81 oraciones de ejemplo con ópalo

El valle, verde, húmedo y reluciente, perfectamente iluminado por los rayos oblicuos del sol, parecia un inmenso tapiz de esmeralda salpicado de manchas de azabache y ópalo, y en el fondo se agitaban las ondas del lago de Lowerz con los últimos estremecimientos causados por el soplo de la borrasca.

Las paredes las formaban un enrejado de bambú forrado de seda amarilla; el sol, pasando a través de ellas, proyectaba una luz sobrenatural de ópalo claro.

El cuarto está a media luz, una luz como la de las estrellas, que viene de la lámpara de velar, con su bombillo de color de ópalo.

En el fondo de esta masa verdosa, iluminada con transparencias de ópalo por el sol poniente, veía agarradas a las peñas extrañas vegetaciones, bosques minúsculos, en cuyas frondas pegajosas movíanse bestias de formas fantásticas

Sobre la bóveda de zafiro, la luna, como un ópalo gigantesco, brillaba pálida.

, cuando muere la luz entre celajes de ópalo y grana.

Ni el clamor de las olas, ni su cambiante manto de ópalo y plata y zafiro, ni los hermosos celajes abrasados por los rayos del sol moribundo serenaban jamás por completo su frente.

La noche era espléndida; sobre un cielo sereno se extendía el vapor majestuoso de la vía láctea, semejante a una gran veta de ópalo sobre una bóveda de zafiro.

El Sr. Grilo, no sólo ha manejado siempre con gran novedad y atrevimiento las de uso más frecuente, sino que puede considerarse como dichoso introductor de una multitud de ellas que nuestros clásicos desconocían por completo, tales como el zafiro, el ágata, el granate, la turquesa, el ópalo y otras muchas que se encuentran á cada paso en las composiciones del ilustre escritor que nos ocupa.

Muchos rostros hermosos he visto en los diversos países donde mi vida errante me ha llevado; pero nunca en tal profusión, tan finos, tan delicados, de una trasparencia de ópalo, de una pureza tan exquisita como ahora.

Por encima de un seto de evónimos brillaba una estrella, en medio de la pálida franja del horizonte, y sobre aquella claridad de ópalo se destacaban entrecruzadas las ramas de los árboles, todavía sin hojas.

La luna menguante se elevaba sobre los Andes entre nubes negras, cuyos bordes teñia de ópalo i zafiro, e iluminaba la vereda del sur de la calle de la Merced.

De ópalo y grana, y oro y amatista,

La luz de velar enfermos, tenue, misteriosa, encerrada dentro de un cilindro de porcelana, á la cual daba transparencias de ópalo y madreperla, trazando además en el techo un gran círculo de claridad movediza, alumbraba lo bastante para ver los bultos y la indecisa silueta de los rostros.

de un vario verde y de un gris tan cambiante, que discernir no deja su ópalo y su diamante, a la vasta llama tropical.

Hasta la luz suave, como pasada por filtros de ámbar y ópalo, parece que fué hecha para disminuir la crudeza de los colores, la rigidez de las líneas y envolver la silueta femenina en una penumbra misteriosa.

¿Dónde hay cosa más linda que el ópalo, con sus diafanidades boreales, como el lago al amanecer; que el hidrófano, que sólo brilla y se irisa cuando le mojan, lo mismo que una mirada cariñosa refulge al humedecerla el llanto; ó la límpida hialita, tan parecida á lágrimas congeladas?

Girasol, piedra preciosa, especie de ópalo ó silex cuya trasparencia se sombrea por una nubecilla láctea que refleja una luz de aurora cuando la hieren los rayos del sol.

Son como dos raudales de rayos de sol que chocan y se desbaratan en estrellas, en rieles de oro, en cascadas de esmeraldas, en rocas de ópalo y rubí.

El lago, tranquilo, sin la menor ondulación, tomaba un suave tinte de ópalo, reflejando los últimos resplandores del sol tras las lejanas montañas.

El sol ablanda el asfalto y las nalgas de las mujeres, madura las peras de la electricidad, sufre un crepúsculo, en los botones de ópalo que los hombres usan hasta para abrocharse la bragueta.

Angel de inspiracion, cuando tu cauda Se agita en el espacio, se alza en olas De ópalo y grana el esplendor del dia, Estalla el viento en himnos de esperanza, Sobre la tierra llueven flores bellas Y señalan la senda que recorres Cuando llega la sombra, las estrellas.

Todo se desmaterializa y se sutiliza en este ambiente madrileño; nada parece que tiene substancia ni peso; un palacio, como el Palacio Real, al anochecer, más que un conjunto de piedras, es una masa de rosa pálido en un cielo de ópalo.

El cielo toma un color de ópalo, y pasan las golondrinas rápidamente, revoloteando y chillando.

Así de pronto, se veía la cara como si estuviera cristalizada en el fondo de uno de esos feldespatos que tienen reflejos de ópalo y ráfagas de nácar.

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