29 oraciones de ejemplo con cerrar a

La marquesa y el sacerdote seguían cuchicheando vivamente allá en un rincón, ella cada vez más humilde e insinuante, sentada sobre el borde de la butaca, inclinando su cuerpo para meterle la voz por el oído; él más grave y más rígido por momentos, cerrando a grandes intervalos los ojos como si se hallase en el confesionario.

Y todos, usted, don Juan; y usted, Linares; y yo; todos los villaverdinos, sin excepción alguna, nos empeñamos en cerrar a los jóvenes el camino de la prosperidad.

La puerta de mi casa se cierra a las once para todo el mundo.

Es la primera vez que te habla, y... ¡Vamos, que soltarte que la puerta de esta casa se cierra a las once!... ¡Carape! LUJÁN.

El Vara de plata cerraba a las nueve las Claverías, y ellos querían pasar la noche fuera de casa.

El alcalde se puso furioso; pero el maestro se cerró a la banda y declaró que ni por Dios ni por sus santos volvía a las andadas, y que más bien quería montar en un toro de ocho años, que en aquel tablado de volatines.

Y el chiquillo hacía un gracioso mohín, cerrando a medias los ojos, frunciendo los labios y bajando la cabeza.

Porque ese día, en justo castigo, se me cerrarán a las puertas de esta casa.

Pito Salces se desató en barbaridades contra él, y, sobre todo, contra el Topero, que le abría la puerta, mientras se la cerraba a un hombre tan avispado como uno que él (Chorcos) conocía «igual que a mesmo», y que, aunque otra cosa se dijera por ciertas lenguas, era el que plantaba el jito en el corazón de Tanasia.

Oficiales y contramaestres recorrían la cubierta empujando a los vendedores haciéndoles cerrar a toda prisa sus fardos, cortando bruscamente la tenacidad de los últimos regateos.

En el instante en que la bala homicida le atravesaba las carnes, en que sus ojos se cerraban a la luz, ¿había aparecido en su cerebro la sombra de un reproche?

¿Quién la escribió? El espectáculo de la riqueza le llenó de asombro; la privación de lo que otros disfrutaban espoleó a la envidia; la ignorancia cerró a la abnegación el paso; la conciencia le dijo que su ambición era justa; miró a Luz con codicia, y en el fondo de su alma surgió el deseo de gozarla o la resolución de destruirla.

Seguimos la señora Adela y yo a lo largo de la calle, y nos detuvimos a la puerta de uno de esos cafetines, asilos de tahúres y vagos, cuya puerta se cierra a la hora prescrita en los bandos, pero que se abre durante toda la noche a todo el que llega.

Las mujeres le miraban asombradas; los hombres retrocedían, formando ancho corro en torno de él, que prorrumpió en juramentos, agitando sus manos como si fuera a cerrar a golpes con toda la chusma.

No sólo miraba con más recelo que entusiasmo hacia la niña de la mesa inmediata; también dirigía sus ojos asustados hacia la puerta de cristales que se abría y cerraba a cada momento para dejar paso a los tertulios.

Pero no, ¡Dios mio! ¡Abrir nuevamente a mi corazon las puertas de la ventana, seria cerrar a mi conciencia las puertas del deber! Lánguida i melancólica dejó un dia su lecho, el lecho de las muertas esperanzas, i a paso lento i tímido se aproximó a su ventana querida, la contempló largo rato con una tristeza que parecia conmover las profundidades mas íntimas de su naturaleza.

Si cierra a llover no tendremos escampo hasta la noche.

El almacén se abre a las nueve y media hasta la una y media, en que se cierra; luego, a la tarde, se vuelve a abrir a las tres y media y se vuelve a cerrar a las seis.

Ya que den la primera enseñanza, la neutralizan, esclavizando el pensamiento, y tal vez cerrando a piedra y lodo las fronteras para los libros de otros pueblos... Ciega en su afán de dominación, Europa rara vez consulta la voluntad de los que intenta poner bajo su dominio.

El pueblo se entretuvo en rasgar y esparcir a los cuatro vientos los objetos y prendas indicadas demostrando loca alegría, mientras los comerciantes cerraban a toda prisa las puertas de sus establecimientos, pues la turba, en aquellos tiempos felices, eran monstruo altamente peligroso, capaz de devorarlo todo una vez abría las fauces.

Obispo de la Habana fué, hasta el año 1682, el Dr. D. Juan García de Palacios, quien «para evitar los pecados que se ocasionaban de concurrir hombres y mujeres juntos a las Estaciones y Procesiones de Jueves Santo en la noche, dispuso que las Iglesias se cerraran a las oraciones del jueves, y se abrieran el viernes al amanecer...

Gallarín lo invitó a entrar para que escogiese más a gusto, y el Gigante, sin sospechar nada, accedió, y Gallarín, en cuanto lo vió adentro, tocó el resorte y la puerta se cerró a machote.

Deja entre redes la pareja envuelta, la puerta abre el pastor del duro alambre, cierra a los padres y a los hijos suelta.

Pues éstos, en un lugar público, en la plaza, en el foro o en el campo, construyen huertas, las cercan con tejas y cada uno cierra a otro la entrada de su huertecillo.

~(Llama por tercera vez.)~ Vaya el tercer golpe que doy; a ver si sale alguien: si es que la casa de Egisto no se cierra a la hospitalidad.

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