23 colocaciones para anfitrión

] Y hablaremos de mujeres, á proposito de la dama del anfitrión.

* * * * * Cuando te conviden á comer, no debes llegar á casa del anfitrión después que hayan servido los postres; pero tampoco antes de que amanezca el día señalado para la comida.

Cuando mi trabajo asíduo y sus compromisos con sus anfitriones nos dejaban libres las noches, comíamos juntos, y las concluíamos en el teatro, en algunos de los cuales tenia yo entradas libres, como escritor extranjero con editor en Francia.

en la mesa El dueño de la casa ocupa un lugar del centro de la mesa entre sus convidados en calidad de anfitrión.

Parte el huésped, y apenas ha dado unos pasos, cuando el que lo recibió sale a la puerta para darle el adiós último al que el otro responde por gestos sacando la cabeza por la ventanilla; hasta que al fin logra llegar a su casa, y a los dos minutos un criado del anfitrión viene a enterarse de su salud de parte de su amo, a darle las gracias por su visita y a hacer votos para que se repita en breve.

La llegada de los manjares me forzó á desarrugar el entrecejo y atender á mis deberes de anfitrión.

el acompañamiento, se paró un momento por delicada deferencia al anfitrión, que llegó de la retaguardia jadeante.

En los grandes convites la regla es que el criado, vestido de frac y guante blanco, sirva primero a la señora sentada a la derecha del anfitrión, luego a la de la izquierda, y que después continúe siguiendo el orden en que se hallan los convidados, sean señoras o caballeros.

La bella esposa del anfitrión no se cansaba de decir y hacer travesuras, de tal modo que el regocijo no decaía un instante.

Las pascuas de Navidad, la noche de ánimas, el día de año nuevo y los respectivos santos de los tres inseparables, siempre los veían reunidos bajo el techo patriarcal y modesto de Benito y Bernarda, si bien en cada circunstancia solemne pagaban los convidados su escote con oportunos obsequios, para no aligerar demasiado con excesos gastronómicos la exigua bolsa del anfitrión.

El rey quedó maravillado de la fastuosidad de su anfitrión.

La mejor sazón de los manjares es la finura de los anfitriones y la amenidad de la conversación.

Y el postre de toda comida es esta frase del anfitrión: Yeu-mau, tai-man.

De repente óyese un grito del anfitrión: ¡Ahí está al fin! Siéntese usted donde quiera, que los demás no vendrán ya.

Tengo presente la larga conversación que allí tuve con el doctor Celestino Pera, y la interesantísima fecundia de nuestro anfitrión, que narrara amenos sucesos y prodigara agudas ocurrencias, felices frases, con ese poder de conversador ágil y oportuno que se ha reconocido en todas partes.

Las lágrimas de Mochi, mezcladas con los polvos de arroz que no ha limpiado bien aquella noche, caen sobre las mejillas del improvisado anfitrión.

Pero la amenidad que le faltaba a la cena por su propia sencillez, la hallábamos Neluco y yo bien cumplida en la palabra de nuestro noble anfitrión.

Además, allí está mi tío para hacer el papel de anfitrión.

Y, cosa singular, se necesitó de este adverso incidente para aliviar el embarazo que la partida comenzaba a sentir, y su audacia natural se recobró con el regreso del anfitrión.

Aquella distinguida sociedad vino provista de aquella exuberancia de animación, alegría y locuacidad, sin freno ni respeto alguno para el anfitrión, que la mayor parte distribuyó del modo más generoso posible, principalmente a costa de los festejados.

La satisfacción del digno anfitrión al sacar una botella nueva es aún mayor que la de una prolífica madre cuando obsequia a su marido con un nuevo vástago.

No cederá su derecho de precedencia ni la señora acompañada del anfitrión, ni el caballero que haga pareja con una señora de edad.

La comida fué digna del anfitrión.

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