120 oraciones de ejemplo con el mestizo

Por respeto á Elena, aludía Robledo voladamente á los recursos de que se habían valido el mestizo y él para no perecer, bebiendo sus propios líquidos renales y los de sus caballos.

El mestizo había estado adormecido hasta entonces, con el cigarro en la boca, sin enterarse de lo que acababa de ocurrir junto á su vehículo.

El mestizo entró gritando: Patrón, el comisario dice que vaya ahorita mismo al pueblo.

El mestizo salió al patio grande, deteniéndose frente á la jaula del centro, rodeada de arbustos con flores enormes, rojas y de cinco puntas, llamadas «estrella federal».

A impulsos del dolor, el mestizo había arrojado al caburé contra el suelo de la jaula, huyendo luego hacia la calle.

Antes de que disparasen, el mestizo se las arrebataba de un manotazo.

El mestizo tiraba de la espada; pero él, de un manotazo, le quitaba la espada, propinándole después unos cuantos puñetazos de boxeador que le dejaban inánime en el suelo.

El mestizo se puso de pie.

Julio necesitaba mayores ingresos, y el mestizo marrullero le enviaba lo que pedía, pero como simple préstamo, reservando el cobro para cuando ajustasen cuentas.

Y si a pesar de esto surge el mestizo, no lo reconocen.

" (Pág. 290.) El mestizo chino sale descrito en la misma forma.

El General estaba en una hamaca, entre las piernas la celada, encima de una rodilla, y sin espada, vestida una cota; como quedó solo con el mestizo lengua entran los chiriguanas, comienzan á quejarse que no les daba parte de la presa; descuídanle, llega uno por detrás, que el pobre General, ni la lengua lo advirtió, alza la mano y con una macana de palma dale un golpe en la cabeza que le aturdió y dió con él de la hamaca abajo.

Los nuestros que llegan, si no fué el religioso, comienzan á desenvolverse contra los Chiriguanas; en su ayuda acuden el mestizo y mulato con sus arcabuces; despacharon á los que hallaron dentro, y luego en sus caballos salen á los que venian; mataron más de sesenta gandulazos, los demás se escaparon y algunos heridos é mal.

Supongo que el indio y el mestizo, donde esas clases existen, sirven en los trabajos rudos....

El mestizo acaudillaba aquellos con quien se habia criado y tenia tan avasallados á los Calchaquis, que les forzó á venir á pedir favor á Juan Ramirez de Velasco contra el mestizo, y si se lo daban le sirvirian en Salta.

El mestizo acaudillaba aquellos con quien se habia criado y tenia tan avasallados á los Calchaquis, que les forzó á venir á pedir favor á Juan Ramirez de Velasco contra el mestizo, y si se lo daban le sirvirian en Salta.

respondió el mestizo, que en aquel momento se ocupaba en dar alfalfa a dos caballos de mucho precio pertenecientes a la joven, y cuya custodia especial lo estaba confiada.

¡Oh! ¡Oh! dijo el mestizo con cierto tono de sorpresa, ¿pues qué sucede? Nada de particular, amigo mío, todo está en orden en la venta, según costumbre; solo que tengo que pedir a V. un favor.

El mestizo levantó la cabeza, calculó mentalmente la marcha del sol, y por fin dijo: No creo que vengan ya hoy viajeros; son cerca de las cuatro; sin embargo, aún podría suceder que viniesen.

Sin embargo... dijo el mestizo rascándose la cabeza algo confuso.

El mestizo inclinó la cabeza sin responder; sabía que cuando su ama hablaba así, era preciso obedecer.

La joven adelantó un paso, puso su mano blanca y delicada sobre el hombro del mestizo, y acercándole su cara fresca y preciosa, añadió con una sonrisa dulce que hizo estremecer de alegría al pobre diablo: No se incomode V. por este capricho, mi buen Lanzi: ¡sufro mucho! ¡Incomodarme yo, niña! respondió el mestizo encogiéndose de hombros de una manera significativa: ¡eh! ¿No sabe V.

¡Cómo, perdidos! exclamó la joven tornándose pálida como un cadáver; ¿qué quiere usted decir, amigo mío? El mestizo apoyó un dedo en sus labios para: imponerla silencio; la hizo seña de que le siguiese, y se deslizó al corral con cauteloso paso.

El mestizo movió tristemente la cabeza, y dijo: Dentro de pocos minutos estarán aquí: ¿qué hacemos? ¡Defendernos! exclamó resueltamente la joven.

Entonces, repuso Carmela con exaltación, ¡Dios nos ayudará! ¡Amén! respondió el mestizo menos convencido que nunca de la posibilidad de tal milagro.

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