27 colocaciones para jarro

No acababa de decir esto cuando van Stein le disparó un pistoletazo a boca de jarro y lo dejó muerto.

Lavóme con vino las roturas que con los pedazos del jarro me había hecho, y sonriéndose decía: "¿Qué te parece, Lázaro?

Y si alguno le decía por qué me trataba tan mal, luego contaba el cuento del jarro, diciendo: "¿Pensaréis que este mi mozo es algún inocente?

Porque dejando el mandamiento de Dios, teneis la tradicion de los hombres; las lavaduras de los jarros, y de los vasos [de beber]: y haceis otras muchas cosas semejantes [á estas].

«Pasé una noche horribledejó escrito en su Confesión Joaquínvolviéndome a un lado y otro en la cama, mordiendo a ratos la almohada, levantándome a beber agua del jarro del lavabo.

Me escuchó, o pareció escucharme, con paciencia, bebiendo de vez en cuando copiosos tragos de un inmenso jarro de vino blanco que sostenía entre las rodillas.

Para hacerme levantar temprano se han ensayado conmigo todos los procedimientos, desde el despertador de campana al jarro de agua fría; pero el de la multa y el de la prisión eran totalmente inéditos.

El judío en tai percance retrocedió con mas ligereza de la que era de esperar en un hombre de su edad y apoderándose del jarro de estaño se preparaba para arrojarlo á la cabeza de su adversario, cuando Cárlos Bates llamando en este momento su atencion por un ahullido espantoso cambió el destino del jarro y Fagin lo arrojó lleno de cerveza á la cabeza de este último.

Con medida lo bebo, replicó el negro; aquí tengo un jarro que cabe una azumbre justa y cabal, este me llenan las esclavas sin que mi amo lo sepa, y el despensero á solapo me trae una botilla, que tambien cabe dos azumbres, con que se suplen las faltas del jarro.

En las ciudades, en cierta época del año y en los puestos que se dedican a la venta de bebidas, suele haber debajo de un toldo unas filas de jarros, vasos, naranjas, limones, etcétera, etc., y un banco o dos para que los bebedores descansen.

Tenemos á la vista fragmentos de jarros cuya composición artística no desmerecen nada de la de los griegos, de los ricos y engalanados del Renacimiento, de los de Beauvais del siglo XII, y en esbeltez ganan á los antiguos de china japonesa que se conocieron en el continente á mediados del siglo XV.

La cena fue regocijada y ruidosa: se bromeó, se contaron de antemano las perdices que habían de sucumbir, se saborearon por adelantado las provisiones que se llevaban al monte, y se remojó previamente el gaznate con jarros de un tinto añejo que daba gloria.

Nunca se le encontraba que no estuviese bajo la alegre influencia del jarro, ó del sol, que tenía la virtud de hacerle fermentar en las venas la reserva de espíritus alcohólicos.

8 Porque dejando el mandamiento de Dios, tenéis la tradicion de los hombres; como el lavar de los jarros, y de las copas; y hacéis muchas otras cosas semejantes á estas.

Cayó en torno de él una lluvia de jarros, de pedazos de ánfora, de espadas lanzadas al aire; pero él, con el brazo tendido y el cuchillo de punta, dió un salto hacia la puerta y desapareció.

Hacía memoria, igualmente, de todas las fiestas á que había asistido pasando con indiferencia ante una gran mesa llena de jarros y botellas...

MÚSICO 1.º Tras el olor del jarro nos venimos Yo y mi compadre.

¡Una mujer, por vida mía! dijo al ver á la tía Rojana, que en aquel momento pasaba junto á él con un par de jarros rebosantes de cerveza.

Vino un pícaro con un jarro calderesco, echóle agua, y lavóse las manos.

Sonreía satisfecho de su fuerza y de que le llamasen «bruto», y se sentaba ante la pitanza, un plato del tamaño de una palangana lleno de carne y patatas, a más de un jarro de vino.

En fin, á ningun trago dexó sin su dedicatoria latina; y consta por buenos papeles, que en solo aquella cena brindó veinte veces, y esto sin perjuicio de la cabeza, que la tenia á prueba de jarro, por haverse criado en Campazas con la mejor leche del Páramo y de Cámpos.

El abad de Ulloa, al cual veía con más frecuencia, no le era simpático, por su desmedida afición al jarro y a la escopeta; y al abad de Ulloa, en cambio, le exasperaba Julián, a quien solía apodar mariquita; porque para el abad de Ulloa, la última de las degradaciones en que podía caer un hombre era beber agua, lavarse con jabón de olor y cortarse las uñas: tratándose de un sacerdote, el abad ponía estos delitos en parangón con la simonía.

Yo como estaba hecho al vino, moria por él; y viendo que aquel remedio de la paja no me aprovechaba ni valia, acordé en el suelo del jarro hacerle una fuentecilla y agujero sutil, y delicadamente con una muy delgada tortilla de cera taparle.

Hablando de esta parásita que tantísimo abunda en el Mayon, dice en su Flora filipina el Padre Blanco lo siguiente: «Esta planta singularísima y hermosa, es parásita y fácil de enredarse con otros árboles por medio de los jarros ó vinageras; estos casi hacen una taza de agua, y tanto el cordón de la boca, como el del tallo y peciolos de las hojas, son encarnados.

Repuestas las niñas del susto, emprendían el ataque provistas de sus jarros, pues buen cuidado tenían de no dejar sus armas para que el enemigo las aprovechase.

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