Al extremo de aquella sala-cocina se hallaba un enorme arcón viejo y desvencijado.

El perro escarbaba con furia junto al arcón.

Abrieron el arcón: no había nada.

Atanasio y Macario quitaron el arcón de aquel sitio y debajo apareció una trampa de madera con una argolla de hierro.

Por fin, en polvoriento arcón halló doña Brígida un mamotreto perteneciente a un exclaustrado que moró en la misma casa allá por el año 40.

En un antiguo arcón de madera, tallado a cuchillo groseramente, estaban dobladas con cuidado por Margalida, entre hierbas olorosas, las ropas con que había llegado él de Mallorca.

, heredadas de sus ascendientes, Antiguas monedas en un viejo arcón

El emir, para tomar venganza, entró en Milianah estando ausente Sid'Omar, saqueó sus palacios, taló sus naranjales, apoderose de los caballos y de las mujeres e hizo aplastar la garganta de su madre con la tapa de un arcón...

¡Vaya!... ¡si dicen que revende empleos! Luisa dice que en un cuarto obscuro tiene un arcón que debe estar lleno de talegos.

Quítase el sueste, ó sombrero embreado, de la cabeza; coloca sobre un arcón viejo el impermeable de lona que llevaba al hombro, y cuelga de un clavo un cesto cubierto con hule y lleno de aparejos de pescar.

Su mujer desocupa en una tartera desportillada un potaje de berzas y alubias, mal cocido y peor sazonado; pónelo sobre el arcón, y junto á él un gran pedazo de pan de munición.

Mándola que tenga un poco la sartén mientras yo iba al arcón á buscar unos trapos, vuelvo con ellos... ¿creerá usté, ¡puño!, que ya se había trincao{173-1} el aguardiente de la sartén, abrasando como estaba?

» * * * * * Si mientras el Tuerto estaba á la mar, alguno de sus hijos rompía la olla, ó se comía el pan que estaba en el arcón, ó hacía cualquiera diablura propia de su edad, en el balcón le sacudía el polvo su madre, en el balcón le estiraba las orejas y en el balcón le bañaba en sangre la cara.

Las ahumadas puertas del balcón de la buhardilla se abrieron al cabo, después del mediodía, y lo primero que en el interior descubrieron mis ojos, fué un hombre vuelto de espaldas hacia mí, con camiseta blanca de ancho cuello azul tendido sobre los hombros, y gorra de lana, también azul, ocupado en colocar en un gran pañuelo de percal, desplegado sobre el arcón que conocemos, algunas piezas de ropa.

En un rincón había unos cuantos fusiles de chispa, que apenas tuve fuerzas para levantar; había espadas también, y en un viejo arcón hallé cinco o seis casacas azules, encarnadas, blancas con las cuales determiné disfrazarme tan pronto como se presentase la ocasión.

Merecen anotarse unos juegos de revestir, con las casullas bordadas al realce en oro y plata, y un arcón vestido de tapicería, con extrañas escenas campestres.

Particularmente el arcón, por cierto muy bien conservado, se hace notar por el contraste de sus asuntos con el lugar y aun con el uso de cajonería que, desde largos años, probablemente desde siglos, viene prestando en dicha iglesia.

El cuarto donde estábamos era grande, encalado, con unas cuantas sillas de paja, una mesa de aspas, un arcón y una imagen de la Virgen en la pared.

Los muebles, los objetos de arte, el contador, el arcón, adquirían en la penumbra suave dignidad y misterio.

—Abundan las palomariegas; pero téngolas también de monjil, calzadas, moñudas, reales, tripolinas... De un arcón pequeño, separado del piso por toscos bastidores, vierte la moza en su delantal una porción de cebada y sube ágilmente hasta la tronera, apoyando los pies en las quebraduras del muro: acodada en los umbrales, lanza desde allí con voz atrayente y melosa el familiar reclamo: —Zura, zura... zurita...

Buonaccorsi levantaba una trampa de la toldilla de popa, y solía sacar de un arcón café molido, azúcar, galletas, tarros de manteca y aguardiente.

Apenas salía del lecho, y cuando lo dejaba era aprovechando los momentos en que Rita y Toribio se hallaban ausentes: entonces, arrastrando los torpes pies, apoyándose en los muebles, dedicábase á buscar la botella del aguardiente, y aunque sus familiares la escondían, su instinto zahorí de borracho siempre daba con ella, unas veces en la cocina, otras en el arcón de la ropa, ó en la cuadra, bajo el pienso de las pesebreras.

He aquí una, tomada al azar del repleto archivo del arcón: «Señor don Jesús Delgado.

Apartó de la llama los fuelles y puso en un arcón de plata las herramientas con que trabajaba; enjugóse con una esponja el sudor del rostro, de las manos, del vigoroso cuello y del velludo pecho; vistió la túnica; tomó el fornido cetro, y salió cojeando, apoyado en dos estatuas de oro que eran semejantes á vivientes jóvenes, pues tenían inteligencia, voz y fuerza, y hallábanse ejercitadas en las obras propias de los inmortales dioses.

FUGA DE NOCHE A la luz pabilosa de una vela de sebo se veía un cuarto sucio y negro, en donde andaban perdidos, sin poder encontrarse, un arcón, una mesa travesera de aspa y dos camas con colchas rojas.