191 colocaciones para vergüenzas

Un sentimiento de vergüenza volvió a acometerla.

A mucho ... y se me caería la cara de vergüenza.

Y el comandante, librándose del abrazo, acabó por inclinar su cabeza, rojo de vergüenza al pensar que aceptaba una mentira, pero agradeciendo al público aquella ovación, la primera de toda su existencia.

Por no separarse de su mujer, a cambio de las migajas de su amor, sufría aparentando desconocer su vilipendio, se burlaba de otros maridos infortunados, pretendiendo garantizar con la osadía la falta de vergüenza; hizo papel de engañado, y así, insensiblemente, fue pasando de la debilidad a la costumbre y de la costumbre al envilecimiento, hasta ser un ejemplar extraordinario, un caso de ceguera moral inverosímil y absurdo.

¡Pues se quedará con la cara, Pulido!... ¡No faltaba más! Una mujer sin crédito, sin pizca de vergüenza...

Me levanté estupefacto, el rostro encendido de vergüenza y de ira.

nombró por capitan á un criado suyo llamado Frias, y por almirante al capitan Pedro de Arana, con órden que siguiese al enemigo hasta la costa de la Nueva España; salieron del puerto, y muy buenos soldados y hombres de vergüenza en ellos; pero como el enemigo habia pasado adelante, sin hacer otro efecto se volvieron al Callao.

Lady Evelina sintió toda su sangre refluir a su corazón, y el rubor de la vergüenza coloró vivamente su rostro.

¿Por qué ha de tenerse por burlado un hombre de noble corazón, si en vez de lograr los fáciles favores y de gozar de las compradas caricias de una mujer sin vergüenza, se halla con una mujer digna y honrada que anhela merecer y obtener su estimación, que le brinda con su más fervorosa amistad y que le tiende confiadamente las manos? Al hablar así con verdadera efusión, Juanita tendió, en efecto, las manos a don Andrés.

Clementina dió un grito de vergüenza.

Y la pobre mujer ruborizábase, mostrando en su cara nacida y lustrosa de monja enclaustrada la misma expresión de vergüenza que si fuese ella la autora de la carta.

Sentía, al escucharlas, una mezcla extraña de vergüenza y placer, de celos y de orgullo que le agitaba.

De aquí también proviene que ni á Príncipes ni á Reinas se respete como merecen, ofreciéndolos en situaciones harto libres y poco dignas, y poniendo en sus labios palabras nada conformes con la moral ni con su rango; los criados hablan sin temor, las doncellas sin vergüenza, los ancianos con cinismo, etc.

POR lo cual teniendo [nosotros] esta administracion, segun la misericordia que hemos alcanzado, no desmayamos: 2 antes quitamos [de nosotros] los escondrijos de vergüenza, no andando con astucia, ni adulterando la palabra de Dios: mas en manifestacion de verdad encomendándonos á nosotros mismos á toda conciencia humana delante de Dios.

Y cuando no los subyugaba ni los rendía el influjo encantador de la aventurera italiana, acudían en tropel a atormentarlos mil amargas cavilaciones que le herían y emponzoñaban el alma y sacaban a su rostro el color rojo de la vergüenza.

El rostro de la muchacha fue delator del libro: Pepe entró y, quitándoselo de las manos, lo hojeó unos instantes mientras ella huía avergonzada, sintiendo por primera vez en su vida una llamarada de vergüenza que la abrasó la cara.

Corrió por todo su cuerpo un estremecimiento inexplicable de placer, de miedo, de vergüenza; un estremecimiento delicioso que la dejó lánguida y desvanecida con los ojos cerrados y el rostro pálido.

Allí iba la tonta, la literata, Jorge Sandio, la mística, la fatua, la loca, la loca sin vergüenza».

Si algún estúpido sin vergüenza cree que me dejas tu fortuna por haber sido tu querida, Dios, y yo sabemos que me la dejas por haberme portado bien.

No queremos guerra; por el contrario, deseamos la paz, pero paz digna que no colore tus mejillas ni manche de vergüenza ni rubor tu frente; y te juramos y prometemos, que América con su poder y sus riquezas, podrá quizás aniquilarnos matando á todos; pero esclavizarnos, jamas!!!

No te haga guardar silencio una mal entendida piedad y compasión hacia él; porque, créeme, Ester, aunque tuviera que descender de un alto puesto, y colocarse á tu lado, en ese mismo pedestal de vergüenza, sería sin embargo mucho mejor para él que así sucediera, que no ocultar durante toda su vida un corazón culpable.

Tras esta apasionada declaracion, la sultana calló, y doblegó su frente bajo el peso de la vergüenza.

El viejo aún estuvo más de una hora en la taberna, hablando á solas, advirtiendo que la cabeza se le iba; hasta que, molestado por la dura mirada de los dueños, que adivinaban su estado, sintió una vaga impresión de vergüenza y salió sin saludar, andando con paso inseguro.

Penséme morir de vergüenza; no volví a despedirme de aquel con quien estaba.

¿Ese valiente sin vergüenza?

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