18940 oraciones de ejemplo con después de

EL CABALLERO Después de haber visto las luces de la muerte, no quiero ver otras luces, si debo ser de Ella....

Después de un instante en torno del fuego, bajo la chimenea donde resuenan las risas del viento, comienzan a despertarse las voces de los mendigos, apagadas y llenas de misterio.

Soy yo quien después de habéroslo dado todo, llego a pediros una limosna para ellos! ¡Soy yo, quien pobre y miserable, golpea esta puerta cerrada! ¡Hijos de Satanás, no hagáis que mi cólera la derribe y entre por ella, como quien es, Don Juan Manuel Montenegro! ¡Abrid, hijos de Satanás! Resuenan en el ancho zaguán los golpes del Caballero.

Porque antes de terminar la senda, me dijo con el tono más natural del mundo, tendríais que costear el precipicio á que cayó la maldita bruja que le da su nombre, y en el cual se cuenta que anda penando el alma que, después de dejar el cuerpo, ni Dios ni el diablo han querido para suya.

¡Ah, maldita bruja! exclamó después de un momento el pastor tendiendo el puño crispado hacia las rocas como amenazándola; ¡ah! maldita bruja, muchas hiciste en vida, y ni aun muerta hemos logrado que nos dejes en paz; pero, no haya cuidado, que á y tu endiablada raza de hechiceras os hemos de aplastar una á una como á víboras.

¡Quien en mal anda, en mal acaba! exclamamos después de mirar una última vez al fondo obscuro del despeñadero; y santiguándonos santamente y pidiendo á Dios nos ayudase en todas las ocasiones, como en aquélla, contra el diablo y los suyos, emprendimos con bastante despacio la vuelta al pueblo, en cuya desvencijada torre las campanas llamaban á la oración á los vecinos devotos.

De seguro no los podré describir tales cuales ellos eran, luminosos, transparentes como las gotas de la lluvia que se resbalan sobre las hojas de los árboles después de una tempestad de verano.

Éste, después de coordinar sus ideas, prosiguió así: Desde el día en que á pesar de tus funestas predicciones llegué á la fuente de los Álamos, y atravesando sus aguas recobré el ciervo que vuestra superstición hubiera dejado huir, se llenó mi alma del deseo de la soledad.

En un pequeño lugar de Aragón, y allá por los años de mil trescientos y pico, vivía retirado en su torre señorial un famoso caballero llamado don Dionís, el cual, después de haber servido á su rey en la guerra contra infieles, descansaba á la sazón, entregado al alegre ejercicio de la caza, de las rudas fatigas de los combates.

Firme en esta idea, había decidido no volver á decir palabra sobre el asunto á nadie, ni por nada; pero lo haré hoy por satisfacer vuestra curiosidad, y á fe á fe que después de todo, si el diablo me lo toma en cuenta, y torna á molestarme en castigo de mi indiscreción, buenos Evangelios llevo cosidos á la pellica, y con su ayuda creo que, como otras veces no me será inútil el garrote.

Á él voy, contestó con calma Esteban, que después de dar una gran voz acompañada de un silbido para que se agruparan los corderos, que no perdía de vista y comenzaban á desparramarse por el monte, torno á rascarse la cabeza y prosiguió así: [Footnote 1: que no perdía de vista y comenzaban.

Hablaba yo de esto mismo en el lugar, sentado en el porche de la iglesia, donde después de acabada la misa del domingo solía reunirme con algunos peones de los que labran la tierra de Veratón, cuando algunos de ellos me dijeron: [Footnote 1: Veratón.

] El zagal, después de guardarse en el zurrón un medio pan blanco y un trozo de came de jabalí, y en el estomago un valiente trago de vino que le dió por orden de su señor uno de los palafreneros, despidióse de don Dionís y su hija, y apenas anduvo cuatro pasos, comenzó á voltear la honda para reunir á pedradas los corderos.

Por último, después de terminar este minucioso reconocimiento del lugar en que se encontraba, agazapose en un ribazo junto á unos chopos de copas elevadas y obscuras, á cuyo pie crecían unas matas de lentisco, altas lo bastante para ocultar á un hombre echado en tierra.

Después de mecerse un instante en ese vago espacio que media entre la vigilia y el sueño, entornó al fin los ojos, dejó escapar la ballesta de sus manos y se quedó profundamente dormido.

Cosa de dos horas ó tres haría ya que el joven montero roncaba á pierna suelta, disfrutando á todo sabor de uno de los sueños más apacibles de su vida, cuando de repente entreabrió los ojos sobresaltado; é incorporóse á medias lleno aún de ese estupor del que se vuelve en de improviso después de un sueño profundo.

Garcés le encaró la ballesta; pero en el mismo punto en que iba á herirla, la corza se volvió hacia el montero, y con voz clara y aguda detuvo su acción con un grito, diciendole:Garcés ¿qué haces?El joven vaciló, y después de un instante de duda, dejó caer al suelo el arma, espantado á la sola idea de haber podido herir á su amante.

los dos jóvenes se internaron por una de las estrechas calles que desembocan en el Zocodover, desapareciendo en la obscuridad como esos fantasmas de la noche, que después de aterrar un instante al que los ve, se deshacen en átomos de niebla y se confunden en el seno de las sombras.

] Los caballeros, después de saludar respetuosamente la imagen de Cristo, quitándose los birretes y murmurando en voz baja una corta oración, reconocieron el terreno con una ojeada, echaron á tierra sus mantos, y apercibiéndose mutuamente para el combate y dándose la señal con un leve movimiento de cabeza, cruzaron los estoques.

] Después de ocupado el suntuoso alcázar de Carlos V, [Footnote:2] echóse mano de la casa de Consejos; y cuando ésta no pudo contener más gente, comenzaron á invadir el asilo de las comunidades religiosas, acabando á la postre por transformar en cuadras hasta las iglesias consagradas al culto.

] En fin, exclamó el oficial después de un corto silencio y como resignándose con el extraño alojamiento que la casualidad le deparaba,más vale incómodo que ninguno.

Lo era todo á la vez, exclamó al fin el capitán después de un momento de pausa; porque era... de mármol.

Apenas los oficiales dieron vista á la plaza en que se hallaba situado el alojamiento de su nuevo amigo, este, que les aguardaba impaciente, salió á encontrarles; y después de cambiar algunas palabras á media voz, todos penetraron juntos en la iglesia, en cuyo lóbrego recinto la escasa claridad de una linterna luchaba trabajosamente con las obscuras y espesísimas sombras.

] Después de estas breves explicaciones, los convidados, que no perdían de vista al principal objeto de la reunión, procedieron á destapar algunas de las botellas y sentándose alrededor de la lumbre, empezó á andar el vino á la ronda.

serias bebedor á fuer de soldado... no se ha de decir que te he dejado morir de sed, viéndonos vaciar veinte botellas... ¡toma! Y esto diciendo llevóse la copa á los labios, y después de humedecérselos con el licor que contenía, le arrojó el resto á la cara, prorrumpiendo en una carcajada estrepitosa al ver como caía el vino sobre la tumba goteando de las barbas de piedra del inmóvil guerrero.

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