50 Adjetivos para describir látigo

El poeta del cochecillo en forma de concha, de los tres caballos humanos y del látigo sangriento declamaba con una dulzura celestial que hacía verter lágrimas.

En esto iba, cuando en una gran zahurda andaban mucho número de ánimas gimiendo, y muchos diablos con látigos y zurriagas azotándolos.

Todo ser se convierte para él en enemigo, lanzándole al acaso sus largos brazos, mejor dicho, sus látigos armados de ventosas.

Hay que reconocer, en honor de la bella Francia, que los negreros franceses debieron dejar atrás a los demás en el arte de desollar negros, porque incrustaron en el lenguaje de las colonias el nombre del látigo francés, lo impusieron, y a todas partes donde había negros llevaron triunfante el fouet.

No se cuidaba de eso, antes se llevaba a la boca por un extremo el trozo de caña y le chupaba afanoso, sin dejar de animar a los bueyes con voces descompasadas y repetidos pinchazos hasta sacarles sangre: puede ser en desquite por la que el boyero hacía saltar de sus espaldas con la pita, o llámese punta, del terrible látigo.

Á la manera que el cómitre de una galera iba sacudiendo con duro látigo la pereza de los infelices condenados al remo, así don Pedro ponía rápido correctivo con su vara ó su mano al arrastrar de suelas, á las pandiculaciones, al cuchicheo, al mirar, al reir.

Por más que Automedonte, hijo valiente de Diores, los aguijaba con el flexible látigo y les dirigía palabras, ya suaves, ya amenazadoras; ni querían volver atrás, á las naves y al vasto Helesponto, ni encaminarse hacia los aqueos que estaban peleando.

Y movía el látigo corto con su terrible tira de cuero.

El cura de Boán no quiso más garrote que el suyo, que era formidable; Ramón Limioso, fiel a su desdén de la grey villana, asió el látigo más delgado, un latiguillo de montar.

Sonaron las cadenas de los tiros, rechinó la pesada máquina, vaciló un momento sobre las duras sopandas, hizo el cochero chasquear su látigo descomunal y nos pusimos en movimiento.

Con ayuda de mi látigo doblado, atraje á la extremidad de las ramas más próximas, tomé una á la ventana y me lancé en el vacío.

á esos relatos de hombres dignos de crédito, me parece que no ha debido rechazarse con irrisión el de Dionisio de Monforte, que atestigua haber visto un enorme pulpo azotar con sus látigos eléctricos, estrujar, asfixiar á un dogo á pesar de los mordíscos con que éste se defendía, de sus esfuerzos, de sus aullidos de dolor.

La Galusa, después de echar á Inés una mirada que era un látigo empapado en vinagre, se largó también.

No hubiese Catalina perseguido con tormentos y muerte; no ordenaría para nadie el ecúleo ni los látigos emplomados; algo peor, ó más humillante, tenía para los secuaces del Galileo: el desdén.

Entonces el marido armado ya del látigo fatal, lo descarga sobre la infeliz, que gime, llora y grita en medio de un círculo de espectadores, hasta que el padrino levanta la mano para que cese la flajelación.

El látigo fino, nervioso, vibrante, silbó para caer sobre las desnudas espaldas del marinero; tornó a serpentear, para tornar a caer, y luego recomenzar aún una vez más.

¡Ah! ¡La salvaje, la bárbara voluptuosidad de sentirse deseada así! ¡El acre encanto de ir viendo alumbrarse en los ojos negros de abismo el fulgor de todos los malos deseos! ¡El placer feroz de sentir rugir la bestia que despertaba, se desperazaba e intentaba herir! ¡Cuántas veces en aquel juego peligroso, el látigo frío y cruel abatió una mano audaz!

De tiempo en tiempo, cuando alguna de las mulas afloja el paso (porque van siempre á galope largo y al coche rueda como un huracan por cuestas y valles), el zagal da un salto al suelo, y se lanza á la carrera, á la par de las mulas, armado de un garrote delgado ó de un látigo fuerte.

En todo caso, los blancos, vencedores á muy poca costa, podremos olvidar; pero los negros, vencidos, humillados, los negros que han sentido de nuevo en sus espaldas el infamante látigo del dominador, ni olvidarán el afrentoso castigo, ni perdonarán nunca á sus implacables ejecutores.

El látigo sutil, insaciable, pintaba un enrejado azul sobre las espaldas del desdichado; los músculos, crispados de dolor, se anudaban, formando gruesos bultos bajo la piel macerada.

Le molestaba más, haciéndola estremecerse de cólera, la imagen de Celinda con el látigo levantado.

Pendiente de su diestra se balanceaba el pequeño látigo de cuero, llamado rebenque.

Cuando un joven señor como Dunsey se veía reducido a un medio de locomoción tan excepcional como el de andar a pie, el látigo llevado en la mano es el paliativo deseable de un sentimiento demasiado confusodemasiado parecido a un sueñoque le hace experimentar su situación inusitada; y Dunstan, a medida que avanzaba a través de la niebla creciente, golpeaba siempre algo con su látigo.

Diomedes le hubiera pasado delante, ó por lo menos hubiera conseguido que la victoria quedase indecisa si Febo Apolo, que estaba irritado con el hijo de Tideo, no le hubiese hecho caer de las manos el lustroso látigo.

Durante este tiempo, el paciente Ulises desató los solípedos caballos, los ligó á entrambos con las riendas y los sacó del ejército aguijándolos con el arco, porque se le olvidó tomar el magnífico látigo que había en el labrado carro.

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