142 oraciones de ejemplo con castañuela

Una de ellas era la de un magistrado andaluz, que tenía dos hijas como dos acuarelas de pandereta; el padre era unas castañuelas de la sala de lo civil, y sus retoños, sin madre, se pasaban la vida, inocentes en el fondo, jaleando la alegría de su papá.

La llaman Teletusa la Culebrosa, en conmemoración de la Teletusa antigua y clásica, a quien celebra Marcial en uno de sus epigramas por lo bien que bailaba, repiqueteaba las castañuelas y hacía otros primores.

Aquel día enmudecieron el acordeón y las castañuelas, y se olvidó la Iliada y sus héroes.

Hasta las señoritas salen a hacer una mudanza, si las sacan y obligan en cualquiera fiesta campestre, y se mueven y brincan con gallardía y desenfado, y repiquetean con brío las castañuelas.

Mujeres hay del pueblo que, en esto de bailar y tocar las castañuelas, vencen a la Teletusa, celebrada por Marcial, en aquel epigrama que principia: Edere lascivos ad Bætica crusmata gestus.

Doña Marcela y Rosita bailaron con gracia y primor, repiqueteando las castañuelas.

Cuando las palmas y las castañuelas cesaron y sólo sonó la guitarra, Currito cantó con voz sentimental y suave la copla siguiente: Atame con un cabello a los palos de tu cama, y aunque el cabello se rompa no hay miedo que yo me vaya.

El portalón de la calle de los gitanos vomitaba grupos y grupos de sucios chiquillos, que habían pasado el día cantando a coro, repicando las castañuelas y tomando lecciones de baile para entretener el hambre.

El hogar estaba apagado, y la banda de chiquillos, convencida de que en casa no encontraría un mendrugo, seguía repicando las castañuelas en la calletra la la la, pasando y repasando ante las puertas que olían a chocolate, con la esperanza de alcanzar algunas sopas.

Plinio, el autor de las «Cartas» (catorce volúmenes) y del «Panegírico de Trajano» (oración memorable), habla del excesivo lujo que las señoras romanas usaban en las castañuelas.

Porque es de advertir que en la Roma de los tiempos del emperador Trajano, las castañuelas se formaban con perlas.

Así se explica que Trajano estimulara el lujo y la fastuosidad, convirtiendo los metálicos crótalos griegos en castañuelas de perlas.

La castañuela está ya tan difundida en el mundo como el arpa eólica en los cielos.

Y así aconseja que se armonicen, usando las morenas castañuelas blancas, y las rubias que empleen las de palosanto, ébano y otras maderas oscuras.

Los mismos compositores de segundo orden, que hace algunos años escribían danzas rusas y melodías moscovitas en honor de la Doble Alianza, producen ahora la Marche des gitanos, la Marche des Aficionados y otras obras de no menos color, con fragmentos de la Marcha Real en sordina, repiqueteo de castañuelas, tintineo de triángulo y golpes de pandero.

Mi corazón estaba muerto, tan muerto, que no digo la trompeta del Juicio, ni siquiera unas castañuelas le resucitarían.

Miraba al suelo y tenía una mano derecha sobre la boca, retirándola sólo para hacer un molinete en el aire con los dedos o una ligera castañuela.

A lo mejor, no encontrando una palabra, se detenía, levantaba los ojos al cielo, los bajaba, hacía un molinete complicado, luego una castañuela y un pequeño salto cambiando la colocación de las piernas, como en un cuadro de baile.

Aquí una castañuela, un blanqueo de los ojos y un par de movimientos de costado.

IV En el que se prosigue la historia de California y se cuenta la vida de la Santa de las Castañuelas Mascaró siguió hablando.

Al estar sola en su casa, sus brazos redondos, con graciosos hoyuelos en los codos, se estiraban, desperezándose elegantemente, fuera de las abombadas mangas de farol, y sus manos, libres de guantes ó mitones, hacían repiquetear unas castañuelas, acompañando el rítmico movimiento de sus pies.

Bailaba para ella misma, haciendo sonar junto á sus oídos las castañuelas, horas y más horas, como si éstas hablasen, contántole secretos de un mundo lejano.

Desde la primera vez que bajó á tierra sintió en su corazón el repiqueteo de aquellas castañuelas que acompañaban á todas partes á la hija del gobernador.

Todos sabían la muerte del chambelán Rezanov cuando iba camino de San Petersburgo para pedir á su emperador licencia de casamiento; todos menos Conchita, la californiana de las castañuelas, que seguía esperándole.

Tal vez la antigua muchacha del fuerte de San Joaquín, al verse á solas, se entretenía en repiquetear los olvidados crótalos, evocando de este modo la imagen de aquellos diez días que habían sido su verdadera existencia, y por eso la gente la llamaba «la Santa de las Castañuelas».

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