24 oraciones de ejemplo con besar el suelo

Así dice el Cautivo en el Quijote (I, 41): «Embestimos en la arena, salimos a tierra, besamos el suelo, y con lágrimas de muy alegrísimo contento dimos todos gracias a Dios....

Don Saturno estiró las cejas y dio señales de querer besar el suelo; después miró a Obdulia con mirada seria, penetrante, como con una sonda, como diciéndole: Ya lo oyes; soy yo, el primer anticuario de Vetusta, según la opinión del mejor teólogo, quien se declara esclavo tuyo.

Entonces empezaron a danzar en su fantasía los sucesos todos de la jornada: el caballejo que estuvo a punto de hacerle besar el suelo, la cruz negra que le causó escalofríos, pero sobre todo la cena, la bulla, el niño borracho.

Para desterrar la costumbre de jurar, que suele reinar entre soldados y marineros, se impuso pena, á que todos se obligaron, de quien quiera que faltase, hubiese luego de besar el suelo, diciéndole los presentes: Viva Jesus, bese el suelo.

Embestimos en la arena, salimos a tierra, besamos el suelo, y, con lágrimas de muy alegrísimo contento, dimos todos gracias a Dios, Señor Nuestro, por el bien tan incomparable que nos había hecho.

Nadie más soberbia que yo, y me humillaré, sin embargo, y besaré el suelo, si es preciso; se trata de Quilito que, por mi boca, va a pedir lo suyo.

Preferían la miseria en la patria a la vida vagabunda del peón en el Nuevo Mundo, y al volver a su país besaban el suelo con transportes de entusiasmo, jurando morir en él.

Emperador soberano, Invicto Rey de Castilla, Déjame besar el suelo De tus pies, que por almohada Han de tener a Granada Presto, con favor del cielo, Y por alfombra a Sevilla, Sirviéndoles de colores Las naves y varias flores De su siempre hermosa orilla.

Debía besar el suelo humildemente ante las imágenes de Nuestra Señora del Carmen, y depositar, asimismo, su ósculo en el escapulario de los religiosos para ganar indulgencias.

Muchas veces estaba de rodillas pidiendo perdón a la comunidad y se reía a carcajadas, o entraba en las clases a besar el suelo y con sus muecas armaba un belén en todas ellas.

Me dieron tentaciones de bajarme y besar el suelo porque ella, sin duda, lo había pisado.

Déjame besar el suelo que pisas...

Dirá en su patria cuán feliz vive el hombre aquí, y millares de familias cansadas de trabajar en tierras ingratas ya, y ansiosas de paz y de orden, cruzarán los mares, besarán el suelo hospitalario que las recibe con los brazos abiertos, descuajarán unas pocas yugadas de terreno, fabricarán su albergue, arrojarán los granos en los surcos, y, en breve, nunca más les faltará el alimento.

Pero á pesar de la libre, bulliciosa y pintoresca vida de la oficialidad militar en España, sentía Gautier Benítez una profunda nostalgia, un anhelo vehementísimo, irremediable, de volver á su patria querida, de hollar y besar el suelo siempre floreado de su Boriquén.

¿Yo, envidia yo, y de usted?dice con sorna la Medusa;¡sí! ¡le envidio los rizos! ¡Ven, mujer!dice el doctor;¡no le hagas ca... caso! ¡Deja que le una lección á esta ordinaria sin vergüenza!contesta la mujer dando un empellón á su marido que por poco besa el suelo, y volviéndose á doña Consolación.

Pepa dió un salto, se arrodilló, se postró, besó el suelo.

Pepa dió un salto, se arrodilló, se postró, besó el suelo.

Caían de rodillas, besaban el suelo, se asían á las rejas de la capilla, dirigíanse á la santa imagen llamándola con los nombres más familiares y más patéticos del lenguaje.

pim! se dobló de pronto, lo mismo que el dedo de una persona, y, arrastrado por su peso, besó el suelo con la cima.

No faltó quien fustigase la cobardía de los cristianos, que se negaban á formar parte del ejército; y un bufón, con chanzoneteo burdo, juró que sólo los esclavos podían profesar una religión que manda besar el suelo y postrarnos ante quien nos apalea.

Rompió á llorar y á sollozar, y, arrodillándose, besó el suelo: ¡Fiat voluntas tua! III Á Ruth, el día de su bautizo, la dijeron que el Padre Sequeros había enfermado repentinamente la noche antes.

Anoche me dijo Conejo que por qué me arrodillaba en los tránsitos y besaba el suelo, lo que le parecía una majadería.

Deteníase junto á una espada, levantaba una mano, y apoyándose únicamente en la otra, encogía el brazo hasta besar el suelo; después lo ponía rígido, elevándose; y en estos movimientos la cortante hoja la rozaba el vientre y el pecho sin llegar á herir la piel.

HERNANI.¡Me ha perdonado y me ama! ¡Oh! Quisiera saber dónde pisas para besar el suelo.

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