130 colocaciones para tejado

Era un cuartito con una tronera alzada sobre el alero del tejado; nadie le habitaba, y ella solía subir allí a ver cómo el sol pasaba por el valle, a mandar un beso a la torre lejana de Luzmela y una oración al alto cementerio, donde su protector dormía ajeno a tanta desventura.

Todas las excrecencias de la vida, los prosaicos menesteres que en los barrios opulentos se cumplen a sombra de tejado, salían allí a luz y a vista del público.

Al frente, Burjasot, prolongada línea de tejados con su campanario puntiagudo como una lanza; más allá, sobre la obscura masa de pinos, Valencia achicada, liliputiense, cual una ciudad de muñecas, toda erizada de finas torres y campanarios airosos como minaretes moriscos; y en último término

La de Busdonguillo callaba y comía, no porque se acordara de que nadie puede tirar la primera piedra, sino considerando oportunamente que hay casas con tejado de vidrio.

Pero lo más visible y lo que más cautivaba la atención del desconsolado muchacho era un motor de viento, sistema Parson, para noria, que se destacaba sobre altísimo aparato a mayor altura que los tejados del convento y de las casas próximas.

A este murmurio incesante que casi era bramido ya, servía de fastidioso acompañamiento el golpeteo de la lluvia, vertida en el suelo por las canales del tejado.

El pueblo perfilaba sobre un fondo de colinas su masa de tejados y la torre de la iglesia rematada por la cruz y un gallo de hierro.

El tío Correa la comparaba con la fiesta del santo patrono en cualquier pueblo de España, cuando las mujeres limpian en la víspera sus casas, desde la puerta al tejado, preparando además la gran comilitona del día siguiente.

Un pavo real, que no se había dejado ver en todo el invierno, escalaba lentamente el caballete de un tejado, sobre todo a la tarde, como si prefiriese para sus paseos la tibieza moderada de un sol bajo; abría sobre el fondo azul del cielo la enorme cola y lanzaba penetrante grito, enronquecido como todos los ruidos que se oyen en las ciudades.

Luego se lanzaba por el interior angosto y húmedo de las cañerías que recibían el agua de los tejados, y la turba se precipitaba también por el interior del tubo, haciendo un ruido semejante al del agua.

Sacudía el cinc del tejado y parecía atacar furiosamente a toda la clínica.

El cual patio está también enlosado y tiene una cisterna en un ángulo, que recibe sus aguas de un canal de latón que recorre el borde del tejado, que desciende por la pared, que llega a una pila repleta de menuda grava por donde las aguas se filtran y bajan en un claro raudal a lo profundo.

El oleaje de tejados rojos y negruzcos se pierde de vista, siguiendo las ondulaciones de las colinas y los ángulos entrantes y salientes de la costa.

La vela triangular de las embarcaciones, las casitas bajas y blancas, la ausencia de tejados puntiagudos y el predominio de la línea horizontal en las construcciones, traían al pensamiento de Santa Cruz ideas de arte y naturaleza helénica.

Así que las palomas del tejado le divisaron en medio del patio abrieron las alas repentinamente y vinieron a posarse sobre él transformándole en informe estatua de nieve.

Tenía varios pabellones con sus monteras de pizarra, cuatro torres redondas acabadas en tejados cónicos, y grandes ventanas en los muros, cubiertos de hiedra.

Eran mocetones que por su aspecto parecían trabajadores de los tejares.

Junto a él estaba el ayudante, el que completaba su cuadrilla, un mozo pequeño y vivaracho, de simiesca agilidad, apodado Chispas, que no pensaba, como los otros, en el trabajo de los tejares, sino que, admirando a su maestro, deseaba continuar la caza todo el año.

Los caballetes de los tejados, las buhardillas, las chimeneas, destacaban las líneas de sus macizas sombras, bruscamente interrumpidas y dominadas por los negros contornos de las altas torres de los templos.

Cualquier bicho extraño, cualquier alimaña inverosimil que viesen entrar por la ventana del tejado el día siguiente á eso de las ocho, les causaría menos sorpresa que la aparición repentina de Gormaz, previos dos golpecitos muy discretos á la puerta y un¿dan ustedes su permiso?de lo más respetuoso.

Por los regueros que traza el vaho al licuarse se ven montañas altísimas y blancas, bosques de hayas encaperuzadas de algodón, caseríos que tienen gruesos planos nos de nieve sobre las vertientes de sus tejados.

El vientecillo de la tarde mecía ligeramente las ramas del jardín, y al chocar las hojas unas contra otras, producían un murmullo cadencioso y apacible, interrumpido sólo por las agudas notas de alguna golondrina que tenía su nido entre las vigas del tejado.

Para salir de dudas, recurrimos al candoroso ardid de disparar dos o tres piedras al tejado.

«Yo tengo unas alas y vuelo por los tejados, pensaba; me marcho como esas mariposas»; y dicho y hecho, ya no estaba allí.

Según las gentes, don Sotero era muy rico y tenía el dinero enterrado en la huerta, ó en la cuadra, ó quizá escondido entre las latas del tejado.

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