21 Metáforas para marta

Mientras acomodó Marta en los armarios el flamante equipo, lloraba Regina, como si en su horizonte se hubiera puesto para siempre el sol...

Marta, virgen, era una bacante de pensamiento, y las mismas lecturas disparatadas y descosidas que le habían enseñado los recursos y los pintorescos horizontes de la lascivia letrada, le habían dado un criterio moral de una ductilidad corrompida, caprichosa, alambicada, y, en el fondo, cínica.

Cuando Catalina creyó que la emoción de su amiga se había calmado un tanto, repuso: Mi buena Marta, ésta es una batalla decisiva, tenéis que calcular las probabilidades con fría prudencia, como un soldado que ve al mismo tiempo la muerte y la victoria ante sus ojos.

¡Pero, Enriqueta! Mi querido Adalberto, te ruego que no me vuelvas a cantar tu antífona: «Marta era mi carne y mi sangre;» ya lo sabemos.

No puedo decirte más que una cosa: Marta es una criatura delicada, tierna e impresionable; jamás podría resistir al torrente de penas y de tormentos que caería sobre ella: se doblaría como una frágil caña al primer soplo de la tormenta.

Es una desgracia, Marta, y os compadezco sinceramente.

Cinco dollars, en pago de diez palabras inútiles, es demasiado, qué dices Marta? Y los ojos de Seth resplandecieron viendo que su bien amada echaba á la risa el percance de Maese Fox.

Quizá Marta estuviera enferma, quizá las sacudidas de la víspera habían perturbado violentamente su sistema nervioso.

Marta, por el contrario, debe estaros agradecida.

Marta, la más pequeña, habia sido una bella flor nacida con la aurora, y que fué á dejar su inocente aroma en los jardines del cielo.

El caballo era seguro, y Marta era una muchacha prudente que se servia mas de las riendas que del látigo; pero en el ángulo de la calle de Taitbout y de la calle de Helder, me equivoco, en la esquina de la sétima y octava avenida, hay un terrible empedradito, hecho, segun creo, por algun veterinario interesado, porque, hace diez años, no se pasa un dia sin que se caigan en él los caballos.

Mientras iba y venía disponiéndolo todo, el joven no cesaba de bromearla en el mismo tono cariñoso de los primeros tiempos, y eso que Marta, aunque de corto todavía, era ya una verdadera mujer, y no de las menos lindas, como hemos tenido ocasión de decir.

Tengo la presunción de creer, por lo tanto, que aunque Marta y María no sea una novela bella, es una novela realista.

Si Marta fuese novia mía y cualquiera de estos barbarotes la faltase al respeto de obra ó de palabra, ¿qué iba á hacer yo?...

No hay que tocarpensé de pronto,Marta oiría.

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En cuanto á Marta, era una peonia; se hubiera dicho que la sangre iba á saltar de sus mejillas carmeses.

Marta y el fámulo Wagner son dos personajes cómicos que pueden servir de modelos.

Marta Körner era una rubia de veintiocho años, muy fresca, llena de grasa barnizada de morbidez y suavidad; su principal mérito físico eran sus carnes; pero ella buscaba ante todo la gracia de la expresión y la profundidad y distinción de las ideas y sentimientos.

A veces sentía remordimientos al pensar que abusaba de la confianza de Roberto, pues él no sospechaba que Marta estuviera en el secreto; pero, cuando la miraba, cuando veía desplegarse su sonrisa, y brillar en sus ojos soñadores la paz y la felicidad, me decía que era imposible que hubiera procedido mal, y mis escrúpulos se acallaban.

Cuando nuestros caballos pasaron el portón, Marta estaba en la ventana de la cocina y nos hizo señas con su delantal blanco.

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