ministerio del Tesoro.

No te lisonjees con la idea de que César lleva en una sangre que pueda cambiar de su verdadera calidad, por lo que hace bullir la sangre de los necios: quiero decir por las palabras almibaradas, las reverencias humillantes y las lisonjas bajas y rastreras.

Se repiten la máxima de De Maistre: «Savoir attendre est le grand moyen de parvenir», glosada como virtud suprema de los arquetipos: el «don de espera», que los expone á alelarse en una vejez almibarada.

Lo cierto es que los Asmodeos y Pedro Fernández las citan siempre, en sus almibaradas crónicas de Madrid, en el catálogo de las bellas, discretas y elegantes.

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