39 oraciones de ejemplo con chaparros

A ratos corría velozmente; luego se detenía, y acercándose a los matorrales sacaba su sable y la emprendía a cintarazos con un chaparro o una pita; luego parecía bailar, moviendo brazos y piernas al compás de su propio canto, y también echaba al aire su sombrero portugués para recogerlo en la punta del sable.

El paseo es bonito, porque lo son sus árboles chaparros; y la vista que se alcanza desde él y el aire salino que le refresca en verano, no tienen precio.

El fresco vientecillo que de ordinario, al ponerse el sol, descendía por la empinada montaña de chaparros, fue aquella noche negado a Sandy-Bar.

Según caminaba, el monte se hacía cada vez más ralo y más bajo: las robustas encinas se transformaban en chaparros.

Vosotros bien sabéis que cuando allá por detrás de los chaparros y las matas sonaban los tiros que disparaba la señorita, cuando oíamos su voz llamando a los perros, al que más y al que menos de nosotros le bailaba el corazón dentro del pecho como si quisiera salir a su encuentro.

Y ya más libre y tranquila siguió caminando lentamente entre las encinas y chaparros hasta tocar en los bordes de la laguna.

Verás toda esa tierra, cuya riqueza mineral se esconde en muy profundos criaderos de diferentes metales y carbon de piedra, cubierta de dehesas, de encinares, chaparros, charnecas, brezos y mata prieta, poblada de rebaños y piaras, sin mas industria que el tejido de bayetas y la alfarería.

El Libertario llamó á Chaparro.

Mientras los demás peroraban en las reuniones de la taberna de Chaparro,

Trascanejo olfateó por dónde olía á anarquismo, y á los pocos días cayó en la taberna de Chaparro.

Ya no tomaba las medicinas ni hacía caso de las prescripciones del médico; salía á todas horas, bebía aguardiente para excitarse algo y se reunía con los amigos en la taberna de Chaparro.

En la llanura los chaparros tendían sus ramas, formando una á modo de sombrilla gigantesca, y sentados en rueda, algunos indios devoraban la miserable ración de tamales.

Situamos sobre una lentisca la jaula; tendemos una manta, acomodándonos lo mejor posible en el estrecho púlpito de romeros y chaparros, abierto al cielo nada más, y Mary procura mantenerse correcta al lado mío.

Allí nos recibió un caballero chaparro, de una fisonomía alegre como una sonaja, de dentadura blanquísima y de unas mejillas escarlatas que reventaban de gordura.

El camino, angosto y arenoso, serpenteaba entre las espesas retamas y chaparros que cubrían el despoblado, tan altos, a veces, como un hombre.

El despoblado tenía lo menos tres leguas; lo atravesé casi todo, acercándome ya al pie del cerro, y, cuando empezaba a sentirme muy intranquilo, pensando que acaso me había dejado atrás al gitano, metido entre los chaparros, súbitamente un ¡Hola! muy conocido, y vi aparecer en medio de unas matas de retama una cabeza ruda y atezada, y unos ojos que me miraban con fijeza.

Quien mal anda, mal acabaexclamó el tío Chaparro, y luego, dirigiéndose a sus hijos y a los cabreros que estaban alrededor de la lumbre, añadió: Bueno, muchachos, vamos a dormir, y demos gracias a Dios por vivir honradamente en nuestra pobreza y no en compañía de locos y de alimañas.

OTRO día en que no estaba el tío Chaparro, a quien la relación anterior había impresionado de una manera profunda y desagradable, Aviraneta contó la historia del joven Miguel Rocaforte, su compañero de cárcel.

Es un gran mazizo de tierra asoleada en primer término, una pequeña altura en cuya falda medran unos cuantos chaparros cuya sombra mancha de violeta oscura el terreno reseco.

Celebraron padre e hija la indicación, e iban de prisa, aguantando la lluvia, cuando vieron una casa medio derrumbada, oculta entre unos chaparros, cuya chimenea arrojaba al aire un vaho débil de humo.

María, algo impaciente, metió su caballo por un camino de cabras que pasaba entre chaparros y lentiscos y se dividía y subdividía hasta llegar a lo alto de un cerro, y desde allá columbró, a la ya muy escasa luz del crepúsculo, una casa blanca, que debía ser la ermita, rodeada por tupidas masas de árboles.

Las poblaciones mexicanas que están á la orilla del rio, distan unas de otras, en sus cercanías á Matamoros, pocas leguas, como Reynosa, doce; Camargo, ocho; Mier, cuatro; Guerrero, trece ó catorce; pero aunque la distancia de unas á otras poblaciones es corta, el intervalo es de desierto cubierto de chaparros, de suerte que la vigilancia siempre es difícil.

¡Mirad qué gusto ofrecerán lentiscos, Chaparros y torcidas cornicabras Entre enconosos, fieros basiliscos!

la venta desde lejos, aunque se parece poco por los chaparros y arbolillos que la encubren; me parecia que al mismo paso que yo llevaba, ella se alejaba de mis ojos, y la sed se me aumentaba en la boca: no creí que pudiera llegar á ella, hasta que música de guitarras y voces que salian de la misma venta: Ahora, dije, no me puedo engañar, y entrando, hallé mucha gente que iba y venia, haciendo medio dia.

Quedó de gobernador el oidor decano D. Guillén Chaparro, en cuya época el pirata inglés Drake entró a saco en las ciudades de Río Hacha, Santa Marta y Cartagena.

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