Qué preposición usar con pluma
Ésta es una pluma de ave,dijo la abuela.
No llevaban, como los aviadores, una larga pluma en su vértice.
Desde este momento la sangre corrió á torrentes, y la pluma del historiador se retrae de trazar el cuadro espantoso de tantos excesos.
Francia es un águila, que para recibir ambiente nuevo, abre y golpea las alas sin cesar; aquí se concentra la suma mayor de su vida: que un milano venga y se oculte bajo aquellas alas impacientes, no importa: que el águila se torne en cuervo ó buho, toda vez que el buho sacuda las plumas para que las penetren los nuevos gérmenes de la atmósfera, no importa tampoco.
, y mientras la tía Eugenia hacía crujir la pluma con su mano seca y nerviosa, empezó a coordinar el exordio del discurso que pensaba dirigirla.
Y si no se prosternaban y hundían su frente en el polvo como aquéllos, por lo menos se ponían colorados hasta las orejas y no acertaban en algunos minutos a colocar la pluma sobre el papel ni prestaban atención a lo que el parroquiano les decía.
Los escribientes buscaron en sus listas la cabecería y apoyaron los puntos de la pluma al margen de Fulanito de Tal.
Otra monta acelerado: Le embiste el toro de un vuelo, 15 Cogiéndole entablerado; Rodó el bonete encarnado Con las plumas por el suelo.
Hasta hay jóvenes que escriben, usurpando la pluma a las mujeres.
Levantó la cabeza y se sonrojó, al ver á su amigo, pero permaneció en su sitio, pluma en mano, esperando la orden del vigilante.
Mucho le estorbaba la pluma entre los dedos», y bien lo revelaban la rudeza de los trazos, la desigualdad de las letras y las señales de más de un borrón lamido en fresco o extendido con el canto de la mano; «pero con paciencia y buena voluntad se vencían los imposibles».
A la puerta de una dellas estaba un hombre, muy bien tratado de vestido, escribiendo sobre la rodilla y sentado sobre una banqueta, sin levantar los ojos del papel, y se había sacado uno con la pluma sin sentillo.
» Pirovani también estaba en su despacho, á la misma hora pluma en mano y con los ojos vagorosos, como si contemplase interiormente una visión ideal.
Arrojado al mar un objeto cualquiera, se le ve como despedir brillantes chispas, y si un buque navega por esas aguas, a proa, a popa, a babor y a estribor se le ve relampaguear y como adornarse de espléndidas orlas de lucecillas azules, rojas y verdes, lanzando por la popa como un penacho de fuego que prolonga sus encendidas plumas hasta larga distancia.
si dejamos á un lado (al que ustedes quieran; lo mismo me da uno que otro) la trascendencia del Drama universal, y pasamos á considerar lo que ante todo debe considerarse en un poema, esto es, su poesía, ¡con cuánto placer echara mi pluma á caza de frases lisonjeras!
Abajo, en las oficinas, estaban los hombres de la administración, con la pluma tras la oreja, llevando las complicadas cuentas de las entradas de mineral y de hulla, del acero elaborado, que se esparcía por toda España en forma de rieles, lingotes y máquinas, y de los jornales de un ejército de obreros ennegrecidos y tostados junto á los hornos.
Facundo toma la pluma y extiende la seguridad requerida, pasando papel y pluma al padre para que firme en convenio.
Había cierta inquina de los hombres de pluma contra los médicos, y el epigrama y la sátira teatral no desperdiciaban momento oportuno para caer sobre los hijos de Galeno.
Un hombre desgraciado, un pobre diablo, que ponía su gárrula pluma al servicio de la devoción, y a quien la baronesa había conocido en una junta de cofradía, la hacía el amor atraído, sin duda, por los miles de duros que poseía Fernanda, y que eran para el hambriento escritor una inmensa fortuna.
Cantan con una energía que eriza sus plumas é hincha sus gargantas como si fuesen á desgarrarse.
Lo que haría don Marcos en esta ocasión, ¿qué lengua bastará a decirlo, ni qué pluma a escribirlo?
¡Galana pluma de oro en instante feliz le ofreció el genio; y bardo modernista, irguióse altivo del arte patrio en el gentil proscenio!....
Pero no soltaré la cansada pluma sin recordar unos versos que el insigne poeta, mi amigo D. Adelardo López de Ayala, pone en boca de D. Rodrigo Calderón, y que repetí muchas veces al alejarme de Yuste: «¡Nunca el dueño del mundo Carlos quinto Hubiera reducido su persona De una celda al humilde apartamiento, Si no hubiera tenido una corona Que arrojar á las puertas del convento!
Tienen además en la mano un abanico de plumas y la mayor parte lo llevan también en los piés, en forma de unas pequeñas alas; algunos usan zapatos, otros no; pero están casi todos cubiertos de hermosas plumas desde los talones hasta la cabeza.
La primera vez que hubimos de manejar nuestra inocente pluma para escribir sobre la literatura del señor Benavente, comenzamos por estampar esta observación, nada perspicaz, puesto que a cualquiera se le alcanza: «No recordamos de ninguna agudeza del señor Benavente, que no sea alusión al sexo o menosprecio de las personas.