77 oraciones de ejemplo con ¡basta!

¡Basta! ¡Basta!gritó un indiano que había estado en California.

Al entrar en el comedor, exclamó, deteniéndose y separándose de : ¡Basta! ¡Basta! ¡Eres atroz! Ni de muchacha, hice yo esto....

Al entrar en el comedor, exclamó, deteniéndose y separándose de : ¡Basta! ¡Basta! ¡Eres atroz! Ni de muchacha, hice yo esto....

¡Calla, Crispín! ¡Basta! No puedo consentir que mi amor se trate como mercancía.

Le digo a su merced, mi amo, que es muy dificultoso, apresuróse Aponte a explicar, notando que don Cándido montaba en cólera; porque primeramente yo llevé el niño Leonardito a Santa Catarina, dispués lo llevé al muelle de Luz, dispués lo estuve esperando en el muelle de Luz hasta las doce de la noche, dispués lo llevé otra vuelta a Santa Catarina, dispués... ¡Basta! dijo doña Rosa enojada.

¡Basta! No blasfemes.

Me gusta mucho recitar continuamente y con el pensamiento puesto en Dios, desde las arboledas de Milly, bajo la sombra de la casa que ha visto nacer a todos mis queridos hijos, este versículo de los Salmos: «Señor, ya que habéis sido mi tranquilidad y mi esperanza en los días de mi juventud, ¡no me dejéis abandonado, en los de mi vejez! ¡Cuando las fuerzas me faltan, no me retiréis vuestra diestra mano!» ¡Basta! ¡basta!...

Me gusta mucho recitar continuamente y con el pensamiento puesto en Dios, desde las arboledas de Milly, bajo la sombra de la casa que ha visto nacer a todos mis queridos hijos, este versículo de los Salmos: «Señor, ya que habéis sido mi tranquilidad y mi esperanza en los días de mi juventud, ¡no me dejéis abandonado, en los de mi vejez! ¡Cuando las fuerzas me faltan, no me retiréis vuestra diestra mano!» ¡Basta! ¡basta!...

¿Pero no sabes quién es, ? , cómo se llama y de qué familia es y... ¡Basta! ¿Qué te parece? Que es un buen partido para Rosa y que se querrán.

Las otras entrevistas serían más breves, pero en ésta, en la primera, había que apurar la novedad, el placer de verse de cerca, de hablarse con las bocas casi pegadas, de estremecerse con rápidos contactos hasta que el alma, ahita de efluvios amorosos, gritase: ¡basta! No sabían ellos que este instante de fastidio nunca llegaría en aquella noche.

Ruperto, más bien que arrodillarse se dejó caer al sentir el peso de aquella mano de hierro, y se arrastró hasta los pies de la joven, murmurando con voz tímida: ¡Perdón! ¡Perdón! ¡Basta! dijo entonces el Jaguar con terrible acento; levántate y da gracias a Dios porque todavía esta vez te has librado de mi venganza.

¡Basta! repuso el Desollador interrumpiéndole con rudeza; piensa en ti que tus enemigos llegan.

) ¡¡Basta!! ¡Que ya el furor me domina! MAGDALENA ¡Cielos! MENDO ¡Mujer asesina, baldón de tu infame casta, a quien mi pecho abomina!... ¡Mírame bien!...

Pero, Eugenia, Eugenia... ¡Basta! Y sin más mirarle,

Hidalgo, os deslumbra tal vez... ¡Basta, pérfido astrólogo! gritó fuera de el irritado hidalgo: ¡basta! Doncel, respetemos este lugar; pero en otra parte tengo que hablaros: salgamos.

¡Señor! clamó prosternándose con los brazos abiertos y dirigidos en actitud suplicante hácia el mirador de su alteza, ¡basta! quiero ser antes calumniadora.

Ya lo sabes; pero yo no he dicho lo que he dicho... ¡Olvídalo! ¿Olvidarlo? ¡Bueno, guárdatelo, y como si no lo hubieses oído! Lo callaré... ¡Cállatelo a ti misma! Me lo callaré; pero... ¡Basta! Pero, por Dios, Alejandro, déjame un momento, un momento siquiera... ¿Me quieres por , por , y aunque fuese de otro, o por ser yo cosa tuya?

¡Mira cómo te sonrie! ¡Basta! (gritó al fin Manuel con desgarrador acento, abriendo los brazos y tirando la cabeza atras.

De Córcega, de Murcia, de los Algarbes, de Algeciras... ¡Basta! ¡Basta! De Gibraltar, duque de Atenas y de Neopatria; conde de Barcelona, señor de Vizcaya... ¡Socorro! ¡Socorro!gritó la presidenta.

¡Vamos! ¡Basta!, todo está perdonado.

Claro que he hecho mal en matar a la vieja... pero, en fin, ¡basta! Raskolnikoff no tenía ya fuerzas, y bajó la cabeza como agobiado.

¡Basta! ¡Basta!gritaron algunas voces.

¡Basta! ¡Callensé la boca! ¡Aquí mando yo, caray!

Bueno; ¡no hablemos más! Ya sabés que hiciste mal en jugar, y... ¡basta! Silvestre lo miraba boquiabierto, alelado, con una sorpresa indecible.

LUCRECIA.¡Basta! ¡Basta! MAFFIO.¿Quieres saber su nombre, Genaro? LUCRECIA.¡Perdón! ¡Perdón, señores! MAFFIO.Genaro, ¿quieres saber su nombre?

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