91 oraciones de ejemplo con pedagogo

Fecunda en argumentos, gustosa de controversia, ella me refutaba con furor: Aun cuando en su más pequeña actividad, la vida es un bien supremo; ¡porque el encanto de ella reside en su principio mismo y no en sus manifestaciones! Yo me revolvía contra este pedantismo retórico de rígido pedagogo.

En vano sus enemigos dicen que Ferrer no era un sabio ni un pedagogo.

Yo no conozco más que un pedagogo, D. Lorenzo Luzuriaga, y francamente, no creo que este querido amigo se divierta mucho cuando llegue a quedarse solo consigo mismo en una España despoblada por los fusilamientos.

A Ferrer no se le ha fusilado porque no era un pedagogo ni un sabio.

Si se fusiló a Ferrer fue, al contrario, porque se le consideraba un sabio y un pedagogo, una especie de Giordano Bruno de la rambla de Canaletas.

Mi padre me había dejado vivir siempre en una independencia intelectual que estremecería a un pedagogo.

La divina Adela era hija de un pedagogo, de un hombre de esos que enseñan á los chicos la historia de España y el postulado de Euclides.

El ademán noble y circunspecto, aunque deja traslucir un poco al pedagogo.

Entonces él, el pedagogo, viene á ver á usted y usted le contesta que está en una mala situación y que no puede pagar el colegio del chico, y que su padre, un señor acaudalado, no quiere ni conocerlo siquiera.

El pedagogo evangélico le pregunta á usted repetidas veces el nombre del padre desnaturalizado; usted no se lo quiere decir, pero al último le arranca á usted el nombre de ese ser cruel.

El pedagogo sublime dice:Yo no puedo permitir el abandono de ese niño, de ese prodigioso niño, de ese extraordinario niño, y toma la determinación de ir á ver al padre de la criatura... ¿Eh?

El mismo día en que Manuel y el sublime pedagogo contaron los detalles de la visita á don Sergio, la baronesa y Mingote se pusieron en campaña.

Ya está en función el pedagogo.

¡pedagogo quien no recuerda su niñez, quien no la tiene á flor de conciencia! ¡pedagogo! Sólo con nuestra niñez podemos acercarnos á los niños.

¡pedagogo quien no recuerda su niñez, quien no la tiene á flor de conciencia! ¡pedagogo! Sólo con nuestra niñez podemos acercarnos á los niños.

Y son los besos á enjugar las lágrimas mientras don Avito frunce las cejas, son los besos de inconciente protesta, son los besos con que á las barbas del pedagogo regala á su hija, llenándola de microbios mientras desde un rincón mira de reojo Apolodorín, con tristes ojos de genio abortado.

Ya ves, Orfeo, don Avito, el pedagogo, se ha convertido a la religión de sus abuelos... ¡es la herencia!

Sin embargo, aunque le tenía por tan contrario a la razón, me guardé muy bien de hacer el pedagogo; antes , comencé a dorar la píldora, y me esforcé a querer persuadirla que, en vez de ser una idea disparatada, era una delicada invención de ingenio que no podía traer consecuencia.

La nación cuenta con un Instituto Profesional, que equivale a la Universidad; la Escuela de Bachilleres, cuyo rector vitalicio es el eminente humanista F. Henriquez y Carvajal, el notable pedagogo y pensador a quien debe tanto la juventud dominicana; un Seminario, numerosas Escuelas Normales y Colegios Superiores, que funcionan en las cabeceras de las provincias y los distritos, y más de trescientas escuelas primarias.

Me consagraré á dárselo, así derroche toda mi paciencia en el fastidioso oficio de pedagogo.

115 Mur, pedagogo.

, como bueyes bajo el yugo, íbamos aquella alma cargada y yo, mientras lo permitió mi amado pedagogo; pero cuando dijo: "Déjale, y sigue, que aquí conviene que cada cual cuanto impulso pueda a su barca con la vela y con los remos," erguí mi cuerpo como debe andar el hombre, por más que mis pensamientos continuaran siendo humildes y sencillos.

Tan grotescos monigotes regocijaban y desasosegaban a los chicos, que oían al iracundo pedagogo como quien oye llover.

No me digáis que imitan á los griegos vociferaba ante un corro un viejo de cara maliciosa, con el manto sucio y remendado de un pedagogo sin colocación.

Otras veces todavía vemos el caso milagroso de Sarmiento, cuyo cuádruple desdoblamiento de militar, escritor, político y pedagogo nos produce estupefacción.

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