81 oraciones de ejemplo con gnomo

El encargado del establecimiento le saludaba familiar y respetuoso, como á un parroquiano conocidísimo; las mujeres admiraban de lejos las joyas de Elena; un groom diminuto como un gnomo se llevaba la rica capa de pieles de la señora, que esparcía un perfume de jardín de ensueño.

Hasta aquí se había tratado a Marner casi como si fuera un gnomo o un brujo útil, como si fuera un ser extravagante e incomprensible que no era posible mirar sin una mezcla de sorpresa o de aversión.

El paje del hada, que era un gnomo, salió del seno de la tierra, cargó en las espaldas con los tejidos de Lita, y desapareció... El hada hizo entonces unos garabatos en el aire con su varita mágica, diciendo a su ahijada: Y porque eres buena, te curo ahora para siempre.

Don Diego la miraba con complacencia cuando estrechaba entre sus brazos a aquel pequeño gnomo bronceado.

No parece sino que{92-1} bajada á descansarsi es que esa laboriosa é incansable colectora de miel busca jamás descanso,se ha posado sobre un tallo, y ha quedado adherida al reino vejetal, por hechizo de algún maléfico gnomo.

Tiene además la de ser incultivable; todos los ensayos que se han hecho con este fin han sido infructuosos, lo que nos confirma en nuestro primer aserto de que este fenómeno es un hechizo del maligno gnomo de aquel rojo arenal.

Sintió deseos de retirarse sin esperar la respuesta del gnomo, pero éste contestaba ya, balbuceando: Príncipe... ¡tal cantidad!...

Mediavilla, que había escuchado con sonrisa burlona la disertación de su fámulo, exclamó: Ya ve usted que el amigo Morlesín habla de las cosas que pasan ahí dentro como si fuese un gnomo testigo de todas las operaciones misteriosas de la madre Naturaleza.

El mismo Silver se me figuraba ya menos terrible comparándolo con aquella extravagante criatura, especie de gnomo de la montaña, y así fué que, sin más vacilaciones le volví la espalda, no sin volverme azoradamente para verle sobre el hombro, y comencé á correr de nuevo, esta vez en dirección de los botes.

El gnomo hechicero acababa de levantarse; iba vestido de encarnado, como el Mefistófeles de Fausto, y después de dar una cabriola en el aire, empezó a describir con su mano izquierda movimientos cabalísticos y a pronunciar palabras en un idioma desconocido.

De pronto reapareció el gnomo con su luenga barba gris, su caperucita roja y una linterna en la mano.

Ocultos también están los que canta la boca del eclesiástico gnomo «preciosos cabellos y vestidura de la Santísima Virgen; lienzos humedecidos con la leche de la misma Madre de Dios.

El señor Benolié se quedó tan asombrado, que creo que si le hubiera dicho que yo no era un hombre, sino un trasgo o un gnomo, no hubiera tenido tanto asombro.

» Luego cuenta el gnomo más viejo la creación del verdadero primer rubí.

hu... como un buen gnomo que soplara en un caracol, y arrastra por el suelo briznas de hierba y de helecho seco.

Ilustración] [Ilustración] EL GNOMO I Las muchachas del lugar volvían de la fuente con sus cántaros en la cabeza; volvían cantando y riendo con un ruido y una algazara que sólo pudieran compararse á la alegre algarabía de una banda de golondrinas cuando revolotean espesas como el granizo alrededor de la veleta de un campanario.

* * * * * Callaron el viento y el agua, y apareció el gnomo.

El gnomo era como un hombrecillo transparente: una especie de enano de luz, semejante á un fuego fatuo, que se reía á carcajadas, sin ruido, y saltaba de peña en peña, y mareaba con su vertiginosa movilidad.

Marta vió al gnomo y le estuvo siguiendo con la vista extraviada en todas sus extravagantes evoluciones; y cuando el diabólico espíritu se lanzó al fin por entre las escabrosidades del Moncayo, como una llama que corre, agitando su cabellera de chispas, sintió una especie de atracción irresistible y siguió tras él con una carrera frenética.

Lo inmutable, lo eterno es la voluntad de vivir, que trabaja oculta en los antros más profundos de las almas, como un gnomo prodigioso, que produce maravillas y opera milagros, escondido en las concavidades misteriosas de la tierra.

El gnomo guardador del volcán nos sale al paso para que sigamos una dirección opuesta.

Pero el gnomo terrible, guardián de este lugar, no puede perder tiempo, necesita espacio para los otros cadáveres que van llegando, y cuando ve que una hoguera agonizante no puede dar más fuego, echa al río el montón de cenizas.

El gnomo, ayudado por unos cuantos hombres de dicho séquito, empieza á preparar la pira.

El horrible gnomo ha puesto una antorcha en sus manos y le indica lo que debe hacer, con la suficiencia de un sacristán que asiste á un entierro de primera clase en las iglesias de Europa.

¿Para qué seguir contemplando la cremación de los otros?... ¡Adiós, madre calcutana, pequeña como una niña, que nunca conocimos y recordaremos siempre! El gnomo, que sabe calcular el curso de las incineraciones, ha abandonado esta pira, juzgando inútil su presencia, y se ocupa en levantar otra, discutiendo con los acompañantes del difunto sobre la clase y el precio de la leña.

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