50 oraciones de ejemplo con demóstenes

Chim, el malayo, estaba con los holandeses; en cambio, el negro Demóstenes era del partido portugués; podía suceder que a los dos amigos les tocara en suerte batirse; pero no fué así.

Inmediatamente Demóstenes, el negro, y otro marinero cogieron el cadáver y lo tiraron al agua.

Retórica demostina respondió don Quijote es lo mismo que decir retórica de Demóstenes, como ciceroniana, de Cicerón, que fueron los dos mayores retóricos del mundo.

Pero pasará a la posteridad por los célebres dichos de la espada de Demóstenes, la tela de Pentecostés y el alma de Garibaldi, por aquello de ir a la Habana haciendo escala en Filipinas, con otras cosillas que, coleccionadas por sus subalternos, forman un delicioso centón de disparates.

Entonces calificamos de invicto al general que nos entusiasma; de más elocuente que Cicerón y Demóstenes a nuestro orador favorito; y al autor de la comedia o del drama que hemos aplaudido de mucho más sublime que Shakespeare, cuyas obras por lo común hemos tenido la precaución de no leer.

El progreso no trae escultor que valga más que Fidias, ni lírico mejor que Píndaro, ni trágico mejor que Sófocles, ni orador más elocuente que Demóstenes, ni poeta más inspirado y elegante que Virgilio.

Es una verdad (y no parecerá paradoja examinándola atentamente) que Shakespeare y Fletcher, y Lope y Calderón perfeccionaron maravillosamente los elementos que les había legado la Edad media, y que miraron al drama de esa época como al germen de los suyos, por grande que sea el abismo que los separa, semejante al que se observa entre las voces inarticuladas de un niño y la elocuencia de Demóstenes.

Se llama Demóstenes... * * * * * Al llegar aquí la risa que retozaba en los labios de los próceres de la Pola desde el comienzo de la oración estalló en francas, sonoras carcajadas.

Pero en sus oraciones más patéticas no imitaba a Cicerón ni a Demóstenes; adoptaba más bien los acentos poéticos y quejumbrosos de los héroes de Chateaubriand y su escuela: «Hijo míodecía al escandaloso que había confundido el pretérito con el supino: el veneno del vicio ha emponzoñado ya su alma infantil y se enrosca en usted como una negra serpiente.

En los instantes dramáticos porque atraviesan algunas veces las naciones, un hombre de gran palabra y de gran corazón, como Demóstenes o Mirabeau, son necesarios, porque pueden hacer variar el curso de los acontecimientos.

Ni Demóstenes, ni Cicerón, ni Mirabeau han dispuesto seguramente de una presencia tan simpática y de un juego de actitudes tan primoroso como el que tenía nuestro amigo Brutandór.

Cicerón, Demóstenes, Mirabeau, Oconnell y Castelar son hijos de la libertad.

Sabe latín, y el griego se lo ha asimilado en tal forma, que ha hecho observaciones que ha aprovechado en sus lucubraciones sociológicas sobre algunas modificaciones experimentadas en los significados de las palabras de esta lengua, según las diferencias que ha notado en el valor de los vocablos en las obras de Homero, Herodoto, Jenofonte y Demóstenes.

Hubiera podido echar la culpa á su caballo, que á no dudarlo, cargaria tranquilamente con ella; pero cuando empuñó la espada, dió tales muestras de terror y vacilacion, que ni el mismo Demóstenes hubiera podido defenderle.

Chim, el malayo, estaba con los holandeses; en cambio, el negro Demóstenes era del partido portugués; podía suceder que a los dos amigos les tocara en suerte batirse; pero no fué así.

Inmediatamente Demóstenes, el negro, y otro marinero cogieron el cadáver y lo tiraron al agua.

Tanto, señora mia, que si el elocuente Tulio, ó el facundo Platon, ó el decidor Demóstenes, con su limado y sublime estilo explicarlo quisieran, halláranse mudos y embarazados para decir mi pena como yo sentirla.

En punto á oratoria esperaba ser un Demóstenes, no á la pata la llana y sencillote como fué el de Atenas, sino con todos los floreos que privan en nuestra edad, más retórica.

Hablaban con el seco y recalcado acento de la plebe madrileña, que tiene alguna analogía con lo que pudo ser la parla de Demóstenes, si se le ocurriese escupir á cada frase una de las guijas que llevaba en la boca.

» Sin pagarme mucho de estas alabanzas, que yo he prodigado mil veces á varios Demóstenes de pega, fuí al Diario de las Sesiones á corregir mi discurso, mejor dicho, á rehacerlo, y lo dejé como una seda, tan diáfano y con una sintaxis tan redondeada, que si algún día se me antoja leerlo, tendré que decir: «Mascarita, no te conozco.

Y si habla esa noche medianamente, el vulgo que le oiga saldrá diciendo que allá se va usted con Demóstenes, y así lo creerá, y así se forma la opinión.

Platón, ilustre filósofo griego, que nació en Eguia, 430 años antes de J. C., fundó en Atenas, en 388, una célebre escuela ó academia que ha llevado su nombre, en la que enseñó durante veinte años y de la que salieron multitud de discípulos, culminando unos en filosofía y otros en elocuencia, entre ellos Aristóteles, Demóstenes, Licurgo, Spensipo, Xenócrates, Isócrates, Hipérides y otros.

Igualó al de Demóstenes su labio; ¿qué no supo él?...

Eso ya lo sabía Arqueta; nunca había pretendido ir para Demóstenes, ni ése era el camino; pero el tener palabra difícil no le estorbaba, y el no ser hombre de palabra le servía muchísimo.

Y si algunos libros conservan todavía sobrevivientes ambas lenguas, difieren tanto de aquel antiguo esplendor y sentido, que si nos oyeran hablando su lengua Demóstenes o Cicerón, se reirían.

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