55 oraciones de ejemplo con restaurante

Apartada de él, sobre un poco de rescoldo y en una trébede se aparecía una olla, exhalando a través de la rota y agujereada tapadera espesos y olorosos vapores, con no qué de restaurante, lo cual produjo en las narices de don Paco sensación muy grata, porque con tanto andar se le había bajado a los pies el almuerzo.

Esperaban que terminase el lance en reconciliación, y ya que no en almuerzo, porque la cena estaba reciente y no tenían gana, en otra nueva cena aquella noche en el mejor restaurante de Río de Janeiro.

El restaurante del Lorotenía un magnífico y odioso loro disecado pendiente del techopresentaba «las mismas condiciones de economía y pulcritud».

Cualquiera que sea su potencia tónica y restaurante, está contraindicado en las convalecencias de toda enfermedad grave, en la que no ha habido pérdidas humorales debilitantes.

No hay más remedio que recurrir al restaurante...» etcétera, etcétera.

¡Tan hermosa y robusta parecía...! EL JUEZ.¡Evidentemente, usted se dejó engañar por las apariencias...! ELOY.Fuimos a comer al restaurante Duval para acabar nuestra conversación; el miserable Chabornac me hacía beber, mientras que yo multiplicaba los sabios consejos a la rapaza; ésta estaba sentada a mi lado; me contemplaba con sus grandes ojos y murmuraba: «¡Qué bien habla usted...! Habla como mi confesor.

Esta composicion es restaurante y sana, pero es estimulante y no conviene á los temperamentos nerviosos, á los estómagos irritables ni á las personas ardientes.

Esta sopa es bastante restaurante, pero muy estimulante, que no se acomoda con todos los estómagos, y que por lo tanto no debe darse á los niños y convalecientes, ni á los estómagos irritados, á los temperamentos sanguíneos, á las personas muy nerviosas, ni á las que son restriñidas.

Baselga contestó a la charla de Avellaneda, prometiendo que al día siguiente, por la noche, iría a visitar a sus nuevos amigos, y después de oprimir con alguna expresión la temblorosa mano de María, saludó a don Ricardo y al señor García, que, como de costumbre, se quedaba allí a comer, y fué a hacer lo mismo en su restaurante de la plaza de Saint-Michel.

Cuando en aquella tarde el señor García, después de hacer repetir a la joven varias veces su deseo de entrar en un convento, salió de la casa para comer en un modesto restaurante, iba muy alegre y caminaba con la viveza de un joven.

Quiso detenerlo Alvarez invitándole a que comiese con él para solemnizar su extraño reconocimiento, pero el joven se excusó, alegando que Agramunt le esperaba ya a aquellas horas a la puerta del restaurante, y que era hombre capaz de no entrar a comer mientras él no llegase.

Cuando llegó al restaurante encontró a Agramunt sentado ya a la mesa y hablando amigablemente con un grupo de estudiantes que comían en la mesa inmediata.

Zarzoso dió a su amigo medio luis, y ambos, encendiendo sus cigarros en el mechero del mostrador, salieron del restaurante.

Entraron en el mejor restaurante del bulevard Saint-Michel, un establecimiento serio, en el que no dejó de causar cierto escándalo el subversivo aspecto de Judith, la cual, sin fijarse en el efecto que causaba, hizo toda clase de habilidades para llamar la atención de los parroquianos y de la servidumbre.

Era Agramunt, que acababa de dejar en la calle del Sena al desconsolado criado de don Esteban y que volvía al hotel a despojarse de su traje negro de ceremonia antes de ir al restaurante.

LOS HOMBRES DE LA CONSPIRACIÓN DEL TRIÁNGULO HABLA LEGUÍA En el tiempo a que me refiero, el restaurante del Rocher de Cancale era muy célebre en París.

Voilà les Anglais! De la Zecca, asciendo en el funicular entre viñas y casitas, al Righi, un restaurante situado en lo más alto del monte, al norte de la ciudad.

De los zaguanes, de la confitería, del restaurante, de todas partes salen gentes á comprar el periódico.

Lo encontré, al antiguo dandy, en la cama; esperé a que se vistiera, y fuimos a almorzar al Rocher de Cancale, restaurante que entonces tenía mucha fama.

Salimos Valdés y yo del hotel y fuimos a un pequeño restaurante de la calle del Bac, donde comimos muy bien.

Nos despedimos Valdés y yo y nos citamos para el día siguiente, a la hora de comer, en el restaurante de la calle del Bac.

Me dijo que no tenía un cuarto, que no podía devolverme lo que le había prestado, pero que me llevaría a comer a un restaurante donde a él le fiaban y, probablemente, me fiarían a .

Yo suelo comer en un restaurante muy malo.

En corrillos de café y paliques de restaurante, de mesa a mesa, corrían las más exageradas historias; hablábase de resistencias armadas, de luchas entre obreros y soldados, de muertos...

Aquel cobertizo es improvisado restaurante, y en él familias enteras de la clase submediaobreros, menestrales, cigarrerillas y gente de juerga, mozuelas y galancetes, sentados en torno de las mesas, comen con incitador apetito.

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