3906 oraciones de ejemplo con novia

Nos auxiliábamos para el estudio; paseábamos juntos, hasta cuando Luis iba a rondar la casa de cierta novia cursi que se había echado; juntos nos sentábamos a la mesa del café de Levante; juntos íbamos, cuando danzaban en nuestro bolsillo algunos realejos, a nuestra distracción favorita, el paraíso del Teatro Real.

Iba la novia tan radiante de animación, comentando tan alegremente el relato del Padre, que cruzó por mi mente una sospecha respecto al Abencerraje con sayal.

Era evidente que la novia de mi tío no llevaba vida de Cenicienta, ni al contraer matrimonio obedecía al deseo de emanciparse, de reinar en su casa, que impulsa a tantas solteras a acoger bien al primero que las dice algo de amores.

Pero sucedía lo contrario: mi tío me irritaba, me sublevaba el alma secretamente; y al creer advertir en su novia gérmenes de sentimiento análogo, me sentía atraído hacia ella, por una fraternidad psíquica que iba derecha hacia el enamoramiento.

Lo único a que aspiré fué a averiguar si eran ciertos mis barruntos, si la novia detestaba al novio, y si a podía verme con tierna indulgencia.

De vuelta del baño tomábamos el desayuno dónde y cómo quería cada cual; libertad sumamente propicia a encontrar a la novia en grato aislamiento, por el huerto o por el jardín.

Cuando creí hacer este descubrimiento, percibí un impulso de simpatía hacia la casta novia.

Los condenados se agarraban al paño de mis ropas; sin variar de postura, alcé los ojos hacia la novia murmurando: «Se me pegan».

Era una escena grotesca, para desternillarse de risa, y yo me entretenía en saborearla, cuando a la novia preguntar impaciente: ¡Cándida! ¿Dónde está Cándida?

Pero la novia intercedió por la víctima.

Noté también que la novia no revelaba mayor complacencia y ternura al hablar con su padre o con su hermano.

Por fortuna el fraile y la novia pasaban entonces bajo las calles cubiertas del espaller, y ni era posible que mirasen hacia el Tejo, ni que viesen aunque mirasen.

Lo de las pocas simpatías advirtió con rara sagacidad la novia no será por lo de los manejos políticos, porque, Padre, en eso el que menos y el que más... A se me figura que es por otra cosa... ¿Ha reparado usted la cara de Felipe? , la he reparado...

Es... ¡Caramelo, qué apuro! Es de judío afirmó terminantemente la novia.

No si habré oído bien la última parte: se me figura que así, poco más o menos, habló la novia: Claro que no podemos prescindir de la gracia de Dios: pero creo que no es vanidad el asegurarle que he de cumplir con los deberes que me impongo.

Arribiña, que ya están poniéndole cascabeles a la novia... ¿No oye la orquesta del teatro Real, Imperial y Botánico?

En cambio el ahijado... ¡Dios sabe! Joven, elegantón, acostumbrado a los festines de la corte... Despachado el chocolate entramos en la sala, se oyeron en el pasillo voces femeniles, exclamaciones, y apareció la novia rodeada de varias amiguitas pontevedresas convidadas a la ceremonia y seguida de Candidiña, de doña Andrea, de la chiquilla, que se atropellaban por contemplarla mejor.

Las amiguitas se dedicaron a arreglar a la novia los volantes, a recoger las perlitas del bordado, algunas de las cuales andaban por el suelo ya.

Aún no había empezado el baile, cuando volvió a aparecer la novia, ya sin mantilla; había tomado un sorbo de chocolate y venía a cumplir sus deberes de sociedad.

El tenerla así enlazada en aquel camarín vegetal, aromático, espolvoreado de oro por el sol que a veces, colándose entre las ramas, lanzaba una juguetona estrellita de luz al pelo o a la frente de la novia me volvía loco.

Lupercio Pimentel, el ahijado de D. Vicente Sotopeña, ocupaba el puesto de honor a la derecha de la novia.

Tendió la vista en derredor, e inclinándose hacia mi tío por encima del hombro de la novia, le que murmuraba: Y el alcalde de San Andrés, ¿cómo no está aquí?

¿Qué temerá la blanca novia?

Fuéronse la novia del brazo de Pimentel y el novio y suegro muy compinches.

16 Congregad al pueblo, santificad la reunión, juntad [a] los viejos, congregad [a] los niños y [a] los que maman; salga de su cámara el novio, y de su tálamo la novia.

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