47 Adjetivos para describir pipas

¡Si habitara en la luna, no vendría con más rareza! El señor Hellinger refunfuñó algo en su barba y se preparó a tomar su larga pipa.

Las largas pipas hicieron un movimiento simultáneo, como el de las arterias de insectos asustados.

Cada cual llevaba en la boca una enorme pipa de porcelana con pinturas, empatada en una caña negra ó amarilla de un pié de longitud y pendiente del labio inferior sin apoyo ninguno de la mano.

Hicieron sitio al siñor de la torre con respetuoso silencio, y después de lanzar algunas bocanadas de humo de sus pipas cargadas de pota, reanudaron la lenta conversación sobre los rigores probables del invierno próximo y la suerte de la futura cosecha de almendra.

Algunas noches se oía en la ventana un golpecito suave, salía la Ignacia á abrir, se oían pasos en el portal, y entraba el señor Canuto envuelto en su parda capa, con la gorra de pelo hasta las orejas, y una pipa corta entre los dientes.

Entonces Berbel, furiosa, le llenaba de injurias, y Catalina cloqueaba con visible mal humor; pero el loco, sin hacerles caso, encendía su vieja pipa de boj y comenzaba a contar sus lejanas peregrinaciones a los espíritus de los guerreros germanos enterrados en la caverna hacía diez y seis siglos, llamándoles por sus nombres y hablándoles como si estuviesen vivos.

Luego, los viejos sacaban de la faja una pipa rústica fabricada por ellos mismos, llenándola de tabaco de pota cultivado en la isla, hierba de acre olor.

Aquel hombre (no merece que le demos el nombre venerando de padre) aquel hombre egoista, idiota, cruel, bajaba la cabeza y fumaba su pipa negra.

Abalanzábanse al vino como mosquitos; los viejos quedábanse dormitando sobre la mesa con la pipa apagada entre los secos labios; pero los jóvenes mozetones fornidos, excitados por la vida trabajosa y casta del mar, miraban á la siñá Tona de modo tal, que ella torcía el gesto con enfado y se preparaba á rechazar los brutales cariños de aquellos tritones de camiseta rayada.

Los chiquillos, tendidos sobre el vientre, jugaban a la carteta a la sombra de las embarcaciones; y los viejos, fumando sus pipas de barro traídas de Argel, hablaban de la pesca o de las magníficas expediciones que se hacían en otros tiempos a Gibraltar y a la costa de África, antes que al demonio se le ocurriera inventar eso que llaman la Tabacalera.

Cada cual llevaba en la boca una enorme pipa de porcelana con pinturas, empatada en una caña negra ó amarilla de un pié de longitud y pendiente del labio inferior sin apoyo ninguno de la mano.

De pronto, cuatro pipas encendidas como hogueras, aparecen seguidas de sus propietarios.

Seguidamente sacó una pipa ennegrecida, la cargó y encendió, y a continuación, dejó caer sobre ella algo que tenía entre los dedos pulgar e índice.

Entre los salvajes, el símbolo de la paz era la pipa; en una pipa generalmente esculpida o pintada, fumaban los embajadores o los jefes de los pueblos que ponían fin a sus discordias.

, sentado en una gran butaca y con una excelente pipa en la boca,

Luego, los viejos sacaban de la faja una pipa rústica fabricada por ellos mismos, llenándola de tabaco de pota cultivado en la isla, hierba de acre olor.

Levantándome entonces con cautela, sentéme en cuclillas en mi cubil y recogí la famosa pipa bien guardada entre el follaje.

Circunstancia digna de notarse en el continente de este brillante personaje, era que llevaba en la mano izquierda una pipa fantástica, con cabeza deliciosamente pintada y boquilla de ámbar.

Levantándome entonces con cautela, sentéme en cuclillas en mi cubil y recogí la famosa pipa bien guardada entre el follaje.

En los últimos tiempos se arrastraba por los tugurios tocado con un sombrero gris y desvencijado, con la pipa humeante, abatida sobre las barbas canas y enmarañadas, y en los ojos ciegos un gran deslumbramiento de ilusión.

Cogió una pipa rústica, labrada por un payés en una rama de cerezo, la llenó de tabaco y comenzó a fumar, siguiendo con ojos distraídos el revoloteo de las espirales de humo, cuya azul sutilidad tomaba ante la vela una transparencia irisada.

En la gran ceremonia de la Serpiente, mientras se cumple un rito muy notable, en el cual se verifican las prácticas más complicadas, el primer sacerdote de la antílope echa sobre el fetiche del oso, por cuatro veces, grandes cantidades de humo, fumando una pipa antigua, llamada la gran pipa de la nube.

De otro lado se ven figuras de una personalidad especial: aquí Nana-Sahib en gran pompa y fumando en su pipa llena de pedrerías, sentado á estilo oriental; allí O'Connell, en la actitud del orador; mas acá Abd-el-Kader, con su sable de árabe defendiendo la independencia de su pueblo; allá Manín ú otro de los mártires de la libertad que han personificado una causa.

No es colosal, como se le ha pintado, pero de bueno y fornido cuerpo; amacizado de caza y labores rurales; es el pastor tres veces, pastor de bestias y pastor de pueblos, y pastor también evangélico, metido en su hopalanda negra, clergyman abuelo, que cuando no masca su pipa masca a San Pablo, o al santo rey David.

Mientras Gabriel Montánchez urdía y maduraba sus endiablados proyectos fumando sendas pipas morunas cargadas de opio y de sándalo en su estudio de la calle Hortaleza, Consuelo esperaba ansiosamente el fin del invierno para realizar aquel delicioso viaje de novios que tenía proyectado.

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