213 oraciones de ejemplo con ataviadas

Al otro lado del puente nos encontramos una alegre caravana, en la que nos llamó la atención varias dalagas á caballo perfectamente ataviadas, luciendo caprichosos sombreros con gran profusión de gasas y flores.

Por otra, interesan mucho al extranjero los grupos de campesinos que estacionan á orillas de la calle y al derredor de las fuentes, vendiendo sus frutas y provisiones: gentes de fisonomías candorosas y amables, sobre todo las mujeres, ataviadas del modo mas original.

Ambas se presentaron en el comedor un poco después de la hora acostumbrada, primorosamente ataviadas.

Los balcones estaban llenos de damas vistosamente ataviadas, que aplaudían, saludaban y me dirigían sus más seductoras miradas.

¡Cuánto disfrutan mientras permanece levantado el telón! Se consideran hermosas, están ataviadas ricamente, ven todos los gemelos fijos en sus personas, sienten la admiración que producen y no tienen que temer los silbidos ni la crítica.

Unas, viejas, sucias, desgreñadas, acometedoras y procaces, hacían pensar en los aquelarres reunidos a la luz de la luna; las otras, miserablemente ataviadas, parodiando con guiñapos las soñadas galas, y embadurnados los rostros, cómicos y dolorosos, de afeites, remedaban máscaras trágicas.

¿Quién verá otra vez aquellas entradas de príncipes e aquellas fiestas antiguas, e aquellas luminarias y disfraces, e aquellas bizarras coheterías de botafuegos y voladores? ¿Qué fue de aquellos regocijos, cuando las cuadrillas que iban a justar pasaban con sus marlotas de seda, e las mozas de la mancebía, ataviadas de oro fino e de cendales, danzaban al son del tamboril por las calles entoldadas?

Todos sus divanes de damasco floreado estaban ocupados por señoras ricamente ataviadas, con los brazos y el pecho al aire.

En la explanada y tribunas del Jockey daban la nota de su gracia y de su belleza numerosas damas y señoritas ataviadas con trajes primaverales, de vistosas muselinas, espumillas y otras telas ligeras.

Tras ellos fueron llegando numerosos nobles y damas ricamente ataviadas y pronto quedaron llenas las tribunas, relucientes de oro y pedrería.

Cruzaban numerosas comparsas ataviadas con trajes originales, unas de majos, otras de trovadores, otras de frailes, etc.

El disfraz ordinario de las mujeres era el dominó; las había, sin embargo, graciosamente ataviadas con trajes de capricho.

La Alameda de Hércules fué desde su fundación el paseo predilecto de los sevillanos, y á él concurrían los domingos serenos del invierno y las frescas tardes de primavera y estío las damas más lujosas, ricamente ataviadas, los caballeros más encumbrados y linajudos, los más ricos mercaderes y los jóvenes más apuestos y arrogantes.

Algunas busconas de bajo vuelo, ataviadas con mantones de Manila y flores en la cabeza, mostraban su busto en los palcos.

Parrott, su sobrina miss Theresa Shrieves y á unas cuantas señoras de las propiedades vecinas, lujosamente ataviadas, á que fuí presentado.

Sonando entonces una música festiva, se presentaron veinte damas del acompañamiento de la Reina, primorosamente ataviadas, y con ellas otros tantos caballeros jóvenes adornados de magníficos arreos; los cuales dieron principio á un baile, en que se danzó con toda la gravedad y compostura características de aquel tiempo, pero con mucha gracia.

Los tres viajeros se miran de hito en hito, con vago asombro de las dos señoras e interés creciente por parte de Terán, que se lanza a la cumbre de las más arduas imaginaciones ante aquellas dos mujeres tan distintas, ataviadas de igual manera exótica, unidas por cercano parentesco, tal vez precipitadas por la suerte en idéntico destino... Y, sin embargo, representan dos castas, dos épocas, dos civilizaciones.

Delante de ella, ataviadas de blanco, como potros llevados de la brida, caminaban Micaela y Enriqueta.

La tarde señalada se reunen una docena, ó más, de jóvenes y jovencitas bien ataviadas con flores en la cabellera.

Las clases populares, particularmente las mujeres, concurren al cementerio ataviadas con sus mejores prendas de vestir y cubiertas de valiosas joyas, no para ostentar a los vivos, sino para que las almas de sus muertos, las vean y se convenzan de que la miseria no ha invadido los hogares que dejaron, y de que la dicha continúa teniendo sitio en sus corazones.

Al poco rato de andar, se encontró con una sala muy hermosa, lujosamente amueblada, y sentadas en riquísimas sillas, unas cinco niñas de 18 a 20 años, muy bonitas y ataviadas de costosos trajes y valiosísimas alhajas.

No recordamos el alma de las figuras tan espléndidamente ataviadas.

En un local como el que ya describí, pintadas y ataviadas, entran quince ó veinte; se toman las manos, hacen una rueda, y comienzan á dar vueltas alrededor del mogote, ni más ni menos que si jugaran á la ronga, catonga.

dia vinieron los mismos caciques viejos, y trujeron cinco indias hermosas, doncellas y mozas, y para ser indias eran de buen parecer y bien ataviadas, y traian para cada india otra moza para su servicio, y todas eran hijas de caciques, y dijo Xicotenga á Cortés: «Malinche, esta es mi hija, y no ha sido casada, que es doncella; tomadla para vos.

Desde sus balcones, las jóvenes burguesas, excesivamente ataviadas, se divertían en proyectar de un soplo á las narices de los transeúntes distraídos, tripas pintarrajeadas y crepitantes de cascabeles.

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