620 colocaciones para niñas

Y le cogió el rostro a la niña y le dió un beso en cada mejilla, diciéndole al mismo tiempo: He tenido una gran suerte en conocerla.

Luego la competencia de otros pollos le encendía la sangre y los deseos de hacerse pronto dueño de la mano de la niña.

Felicitemos, pues, de todo corazón a la afortunada niña y sigamos atentamente al noble salvaje en la tarea de perfeccionar la obra primorosa que la Naturaleza había llevado a cabo al crearle.

Una sonrisa para el espejo donde, inclinándose, vió su cara preciosa un poco descolorida; otra sonrisa para la ventana, ya acariciada por el sol pálido de noviembre...; otra, para el cielo; los ojos garzos y acariciadores de la niña subieron hasta él dulcemente al través de los vidrios empañecidos por la helada....

¿Y ha pensado usted en qué condiciones le confiaría la tutela de Carmen? ; lo he pensado: le dejaría a mi hermana la mitad de mi fortuna con la condición de que fuese una buena madre para la niña.

La dulce voz de la niña le hizo estremecer.

Pero Él, habiéndolos sacado a todos, tomó al padre de la niña a su madre y a los que estaban con él, y entró donde yacía la niña.

Gemía la lluvia en incansable lloriqueo y todo era desolación y acabamiento en el paisaje, lo mismo que en el alma inocente de la niña de los ojos garzos.

Ramoncito iba a decir que con todas las veras de su alma; mas por encima de la cabeza de la niña, Castro principió a hacerle signos negativos, con tanta furia, que el pobre dijo con voz apagada: No ... yo tampoco puedo....

Fué a ver a su hija al colegio de niñas pobres.

XI Cuando Rita recibió a la puerta del palacio el maltratado cuerpo de su niña, tomóle bajo su cuidado como un sagrado depósito y le hizo reposar entre lienzos albos y finos, orlados de puntillas, en la cama dorada, bajo la colcha joyante y rica....

La misma figura de niña con alma y años de mujer.

Nada, nada, señora condesa, yo lo aconsejo a todas las madres de familia que conozco, y les digo: «mucho cuidado con las niñas mientras sean solteras.

Butrón, triunfante y satisfecho, entraba otra vez con Jacobo en el palco de Currita, y empujándole hacia la dama con aire de papá bonachón que satisface un capricho de la niña, cogió con una de las suyas las dos manos que ella y él se estrechaban al saludarse, murmurando, con sentenciosa indulgencia, aquellas palabras de Shakespeare: Old, old history!...

Un grupo de cinco o seis niñas, entre las cuales estaba Esperancita, hablaba animadamente con algunos pollastres.

Entonces andaba viajando Guzmán; y se cuenta que al volver a Madrid, teniendo ya la niña cerca de un año, en la primera visita que hizo Pepe a su amiga, le colocó ésta delante de un espejo y puso al lado de su cara la cara de la niña.

El Comendador estuvo un rato observando aquella escena muda, y se convenció de que ni Doña Blanca ni D. Valentín recelaban nada de los amores de la niña.

Desde la muerte de su madre, señá Rosa había establecido una escuela de niñas, a que en los pueblos se da el nombre de amiga, y en las ciudades, el más a la moda, de academia.

El bárbaro mozo se calmó de repente, deteniendo el trueno de su voz ante la imagen seductora de la niña.

En voz muy baja, con las manos enlazadas, inclinando de vez en cuando la cabeza para rozar con los labios la frente de la niña, hablaron largo rato, mejor dicho, soñaron despiertos, queriendo penetrar en los abismos insondables del tiempo.

Problema: ¿por qué misteriosas alquimias pasaba esta cantidad para alimentar las siguientes partidas: casa de diez y ocho mil reales, buena mesa, estreno constante de ropa por todos los individuos de la familia, lujosos vestidos de baile para las niñas, landó, palco a primer turno al Teatro Real, excursiones a los otros teatros, viajes de verano, imprevistos, etc...?

No decimos el nombre de la niña, porque no lo sabemos; es más, no lo sabe nadie.

Cuando no escribía cartas, Fernando, comúnmente aburrido de su ordinaria tertulia, pasaba largas horas en el cuarto de las niñas.

Habíase dedicado a la educación de la niña enferma, que le debía la vida, y aunque cultivaba un suelo ingrato y estéril, había conseguido a fuerza de paciencia hacer germinar en él los rudimentos de la primera enseñanza.

La resolución de no comulgar a la mañana siguiente le dio una alegría de niña; era como un día de asueto.

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