325 oraciones de ejemplo con llamarada

La llamarada era espléndida, el perfume riquísimo, y las sombras que proyectaban los arboles hadan juego con la luz de un modo admirable.

¡Oh! ¡La aurora boreal! 15 El Septentrión se inflama con mil luces y colores; una llamarada de oro y fuego inunda el espacio ilimitado; las soledades se incendian; los monolitos de hielo brillan con todos los matices del arco iris.

Pero aquella viva llamarada de su orgullo ofendido y de su pensamiento descubierto pasó rápidamente dejándola pálida y verdosa.

Fortunata volvió a tener la llamarada en sus ojos, al modo de un reflejo de iluminación cerebral, y en su cuerpo vibraciones de gozo, como si entrara alborotadamente en ella un espíritu benigno.

Al punto se apagó la llamarada, y encogiéndose de hombros levemente, la señorita repitió: No tengo nada, Julián.

Pero en aquel instante un leño que humeaba en el hogar se rompió, y a la luz de su llamarada vio a Federico Bullen sentado junto a los amortiguados tizones.

Son un soplo de vida y acción, una llamarada de infinito que alumbra y deslumbra un momento, como lo hizo el mahometismo en los tiempos históricos, para caer después en un nuevo plan de oscuridad mental, de esterilidad espiritual y moral.

Una llamarada más viva...

Estallaban las cañas al arder; pronto una inmensa llamarada se levantó en el aire.

Mientras, que viendo imposible la empresa, Yaye mandaba á los xeques y á los capitanes, que fuesen á retirar la gente y á quitar las barreras de las calles bajas; que se escondiesen las armas y que todo volviese al antiguo aspecto de paz y sumision, oyóse hácia la parte de San Gregorio el Alto un alarido informe; luego reflejó un resplandor indeciso, despues una llamarada y luego otra y al fin se declaró un incendio.

Enriqueta se revolvió como una fiera herida, y librándose de aquellos brazos, que la oprimían cariñosamente, irguióse pálida, altiva, y llevando en sus ojos la llamarada de la indignación.

El niño llenó el vaso que se le presentaba, cayendo el licor como si hubiera sido de rubíes derretidos, i coronando los bordes una ténue llamarada azul, que poco a poco fué condensándose i mostrando una figura.

Cuando una ficticia llamarada de vigor se le encendía en las mejillas y en los ojos y calentaba sus miembros, libertándolos de su habitual laxitud macilenta, Daniel, con su cabello dorado y rizo, sus pupilas pesarosas y su delicado perfil, era un bello adolescente, una interesante figurita que hubiera estado en carácter con hábitos de terciopelo y gorguera encrespada, como regalado pajecillo de una reina ó modelo de un cuadro de Van-Dyck.

Pero Boabdil no era vengativo; aquella llamarada de ira se apagó muy pronto, y viendo que el mal no tenia remedio, juntó sus tesoros y efectos preciosos, y partió con su familia y criados para un puerto de mar donde le esperaba un navío prevenido por órden del Rey cristiano.

En este autor, Don Juan incorpora un doble ideal de belleza física y moral consumiéndose en una llamarada recóndita, de cuyo ardor no sospecha el hombre vulgar, y solicitado, acezado, con qué ahitar la inmensidad de sus deseos, hasta conocer a Doña Ana, imagen de pulcritud y pureza, destinada por el cielo a realizar el ideal de Don Juan, descubriéndole a flor de alma lo que oscuramente hay de divino en él.

Pero una súbita inspiración le iluminó; vibró en sus ojos una ardiente llamarada y todos los músculos de su rostro temblaron.

Súbitamente se alzó el astro rútilo, irguió la frente sobre el cuajado mar y lanzó por encima de sus ondas una triunfante llamarada; vino entonces un oportuno y vigoroso cierzo que agitó las nieblas en raudo torbellino, las desgarró en jirones, las arrastró con furia, bajo la gloria del sol, lo mismo que un oleaje de sutiles aguas y espumosas crenchas, entre nimbos de púrpura y de oro, quiméricos y extraños como una aurora boreal.

Á sus pies reposa Zahara: Sus tejados ve, á la lumbre Del relámpago, en la cumbre Donde el pueblo se fundó: Mas la roja llamarada Que el relámpago refleja Le deslumbra y no le deja Comprender lo que á ella vió.

La trémula llamarada De una hoguera agonizante Presta á su rudo semblante Una expresión más feroz; Y, recibiendo la bóveda La algazara en su ancho hueco, Remeda con largo eco La desentonada voz.

Sacóla sobre el camino, Y su roja llamarada Reflejó en la gente armada Que descendía por él.

Loie Fuller, con sus vaporosos contornos de nube, de llamarada, de viviente flor, de mariposa, con sus combinaciones de luces y colores, ha sido una gran innovadora en arte.

Rápida como un rayo alzó un brazo, descargó un golpe, y... brotó una llamarada, sonó un trueno, y retrocedió.

Una llamarada, una esplosion, una humareda espesa, un crujido en alguna parte de que no pudo darse cuenta y vaciló hácia atrás.

La «Sombra de la Patria», lejos de ser un canto de desesperación, es una llamarada de fe.

El puro y pálido rayo de luz que poco a poco se anuncia en el alma viciosa de la Maslova y la ilumina a la postre en una llamarada de sacrificios, adquiere la belleza conmovedora de uno de esos rayos de sol que transfiguran una humilde escena de Rembrandt.

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