711 oraciones de ejemplo con le valió

Llamó la atención, y le valió unánimes aplausos, un juego de sortija que se organizó en el medio del salón.

Este procedimiento prudentísimo no le valió, sin embargo.

Cantó con brillantez febril el vals y la escena del encuentro con Romeo le valió una entusiasta salva de aplausos.

Sin duda el artista comprendía muy bien todo el valor de su mano en capilla, puesto que produjo una obra sublime que le valió el perdon.

Nuestro jóven le miró de alto abajo, y exclamó:«Pues compadre, está usted adelantado, para la edad que tiene!» Frase que le valió un coro de carcajadas de todos los que le rodeaban, un tremendo bofeton del militar-paisano, y la probabilidad de pasar la noche en la prevencion con todos sus compañeros, que salieron bizarramente á su defensa.

Nada le valió con todo para apaciguar al de la carátula.

Allá entre los pliegues de una cortina de damasco se escondía la tercera, como si quisiese esquivar la ceremonia afectuosa; pero no le valió la treta, antes su retraimiento incitó al primo a exclamar: ¿Doña Hucha, o como te llames?...

La hazaña le valió la gran cruz de Isabel la Católica.

Para desarrollarlo, le valió de mucho el amplio movimiento del teatro español, cuya libertad cinematográfica (semejante a la del inglés isabelino) permitía mostrar a los personajes en todas las situaciones interesantes para la acción, cualesquiera que fuesen el lugar y el tiempo; y así, bajo el principio de unidad lógica que impone a sus caracteres, gozan éstos de extenso margen para manifestarse como seres capaces de aficiones diversas.

No le valió la artimaña, y fue preso.

Su hermano lo descubrió, y tuvo la crueldad de llevarse el libro y la copia, lo que de nada le valió, porque a los dieciocho años ya estaba Sebastián de músico en la corte famosa de Weimar, y no tenía como organista más rival que Haendel.

Primero se puso a cambiar, y luego a vender churros, pues tenía tino de comercianta; pero nada le valió su buena voluntad, porque hubo de cogerla de su cuenta la Diega, que en pocos días la enseñó a embriagarse, y otras cosas peores.

Imaginó, por último, Elisa, que le iba sucediendo con el Conde lo que al pastorcillo embustero de la fábula, que gritaba: «¡Al lobo! ¡Al lobo!» cuando el lobo no venía, y que una vez que el lobo vino, no le valió gritar «¡Al lobo!» porque los que podían socorrerle no dieron crédito a sus gritos.

No se atrevió a decírselo tan claro; pero como lo sentía, algo la dijo que sonaba a ello y le valió el regalo de una mirada que valía otra zambullida.

Entonces compuso sus comedias «Los dos ciegos» y «El bosque», que más tarde había de representarse en el teatro Odeón; y poco después, hallándose en Córcega, publicó un libro autobiográfico, esmaltado de graciosos paisajes de alma, que titulaba «El primer día del año de un vagabundo», y le valió de Víctor Hugo un billete de cien francos y una carta que empezaba así: «Su libro me ha recreado y conmovido.

publicó «El comediante», folleto terrible, que le valió una contestación inolvidable de Cocquelin y el odio de todos los actores, quienes, reunidos en asamblea general, prometieron dedicar á monsieur Mirbeau «su indiferencia y su desdén».

Su obra «Las primeras armas de Fígaro», estrenada por Déjazet, fué un éxito que le valió ser llamado «el nieto de Beaumarchais».

La pregunta le valió una puñada por parte de otro espectador, que gritó: «¡Viva el duque Miguel!» y la Princesa volvió a ruborizarse, más hermosa que nunca.

Tal fue el relato de Juan, que le valió buena recompensa; y aunque me pidió que le permitiese quedarse en Tarlein, conseguí que regresase al castillo, donde lo necesitaba mucho más, encargándole anunciase a la señora de Maubán que estaba procurando auxiliarla y que ella dijese al Rey en mi nombre algunas frases de esperanza y de consuelo.

No se sabe qué dijo en la carta de petición; lo natural era recomendarse a su benevolencia como compatriota, y sin embargo, Toscanelli, el famoso «Paulo físico», cuando le contesta desde su tierra enviándole el plano geográfico que tanto le valió para los descubrimientos, da a entender que lo cree portugués y le habla del esforzado valor de los navegantes de su país...

Esta sinceridad le valió nuevas largas de quien tenía derecho para atarle corto; pero él no las quiso, es decir, no usó de ellas, porque le bastaba con las que ya tenía para expansión necesaria de las fuerzas de su temperamento.

Y no obstante, como ella, para hacer frente a un hecho, siempre tenía pronta una idea, amparose de una bellísima, que le valió de mucho para consolarse.

No le valió haberse fabricado por debajo una osamenta enorme: sus gigantescas costillas no son bastante consistentes para mantener suficientemente libre y abierto el pecho.

Sala de Colón se llama todavía (¡y con qué profundo respeto la visitamos nosotros!) aquella en que se dice fué escuchado el ilustre genovés por los Padres Dominicos y por varios Doctores de la Universidad, los cuales (especialmente los primeros) se entusiasmaron mucho oyéndole, y lo alentaron con su protección más decidida, que le valió al cabo la del Maestro Fr.

Poco sobrevivió á esta feroz proeza, que le valió el epíteto de Doña María la Brava; pero más de un siglo los bandos que de ella nacieron entre los caballeros salmantinos ligados con una ú otra familia, á los cuales se dice servía de línea divisoria, rara vez hollada, el Corrillo de la Hierba, explicando este título, allá como en Zamora, por lo solitario y medroso del sitio.

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