52 oraciones de ejemplo con tez morena

El hombre tiene por lo comun la tez morena, el ojo vivo y penetrante, las facciones angulosas, las líneas fuertemente marcadas, el cabello negro, laso y abundante, la voz ruidosa y libre.

Hemos hablado á una Señora de tez morena, cabeza hermosa y ojos inteligentes.

Y cuando por las tardes el sol desmaya sobre olas de esmeralda su frente roja, niñas de tez morena van a la playa a recoger las conchas que el mar arroja.

Al mirar su tez morena, siento la embriaguez sagrada que produce la ternura, y en mi deliquio la veo como lánguida sirena cuando en la paz de los mares tristes canciones murmura.

Su padre, sin duda, revivía en él, y por esto no podía aspirar el vaho de una cocina sin estremecimientos voluptuosos, ni ver a una muchachota de tez morena, brazo musculoso y robustas posaderas sin sentir que la sangre afluía rápida a su corazón, como si se viera ante el ideal realizado.

La cara era desagradable, la boca grande y muy separada de la nariz corva y chica; la frente espaciosa, pero sin nobleza; el cuerpo fornido, las manos largas, negras y poco familiarizadas con el jabón; la tez morena, áspera y aceitosa.

Swarthiness, n. [swórzines] Tez morena.

Era alto, seco, nervioso, de mirada inteligente y dura, y de tez morena oscurecida por el paño de la mal rapada barba.

Era hombre en apariencia joven todavía, aunque había ya cumplido los cuarenta años; bastante alto; la tez morena, la fisonomía agradable, palabra grave y andar lento, con cierta dejadez, y en todo su aspecto cierta severidad elegante.

Era un caballero alto, fornido, de unos cuarenta años de edad, la tez morena, los ojos negros, los cabellos crespos y comenzando a blanquear; fisonomía abierta y simpática.

Pocos minutos después saltaban ladrando en la glorieta dos perros de caza y detrás de ellos una gallarda joven de tez morena, cabellos negros ensortijados que apretaba una gorrilla rusa de piel, pecho exuberante, amplias caderas ceñidas por una falda corta de color gris, calzada con botas altas y llevando colgada del hombro una primorosa carabina.

La luz difusa del alba, daba un tono azulado a su tez morena; hacía brillar con reflejos de nácar la blancura de sus córneas y marcaba con huella profunda la sombra de sus ojeras.

En fin, ya está en la arena... Mata al toro por , amor míole grita una andaluza de tez morena y de dientes de esmalte.

Mario era un joven delgado, no muy correcto de facciones, los labios y la nariz grandes, los ojos pequeños y vivos, el cabello negro, crespo y ondeado, la tez morena.

Tendría el presbítero unos treinta y cuatro o treinta y seis años de edad, de tez morena acentuada, ojos grandes y negros y manos velludas.

No pasaría de los treinta años y era mujer hermosa como pocas, de arrogante figura, alta, mórbida, de tez morena, nariz aguileña, labios gruesos y ojos negros y grandes, tal vez demasiado grandes.

»Pálido, delgado, la tez morena, la frente arrugada, Teobaldo, que apenas contaba veinte años, parecía rayar ya en los cuarenta; pero en cambio era de los hombres más instruidos de Italia en historia y en teología, y conocía a la perfección muchas lenguas.

Es agraciada y simpática más que hermosa; la tez morena, los ojos rasgados y negros, lo más bonito de su rostro; la boca un poco grande, pero fresca con dentadura admirable.

Era una joven de tez morena y no desprovista de gracia.

Era un hombre todavía joven, con el cuidado vigor que proporciona una vida de ejercicios físicos: alto, membrudo y esbelto, la tez morena, grandes ojos grises y el rostro largo, completamente afeitado.

Era un hombre obeso, casi cuadrado, de tez morena y lustrosa, bigote negro y unos ojos algo oblicuos, de fijeza agresiva, que recordaban los del jabalí.

Era hombre que pasaba un poco de los cuarenta, fuerte y sano como suelen ser los que no han llevado una juventud borrascosa: la tez morena, el pelo crespo, el bigote largo y comenzando a ponerse gris.

Sus cabellos ondulados, su tez morena sonrosada, la franqueza y lealtad que se pintaba en sus grandes ojos negros, la resolución de sus ademanes y la graciosa impetuosidad de su genio, todo evocaba la figura inolvidable de aquella desgraciada amiga que tanto habíamos amado.

La regente, rígida, miraba á la multitud con indiferencia, y sólo en los ojos de la infanta, de tez morena, había un relámpago de vida y de alegría.

Era hombre que pasaba un poco de los cuarenta, fuerte y sano como suelen ser los que no han llevado una juventud borrascosa: la tez morena, el pelo crespo, el bigote largo y comenzando a ponerse gris.

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