122 oraciones de ejemplo con taimada

Comprendió la taimada que allí había aventura amorosa, y en esto supo hallar un medio feliz para su venganza.

Con niños alquilados, que de continuo lloran a poder de pellizcos, por lastimar las bolsas, la taimada Gallega, más bellaca que tonta, entró de casa en casa, bribando la gallofa....

Porque su taimada abuela echó de ver que tales juguetes y gracias, en los pocos años y en la mucha hermosura de su nieta, habían de ser felicísimos atractivos e incentivos para acrecentar su caudal; y así, se los procuró y buscó por todas las vías que pudo, y no faltó poeta que se los diese.

Al despertar, cerca de las diez, vio a su lado a Petra, la doncella rubia y taimada, que sonreía discretamente.

Esto era lo que esperaba la taimada condesa; con su sonrisa de colegiala, apretaba a unos la mano en silencio, repetía a otros la relación del atropello, y elevaba los ojos al cielo con aire de víctima resignada que se inmola, abrazada a sus hijos, en aras de la proscrita dinastía.

En el paroxismo de su furor imaginábase estrangular algún día a la taimada Villasis con el pañuelo a cuadros azules y amarillos del hipócrita Cifuentes.

Aquella taimada risita del jockey, aquel barullo inverosímil que le impedía ver si su amo acompañaba a unas damas, dábanle malísima espina y preciso era que ella apurase la verdad por misma.

Tomóla Kate de sobre la mesa y se dirigió a la puerta; mas la señora, siempre taimada y astuta, y sin dejar ver a nadie el juego de sus cartas, dijole con voz muy displicente y quejumbrosa: Mira, hija, prepárame antes una dosis de antipirina... ¡Me está barruntando una jaqueca!

Entre , los comediantes, separados por el deseo de brillar, celosos unos de otros, se destrozan fieramente en una lucha taimada y sin cuartel: sus rivalidades personales rebasan los límites de los bastidores y les acompañan sobre el escenario, y allí se recrudecen.

Por aquellas calendas hicieron una visita a su tío de usted, don Celso; pero tenía éste entonces más bríos y más agallas que hoy, y respondió a su taimada exposición de necesidades en tales términos y en tal actitud, que no insistieron en su petición, ni han vuelto a parecer por Tablanca.

Con esta evasiva de la muy taimada y con entrar Mari Pepa, se acabó la conversación.

¡Dale, la muy taimada!...

Cuando estaban en tal operación, la taimada se dejó decir esto: «Bien podía el Sr. de Pez librarla a usted de estas crujías...

Si la dejamos que siga rodeada de caballos y perros, pajes, monteros y soldados, cuidando halcones y aprendiendo, la muy taimada, trovas francesas, que tal hacía cuando la sorprendí ayer en su cuarto, ¿cómo ha de servir para esposa de un noble compañero

El que venía a la cabeza del grupo tenía cierta expresión preocupada, ansiosa y casi taimada; y, a despecho de su altanería, producida indudablemente por la ambición de su espíritu y por el desempeño continuado de altos puestos, no parecía incapaz de adular a los que se encontraban superiores a él.

Historias de Rosa-en-el-cáliz, del caballo de ébano y de los artificios de Dalila la Taimada.

: la vendo, la vendo—contestó Candiola con taimada sonrisa;—pero yo no la puedo dar al precio que indicaron esos señores.

¡Oh qué preciosa es este diablo! yo queria expedir gratis, mas es taimada andaluza, y si quiere hacer por uno, vale más estar en su gracia que en la del gran Soldan.

Yo quisiera ahora ser cien veces, mil veces, un millón de veces, más rico de lo que soy, para hacer unas leyes á mi gusto, ó comprar á la Justicia y al rey mismo, para que no rigieran conmigo las que oprimen á los demás, y se me autorizara para colgar por el pescuezo al pillo ese, y á la taimada que le ayuda contra , y á todos sus encubridores y cómplices indecentes.

Esta vieja taimada Métese entre la harina amontonada.

En más de una ocasión marchó, apresurado, por ocurrírsele de pronto que en el claro iba a aparecer con pisadas quedas y la boca entreabierta, como en una sonrisa taimada, el lobo astuto y hambrón de los cuentos gallegos, que habla con las gentes y finge la voz de los familiares cuando va a llamar a la puerta de las chozas, porque sabe que han quedado solas las mujeres.

Parecía ardiente y también fría, taimada.

Se empeña en ser desgraciado decía la taimada de mi prima y en despreciar á la Trujillita, que es su salvación.

Se empeña en ser desgraciado decía la taimada de mi prima y en despreciar á la Trujillita, que es su salvación.

A lo cual replicó la taimada hechicera (que con esto quería entretener la cura, para sangrar la bolsa de la afligida dama y encubrir su enredo) que ella no tenía de quien fiarse; demás que estaba la virtud en que ella lo buscase y se lo diese, y con esto, dejando a Laura en la tristeza y confusión que se puede pensar, se fue.

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