69 oraciones de ejemplo con sumo pontífice

Esto nos advierte que hay una gran verdad, un gran secreto, una gran ciencia; esto nos advierte que hay un espíritu, y que ese espíritu, esa exhalacion que no se toca, que no se ve, que no se mide, que no se compra ni se vende, es el gran poder de la tierra, el sumo Pontífice de la vida humana.

Al fin intima al Sumo Pontífice que renuncie al gobierno temporal de los Estados romanos.[50-2] El Papa contesta que no le es posible hacerlo, porque no son suyos, sino de la Iglesia, cuyo administrador lo hizo la voluntad del Cielo....

, y nosotros volvemos la cabeza horrorizados, 25 creyendo que los franceses amenazan al Sumo Pontífice....

Volvió, pues, el Sumo Pontífice a recorrer el mismo camino 20 en que le habían encontrado los prisioneros españoles, y he aquí cómo describe Chateaubriand[54-2] la despedida que hizo Francia al sucesor de San Pedro: «Pío VII caminaba en medio de los cánticos y de las lágrimas, del repique de las campanas y de los gritos de ¡Viva el Papa! 25 ¡Viva el Jefe de la Iglesia!...

Juan Martínez de Leyva fué por embajador al Sumo Pontífice para alcanzar indulgencia á los que se hallasen en esta santa guerra.

El arzobispo de Toledo podía colocarse en la mitra una corona o dos, y no digo tres porque pienso en el Sumo Pontífice....

Ir a verla para ceder y caer en sus redes, burlándose de sus votos, dejando mal al obispo, que había recomendado su solicitud de dispensa, y hasta al Sumo Pontífice, que la había concedido, y desistiendo de ser clérigo, le parecía un desdoro muy enorme.

Era el príncipe de Mónaco, sumo pontífice de la ciencia oceanógrafica, el que afirmaba para siempre la existencia del fabuloso kraken con los descubrimentos de sus sabias correrías á través de las soledades oceánicas.

Allí estaba el tío Juan con la bolsa abierta para costearle la carrera que más le gustase... aunque quisiera ser Sumo Pontífice.

Favorable acogida alcanzaron los dos comisionados en el ánimo de aquel ilustre Príncipe, quien comenzó, á fuer de prudente y morigerado, por entregarles una carta para el mismo prelado Arias, en que le suplicaba devolviese los bienes á los Hermanos de la pobre vida y les permitiera hacer uso de la concesión del Sumo Pontífice.

Con sobrada razón mereces apellidarte el sumo pontífice de todas las creencias, el gran ciudadano de todas las repúblicas y el archi-metafísico de todas las metafísicas.

Esta es una parte de una oración compuesta nada menos que por el Sumo Pontífice Gregorio VII, en su Ejercicio Devoto de la Pasión de Cristo (Manila, 1905).

Yo, aunque indigno, soy uno de ellos y soy responsable ante Dios y ante el Sumo Pontífice de mis actos.

Que no sirvan al Sumo Pontífice, lo saben aquellos mismos padres que para este fin fueron llamados de Roma, y procesados, que ni quiero ni puedo nombrarlos, ni estenderme mas en esto, por no verme obligado á hablar de algun príncipe á quien no da mucho gusto este mi discurso.

El culto de la Virgen María, la confesión auricular, la autoridad espiritual del Sumo Pontífice, que tanto se critica por los disidentes, para son signos de su divinidad y medios poderosos para nuestra salvación.

Algunos cándidos católicos gritan ¡viva Alemania! porque están ciertos de que así que el Kaiser aniquile á la Francia su ocupación más urgente será colocar al Sumo Pontífice en su trono temporal y restablecer la Inquisición; muchos socialistas, cándidos también, gritan ¡viva Francia! porque suponen que detrás de su triunfo no se hará esperar el reparto de la propiedad.

Marianito, según ella, ganaba millones; Josefina pasaba por gran amiga del Papa; su casa estaba llena de cardenales, y si el Sumo Pontífice no iba á visitarla, era porque el pobrecito vivía en el Vaticano.

En esa época no había periódicos para propagar con rapidez las noticias interesantes, y á nadie fué dado mejor que á Pedro Mártir desempeñar ese servicio por medio de sus corresponsales que eran tan numerosos como distinguidos, por lo general personajes eminentes, empezando por el mismo Sumo Pontífice, que recibían y trasmitían á otros las palpitantes novedades de sus cartas.

Parecía despacho más que otra cosa la tal pieza, por la regular balumba de libros y papeles que en diversos lugares de ella había; y las paredes se vestían con mapas, láminas de santos, el busto del Sumo Pontífice y un gran cuadro que contenía el retrato al óleo de un obispo, representado con pluma en la mano.

Parecía despacho más que otra cosa la tal pieza, por la regular balumba de libros y papeles que en diversos lugares de ella había; y las paredes se vestían con mapas, láminas de santos, el busto del Sumo Pontífice y un gran cuadro que contenía el retrato al óleo de un obispo, representado con pluma en la mano.

Finalmente, todo aquello les concedió, donó y asignó, que el Sumo Pontífice tenia, y dar, conceder y asignar podia.

Los templarios se sujetarán al juicio que les abren, en justa obediencia al mandato del sumo pontífice, única autoridad de ellos reconocida, aunque tan ruínmente se postra delante del rey de Francia; pero ni dejarán las armas, ni se darán a prisión, ni soltarán sus bienes y castillo, sino caso de ser a ello sentenciados por los concilios.

Don Rodrigo Yáñez, menos preocupado que sus hermanos, y convencido íntimamente de que aquella venerable institución había caducado a las destructoras manos del tiempo, no parecía dispuesto a resistir las órdenes del sumo pontífice, ni menos recelaba sujetarse a la jurisdicción y juicio de los prelados españoles, dechado entonces de ciencia y evangélicas virtudes.

Sólo el rey de Portugal permanecía en lo exterior, frío espectador de la contienda, si bien en su ánimo estaba inclinadísimo a la religión del Temple, y aun empleaba buenos oficios con el Sumo Pontífice para apartar de su cabeza la tormenta fatal que desde los más remotos ángulos de Europa venía a amontonarse sobre ella.

Así, pues, echó mano como de costumbre de sus cábalas y maquinaciones, y comenzó a sembrar la cizaña de su encono en el ánimo de los obispos, infundiendo recelos de discordias con el sumo pontífice en algunos, y amenazando a otros con los alborotos que pudiera ocasionar en la mal sosegada Castilla la resolución de dar por libre de sus votos a don Álvaro.

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