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Deja que tenga reunida una buena cantidad, y verás, verás, cómo me planto en la villa y allí o tomo el tren para irme a Madrid, o un vapor que me lleve a las islas de allá lejos, o me meto a servir con tal que me dejen estudiar.

» ¿Pensará vuestra merced ahora que es poco trabajo hacer un libro? Y si este cuento no le cuadrare, dirásle, lector amigo, éste, que también es de loco y de perro: «Había en Córdoba otro loco, que tenía por costumbre de traer encima de la cabeza un pedazo de losa de mármol, o un canto no muy liviano, y, en topando algún perro descuidado, se le ponía junto, y a plomo dejaba caer sobre él el peso.

Cuando se encuentra frente a un paisaje, o una estatua, o un cuadro, hace lo que puede por entusiasmarse, pero no lo consigue, y sus alabanzas suenan a falso.

En cuenta corriente no se paga nada, o un interés muy bajo.

Verdad es, que nunca le faltaba entre estos mismos un cómplice, o un aparcero que se interesase por su suerte, y que prepararse el lance dejándole los riesgos de la ejecución.

Pero la sombra de que hablaba no era un antojo; Sandoval y Montánchez la habían visto también: fué la de un coche que se dibujó fugazmente en el techo del gabinete, o un reflejo ligerísimo que entró por la ventana, casi nada... y, sin embargo, Consuelo la vió, puesto que sus párpados temblaron en el preciso instante de cruzar la sombra y hasta explicó su aparición diciendo que era la de un hombre que huía...

La proximidad del hombre para el hombre es corruptora: un cuartel, un colegio, o un convento siempre serán un centro de fermentaciones pútridas.

Porque compres un perrito de esos de lanas, o un gatito de Angora, o un tití, y le acaricies y hasta le besuquees, ¿voy a coger el perrito, o el michino, o el tití, y voy a echarlos por el balcón a la calle?

Abre una olla, sacando de allí una lagartija adiestrada para lamer la mano de su dueño, o un sapo que croa al salir, o una araña en cuyas patas se fija, o hace graznar la lechuza, en una forma que responda a sus intenciones.

Prueba de ello es una melancólica balada cantada por un coro de sin trabajo ante las entusiasmadas masas callejeras de la vieja Inglaterra, o un aire de gaita, tocado en el Ross-shire, que encanta a los montañeses de Escocia, que repiten a gritos la melodía, pero espanta a los milanos.

¿Qué significa esa irritación cuando creemos que nos roban una frase, o un pensamiento, o una imagen que creíamos nuestra; cuando nos plagian? ¿Robar?

Un aissaua de Marruecos que se rompe la cabeza con un hacha y traga cristales en honor de la divinidad, o un buen mandingo con su taparabos, son seres refinados y cultos; en cambio el hombre de ciencia que estudia la naturaleza es un ser vulgar y grosero.

Un empresario de teatros, o un agente suyo, sabiendo que ella cantaba bien y que sus padres se hallaban en la pobreza, le ofreció un buen contrato para América.

Cierto que entonces todavía tenía ese pobre entusiasmo de admirar una calle ancha y recta, o un monumento muy grande, como si por eso fuera uno más feliz; pero, aun a pesar de eso, como español, Madrid me interesaba más que París.

Tantos y tan maravillosos conocimientos aprendió de aquellos hijos e hijas de la Galia, que la mujer y la muchacha que formaban la servidumbre de la casa veían en ella una hechicera, una abuela de la Cinderella capaz de tomar en sus manos un pollo, un conejo, o un par de patatas, y convertirlas en el manjar que se le ocurriese.

A intervalos una música deleita al transeúnte (si es chino) con sus chirriantes ecos, o un juglar luce sus habilidades sobre un estrado.

El jinete se endereza sobre su corcel, y no columbra nada a lo lejos, ni un pueblo, ni una roca, ni un campanario; acaso una cabaña, sombreada por un sauce llorón, o un ombú, el solitario árbol de la Pampa que no forma nunca bosque.

Leen los criollos muy escasísima literatura española; por otra parte, ellos ven llegar a los inmigrantes del país vasco, de Galicia, de tierra de Cameros, gentes que hablan un mal castellano, o un castellano incipiente.

Es un error derribar a golpe de piqueta un edificio, un monumento, representativos para el arte y para la historia, y construir, en su lugar, o un monumento o un edificio nuevos.

cada vez que hablas echas a volar una semilla; cada vez que hieres, o un interés o una tendencia, despiertas las Furias, destapas la caja de Pandora; cada vez que besas, pones tu labio sobre los abismos, abres la puerta por donde pasan las generaciones, multiplicas el dolor multiplicando la vida.

Parecía un eco que llegase de la estepa remota, helada, infinita, o un lamento trascendental y místico que interpretase el doloroso anhelo de la melancólica raza eslava...

Parece un sueño fabuloso, o un cuento oriental.

Por lo cual yo, más decidida que usted, sin duda porque soy más ignorante, veo bien patente la locura de ese santo varón... ¿Es un loco santo, o un santo loco?...

Mi posición en la casa, durante la cruel quincena, llegó a ser humillante, análoga a la de un pariente sostenido por caridad, o un importuno tácitamente despachado a cada momento y que no acaba de entender las indirectas.

Para texto del adagio un mito griego, o un cántico eclesiástico; en el allegro, fiesta a Baco.

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