169 oraciones de ejemplo con gavilanes

gavilanes, m. pl., cross-bars of the guard of a sword; guard (of a sword-hilt).

Por alli la Tierra es mui fria; tiene mui buenos paftos para ganados: ai Aves de muchas maneras: Anfares en gran cantidad; Patos, Anades, Patos Reales, Dorales, i Garçotas, i Garças, Perdices: vimos muchos Halcones, Neblìs, Gavilanes, Efmerejones, i otras muchas Aves.

y sus gavilanes nielados de oro, lo mismo que el arriaz, daban aspecto artístico y lujoso a la empuñadura.

Saludónos a su manera, y tras él entró un mulato, zurdo y bizco, un sombrero con más falda que un monte y más copa que un nogal, la espada con más gavilanes que la caza del rey, un coleto de ante.

En la cruz de sus recios gavilanes las católicas luces nos traía, en sus fuertes aceros la hidalguía, en sus pechos, olímpicos afanes.

Pues llevarla a su casa Cervantes, no podía ser, que él vivía con tres camaradas, el mejor de los cuales no le hubiera querido el diablo por empeño, y hubiera sido como meter una paloma en un nido de gavilanes.

Había también melancólicos laneros de Galicia, baharís de Mallorca, rubios tagarotes de Berbería; y no faltaban, por cierto, los ilustres gavilanes de Pedroche, que sólo se dignaban caminar sobre un paño de tinte vistoso.

Luego se la hundió ferozmente, a través del justillo, toda entera, toda, toda, hasta los gavilanes.

Juan Claudio y Marcos Divès se conocían desde la infancia; juntos habían ido a coger nidos de gavilanes y mochuelos, y desde entonces continuaban viéndose casi todas las semanas, por lo menos una vez, en la fábrica de aserrar del Valtin.

Era una bandada de pinzones que volaba sobre el abismo, y centenares de halcones y gavilanes se agitaban sobre ellos, dando vertiginosas vueltas y gritos estridentes para azorar a su presa, mientras que la bandada parecía inmóvil, de densa que era.

La punta de la nariz del recién llegadola nariz de la señora Lefèvrerelucía como el bronce; sus rubios bigotes temblaban; cualquiera hubiera pensado en uno de esos gavilanes grandes y flacos a los que el hambre lleva a las puertas de los establos en invierno.

Espada de gavilanes traigo y daga de ganchos.

Quevedo permaneció inmóvil con el sombrero echado al costado derecho y la mano izquierda puesta sobre los gavilanes de la espada.

Sus ojos se animaron, su boca se entreabrió en un movimiento de sorpresa; devoraba más bien que miraba un escudo cincelado en una chapa de oro entre los gavilanes.

En la llama de su mirar vibraba el alma de los grandes capitanes, gallarda y de través como los gavilanes de la espada.

Parecíame que la puerta con el cerrojo echado debió de excitar las sospechas de aquel hombre y que probablemente nos echaría encima á todo su nido de gavilanes.

¡Hermosa y noble locura! A los ochenta años, cuando murió, aún tenía el alma soberbia, gallarda y bien templada, como los gavilanes de una espada antigua.

En Burdeos estaban el ex jesuíta Rafael Martínez, el coronel de Caballería Gavilanes, el bibliotecario Gallardo, el fraile músico Moliner, el coronel Colombo, el capitán Arquez.

¿Qué girifaltes, qué sacres, qué neblíes, qué esmerejones, qué primas, qué tagarotes, qué baharies, qué alfaneques, qué azores, qué alcotanes, qué gavilanes, qué águilas tan subidas en alto vuelo bastarán á abatir en tierra con sus uñas la páxara escondida en las nubes, como yo, sábia Celestina, con mis palabras cautelosas abatí á mi peticion al muy encerrado propósito de Roselia?

Sin embargo, bueno será distinguir: como la daga tiene filo, necesita guarnición y gavilanes para proteger la mano, cosa que el puñal no lleva, pues hiere sólo de punta.

Desde la puerta mampara del corredor se le veía escribiendo con una pluma de ave, con una letra española de finos gavilanes, dedicándose a estas fórmulas tan queridas por los españoles: «Mi querido amigo y dueño: Su majestad el Rey, que Dios guarde, etc., etc.

Yo te aseguro que está cerca el momento en que mismo, puesto en fuga, pedirás al padre Júpiter y á los demás inmortales que tus corceles sean más veloces que los gavilanes; y los caballos te llevarán á la ciudad, levantando gran polvareda en la llanura.

Rodeando la gruta, había crecido una verde selva de chopos, álamos y cipreses olorosos, donde anidaban aves de luengas alas: buhos, gavilanes y cornejas marinas, de ancha lengua, que se ocupan en cosas del mar.

Entonces pasaban algunos mochuelos y gavilanes.

Los gavilanes rampantes, con garras sangrientas para despedazar la caza.

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