26 oraciones de ejemplo con tapiales

71 Yo primero sembré trigo y después hice un corral, corté adobe pa un tapial, hice un quincho, corté paja... ¡la pucha que se trabaja sin que le larguen un rial!.

El césped que crecía al pie de los tapiales de las heredades contiguas ofrecía asiento en todo lo largo del camino, y los ramos y follaje que rebosaban por cima de los setos y bardales, formando una bóveda de verdura, templaban los duros rayos del sol, o las asperezas del viento en las estaciones rígidas del año.

Subid por el tapial, y de allí por el abedul tomad tierra: catad de non caer, e si caedes catad de lastimaros razonablemente e nada más.

Mas hemos llegado al lugar: vos faredes la escucha, buen Tomillas, mientras yo guindo mi persona por el tapial, ansí como me hagan la seña.

Camino por las afueras, bordeando los interminables tapiales de tierra apisonada.

Lo veo todavía, con su bajo tapial, su puerta de hierro oxidada y difícil de abrir, con centenares de cruces negras ocultas por la hierba.

llegaron, tomaron á la izquierda por la estrecha calleja del postigo, revolvieron á la derecha, y se entraron por unos tapiales derribados, en un ancho hundimiento.

Mira desde la plaza de S. Salvador aquella fachada angular que sobre los modernos tapiales de S. Pablo descuella: las atrevidas restauraciones que desfiguraron el templo por dentro, han respetado ese sencillo paredon del siglo XIII; en su vértice hallarás metida aún en su nicho una linda estatuita de Sto.

Al terminar los tapiales en el campo, desde su extremo se veían en un cerrillo las copas puntiagudas de los cipreses del cementerio de San Martín, que se destacaban rígidas en el horizonte.

Era éste tan ancho como una plaza; una pradera salvaje limitada por ruinosos tapiales.

A poco que anduvo, se encontró en un claro y delante de una casita, que á ser de dia, se hubiera visto que estaba construida con tapiales de tierra y cubierta de bálago, junto á la cual pasaba un ruidoso arroyo que fecunda un pequeño huerto plantado de hortaliza y de árboles frutales, y defendido al norte por una peña tajada.

La cumbre se habia allanado y cercado con un tapial, y una noria, á que daba vueltas un enorme buey, mantenia la frescura y la frondosidad de un emparrado, colocado como un toldo delante de la fachada de la casa, y que corria hasta la puerta de la atalaya, y á las legumbres y á los árboles frutales que ensanchaban sus frondas odoríferas, bajo el templado cielo del Mediodía.

Cuatro tapiales, desportillados por más de un sitio, y en paz.

Entre los viejos tapiales, dorados por el sol poniente, que rodeaban aquel huerto de olvido, se debía de dormir muy bien...

[Illustration] [Illustration] XV EL MENSAJE DE LAS PALOMAS HOY parte el poeta: después de medio día vendrá junto a los tapiales del huerto para despedirse de su amada.

Dentro de los tapiales había varias huertas con sus pozos y sus fuentes, una granja de labor, un picadero y una cuadra para los caballos del infante don Francisco.

Hay armas, municiones, y por sabido se calla, corazón; la iglesia y su torre son fuertes; hay una buena empalizada de bambú y otra de tapial; con menos que eso se resiste á un ejército; y los que quieren entrar en Arringuay son cuatro gatos...

Usábase también de los mismos aparejos: el tapial, el hormigón y la mampostería; el sillar paralelepípedo, el ciclópeo y el almohadillado; la sillería de juntas en cruz y la de juntas verticales; los revoques y los enlucidos.

, que tras de estos tapiales, bien sin ser vistos, podemos terminar nuestro combate.

De un costado y otro del edificio, y siguiendo el plano del frente, arrancaba el alto tapial de la posesión, doblábase á poco en dos ángulos rectos, é iba ladera arriba, hacia el fondo, cuya pared era medianera entre la huerta de Alberto y la de la viuda de Ciorretti.

Abejitas que hacéis la cera, abejitas que hacéis la miel; no es el narciso, ni es la azucena, ni es la rosa, ni es el clavel, ni es la flor del agua de espuma y cristal, ni la madreselva que cubre el tapial... Con vuestra cera haré á la Virgen un cirio para le ofrecer.

Los rosales del tapial temblaron de emoción.

Acteón, al llegar á Sagunto por las mañanas, veía en lo alto de los muros centenares de esclavos que reparaban las almenas desmoronadas por el tiempo y cubrían las grietas que muchos años de paz habían abierto en los fuertes tapiales.

Pero por lo mismo que aquel lado de la ciudad resultaba el más expuesto á un ataque, las murallas, que en la parte alta de Sagunto eran de tapial, tenían allí una robusta base de rocas, y en vano las cabezas de carnero de bronce con que remataban los arietes topaban y topaban, movidas por centenares de brazos.

Se asomaba a la verja de la puerta siempre como «la protagonista y buscaba el belvedere estilo portugués de la esquina del tapial para asomarse tranquila en otra orientación extrema.

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