153 Verbos a usar para la palabra amargura

Ello es que un acreedor habia caido sobre la herencia negativa, y el jóven huérfano, que tenia como 25 años, sufrió una doble amargura.

Pero la pobre muchacha está seguramente pasando las mayores amarguras, y tendrá el corazón tamañito al ver lo que le pasa á su pobre amigo.

No sentía solamente el pesar de encontrarme con la indiferencia y el abandono, donde había creído hallar la oficiosidad de una verdadera amistad, sentía aún más, la amargura de volverme como había venido, con la bolsa vacía.

page 173 ¡Imposible! ¡Locura!... ¿Cuándo pudo á su fuente Retroceder el mísero torrente Que probó de los mares la amargura? 5 Ya sube la colina Con mal seguro paso; Del sol poniente al resplandor escaso El valle de la infancia se domina.

Los del Saloncillo, que habían entrado en el ayuntamiento como triunfadores y tuvieron por alcalde a don Rufo, más de año y medio, a la hora presente padecían las amarguras de la derrota.

Sólo en un punto estaban de acuerdo: en adorar a su madre, que distante por igual del fanatismo de ambos, vivía consagrada a endulzar amarguras y aminorar desdichas, sin preguntar jamás cómo pensaba el que sufría.

Según Homero con los jugos del Nepenthesó sea el dapo que llaman los indios jarrohizo el rey de Egipto olvidar á la bella Helena todas sus amarguras.

Todo sonreía a aquel pequeño y delicado ser, que no conocía las amarguras de la vida más que por las rutinarias arengas de su preceptor.

Enmudecido acarició él aquella linda cabeza, ya inclinada por el infortunio, y la niña, viéndole callado y afligido, saboreó la amargura del desengaño irremediable.

De esta manera, y haciéndole algunos regalos, piensa dulcificar las amarguras de la prisión, hasta encontrar una coyuntura favorable para libertarlo, y evitar así que vaya su hermano á la cárcel.

Se encontraron mal y después de algunas palabras insignificantes, necesarias para atenuar la amargura de sus réplicas, se separaron muy descontentos y á mil leguas de una inteligencia.

Noagregó él conteniendo la amargura que de su alma se desbordaba, los dos.

Le parecía que el poder en que había puesto en vano su confianza, en las calles de su ciudad y en las reuniones piadosas, se encontraba muy lejos de aquella tierra en que se había refugiado, en que los hombres vivían despreocupados, en la abundancia, sin saber nada y sin sentir la necesidad de aquella confianza que para él se había convertido en amargura.

¡Extraña alianza de las cosas! ¡Cómo lloraban aquellos pedazos de barro! ¡Llenos parecían de una aflicción intensa, y tan doloridos, que su vista sola producía tanta amargura como el espectáculo de la misma criatura moribunda, cuando miraba con suplicantes ojos á sus padres y les pedía que le quitasen aquel horrible dolor de su frente abrasada!

Mientras tanto, Salvador, acompañando a doña Rebeca, iba gustando una cruel amargura insoportable.

La señora pareció comprender toda la profunda amargura que encerraba aquel sencillo lamento.

Cuando estaba para celebrarse en casa del Comandante, D. Ignacio Flores, con un banquete, el buen éxito que tuvo la accion de la Punilla, se recibió la infausta noticia del horroroso hecho acaecido en la villa de Oruro, con lo que se consternaron los ánimos de todos los convidados, y se llenaron de amargura, convirtiéndose en pesar el placer que tenian prevenido.

No cambiaréis las leyes de Naturaleza—dijo Morton sobreponiéndose á su amargura.

Yo espero, tragando amargura, sufriendo humillaciones, devorando sonrojos.

En seguida se echó en una butaca y lloró, sin que el dejo dulcísimo de aquel beso, que aún creía sentir sobre la boca, bastase a mitigar la amargura que la inundaba el alma.

En que se ve cuán dura tenía la Inquisición la mano, aun para sus familiares, y cuánta fuerza, cuánta virtud y cuánta prudencia doña Guiomar para encubrir sus amarguras.

Solía recordar las amarguras de esa época, y contaba minuciosamente sus trabajos y sus penas; pero nunca le oímos quejarse de la aspereza de sus primeros amos, ni jamás se le escapó una palabra en contra de ellos.

Sentía toda su sangre replegarse en el corazón; leía con el ansia del que quiere apurar de un golpe toda la amargura y saltaba renglones, adivinándolos.

Horacio no se equivocó, en efecto: Jacobo comenzó inter pocula sus confidencias, hablando lentamente, muy bajo, a retazos, como un hombre agobiado de pena que destila gota a gota por los labios la amargura que inunda su alma...

vna dulce amargura.

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