¡Le compro a usted, pues, la Torre del Moro y el secano que la circunda! No me conviene venderrespondió el tío Hormiga.

Si te compro, serás bueno? FRANCISCO.

Pues bueno: compro mi candil de barro sin chistar, y luego...».

Sí: compro el vestido

... compro todo: traje, sombrero, abrigo...

«Que te lo compro...

» Yo le respondí: «En cuanto salgamos de aquí paso por la librería y los compro.

Voy todos los miércoles al mercado, compro pollos y huevos, discuto por gusto con las vendedoras para acabar dándolas lo que piden, convido en la chocolatería a las hortelanas de este contorno, y vuelvo a casa escoltada por todas ellas, que se admiran al oírme hablar con Beppa en un lenguaje extraño.

Pues yo le compro a usted trescientas toneladas.

Doy una vuelta a la Carrera de San Jerónimo, a la calle de Carretas, del Príncipe, y de la Montera, encuentro en un palmo de terreno a todos mis amigos que hacen otro tanto, me paro con todos ellos, compro cigarros en un café, saludo a alguna asomada, y me vuelvo a casa a vestir.

No los compro: me los regalan.

¡Me ayudará a conseguirlo...! TALMA (indignado).¡Está usted hiriendo mis convicciones, señora...! JESSY.¡Sus convicciones...! ¡Se las compro...! Mire: tome cien sueldos y devuélvame cinco francos... ¿Cree todavía en la nobleza del arte, usted que nunca tuvo mas que sinsabores?

LUCY.Si usted me lo permite, señora, le compro todo el mobiliario.

Yo lo compro mucho mejor y no me sale a treinta céntimos la copa.

Una camelia de estufa, que compro al paso, cuando regresamos en el auto, es el beso de flor con que pago á la que ya no volverá á darme sus besos.

Se puso algunos, los probó ante el espejo moviendo su cabeza para buscar mejor los efectos de línea y de color, y al fin los devolvió todos á la caja, diciendo: «No compro nada...

DON PABLO Lo compro hecho.

Yo compro el dinero a peso de oro, porque ninguno me lo quiere prestar menos de a treinta y tres por ciento.

Me muestra la biblioteca, en donde compro unos libros, y parto de nuevo, bajo la nieve.

Estoy sometido á la concurencia del universo en cuanto à la mercancia que yo vendo: estoy obligado á pasar por las horcas caudinas del monopolio en cuanto al mayor número de las mercancias que compro.

Los cuatro cerdos: menos que nada: los compro lechazos, engordan con las barreduras, se ponen en ocho meses que no caben por la puerta, y los vendo á puja mayor, porque han de sacarme los ojos por ellos.

No por cierto: Pues ¿qué gano yo en comprarle Una ejecutoria al Rey, Si no le compro la sangre? ¿Dirán entónces que soy Mejor que ahora?

No compro ropa usada,me gritó furioso un tendero gallego que no tenía más que clavos del tiempo de ñaupa.

¿Lo compro también?

Varias veces el chiquillo salía a la calle con un saco, se lo echaba al hombro y gritaba: ¡Galonero! ¡Compro trapos viejos!y miraba a los balcones.