2016 oraciones de ejemplo con gabinete

Antes estaba el tresillo cerca de los billares, pero el ruido de las bolas y los tacos molestaba a los tresillistas que se fueron al gabinete rojo, donde estaba entonces el de lectura.

El gabinete de lectura se fue cerca de los billares.

Don Pompeyo Guimarán, un filósofo que odiaba el tresillo, llamaba a los del gabinete rojo los monederos falsos.

Los más bulliciosos muchachos al entrar en el gabinete del tresillo se revestían de una seriedad prematura; parecían sacerdotes jóvenes de un culto extraño.

El gabinete de lectura, que también servía de biblioteca, era estrecho y no muy largo.

El más digno de consideración, entre los abonados al gabinete de lectura, era un caballero apoplético, que había llevado granos a Inglaterra y se creía en la obligación de leer la prensa extranjera.

A las once de la noche no quedaba nadie en el gabinete de lectura.

En la sala contigua al gabinete viejo estaban los socios de costumbre, los que no jugaban a nada y los seis que jugaban al ajedrez.

Los muebles de su salón amarillo y la chimenea de su gabinete estaban copiados de una sala de Versalles, según aseguraban el tapicero y el arquitecto; pero el amor de la Marquesa a lo mullido y almohadillado había ido introduciendo grandes modificaciones en el salón Regencia.

En el gabinete contiguo, donde pasaba el día la Marquesa, la anarquía de los muebles era completa, pero todos eran cómodos; casi todos servían para acostarse; sillas largas, mecedoras, marquesitas, confidentes, taburetes, todo era una conjuración de la pereza; en entrando allí daban tentaciones de echarse a la larga.

La excelentísima señora doña Rufina de Robledo, marquesa de Vegallana, se levantaba a las doce, almorzaba, y hasta la hora de comer leía novelas o hacía crochet, sentada o echada en algún mueble del gabinete.

No era muy escrupuloso el Marqués en materia de moral privada; pero una noche había entrado palpando las paredes para atravesar el salón y llegar al gabinete, cuya puerta estaba entornada; su mano tropezó con una nariz en las tinieblas, oyó un grito de mujerestaba seguroy sintió ruido de sillas y pasos apagados en la alfombra.

Salió del comedor; entró en su gabinete; abrió el balcón, apoyó los codos en el hierro y la cabeza en las manos.

Justamente el día en que se le puso en la cabeza hablarles del asunto, tenían ellos concertada una cena con Zulma y compañeras no mártires en el más calentito y retirado gabinete de Brébant.

Sólo tenían arreglados, y no enteramente, el comedor, un gabinete y su alcoba.

Pero en el gabinete no había chimenea y allí .

Quiso después ir á buscar al gabinete un par de butacas, pero Maximina le dijo: Trae para ti solamente...

Está en el gabinete con mamá.

Señorita, que haga el favor de ir al gabinete en seguida, dice su mamámanifestó al tornar.

Algunas veces, cuando aquél le dirigía la palabra, no contestaba, fingiéndose distraída; otras veces, si iba á entrar en el gabinete y estaba él allí leyendo un periódico, daba la vuelta rápidamente.

Formaban, cierta tarde, tertulia Julia, Miguel y Maximina con el forastero, en el gabinete de la brigadiera.

Permaneció un momento pensativa, y levantándose salió del gabinete.

¡Á que ! Un día, entrando por la puerta de la alcoba en el gabinete, vió que se estaba mirando en el espejo del armario.

Después de emplear una hora en disfrazarse, untándose la cara con bermellón, alborotándose los cabellos, ensuciándose las manos, etc., etc., se fué nuestro revolucionario con la cuba al hombro hasta el gabinete, y se plantó delante del armario de espejo.

Como en las casas cursis, tendremos sala y gabinete decentemente amueblados, y lo demás ¿qué importa?

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