36 Verbos a usar para la palabra sofá

, obedeciendo á su mandato, había colocado un sofá junto á la cama, y en él trataba de descansar también.

Se levantó bruscamente del sofá y principió a dar vueltas por la estancia, presa de una agitación sorprendente en quien tantos millones poseía.

«¡, sucumbir!», gritó todo dentro de ella; y desvanecida, buscó a tientas el sofá de damasco y sobre él, tendida, medio desnuda, lloró, lloró sin saber cuánto tiempo.

Caifás, después de encender luz, guió á su amigo por estrecho carrejo á una pieza no pequeña ocupada por varios muebles, descollando entre ellos un inválido sofá de paja de Vitoria.

Si no, ¿qué pasaría? Monsalvat la había llevado a un sofá próximo, y allí hablaban ahora.

Nucha, de repente, se incorporaba lanzando un chillido, y corría al sofá, donde se reclinaba lanzando interrumpidas carcajadas histéricas, que sonaban a llanto.

Golfín se dirigió al sofá, y aproximando su cara observó la de la Nela.

En la planta baja, en una vasta habitación, amurallada de libros, distinguimos los consabidos muebles de estrado; el grave sofá, como un ministro, en medio de los dos sillones acólitos.

La claridad que bañó la habitación, una vez abiertas las maderas de la ventana, permitió a Nucha distinguir al fin el sofá de repis azul, los dos sillones haciendo juego, el velador de caoba, la alfombra tendida a los pies del sofá y que representaba un ferocísimo tigre de Bengala, color de canela fina.

Entonces se resigna, toma un buen vaso de vino de Hungría y se echa sobre el sofá para descansar.

Y, por su parte, encaminose al sofá.

Raskolnikoff encontró en sus antiguos puestos las sillas, el espejo, el sofá amarillo y los cuadros.

Las hembras, vestidas de blanco, convertidas (por sus vestidos) en símbolos de la pureza y de la castidad, engalanan el sofá de la derecha, inmediato á la puerta de entrada, mientras que los varones van á ocupar el otro sofá de la izquierda, frente por frente del sofá de las damas.

«Vamos, no es tanto—se dijo, estirando el cuello para verse en un espejo que frontero al sofá pendía de la pared, con inclinación hacia adelante, como haciendo una cortesía,—no es tanto... Lo que digo..., llevo muy bien mi edad, y si yo me perfilara, daría quince y raya á más de cuatro mequetrefes que no tienen más que la estampa.

Como Beatriz no le contestase y siguiese llorando, Inesita se inclinó sobre el sofá en que estaba echada Beatriz, y volvió a hacerle las mismas preguntas, acompañadas de besos y caricias.

No toméis cariño ni á vuestra cama, ni á vuestro sillón, ni á vuestro escritorio: no intiméis con el sofá ni con las sillas: no contéis vuestros pesares al espejo: no selléis con vuestra sangre ningún bronce: no derraméis lágrimas sobre ningún mármol! ¡No améis nada en Madrid! ¡Nada!! (entiéndase siempre que hablo de objetos inanimados).

¿Por qué no me respondes?¡Estás mala!¡Jesús, Dios mío! ¡Rosa! ¡Ve corriendo y llama al doctor Sánchez! ¡Mi mamá se muere!¡Ven! ¡Espera! Ayúdame a llevarla al sofá de la sala...¿No ves que se está cayendo?¡Pobre Madre mía! ¡Madre de mi alma! ¿Qué tienes, que no puedes andar?

El montañés tenía los párpados entornados, la mirada vagabunda por los rincones del aposento, repasando, probablemente sin verlas, las molduras barrocas de la cama, las pinturas del biombo, los remates de época del Imperio que lucía el vetusto sofá.

Al cabo de un momento, Julia, metiéndole la boca por el oído, le dijo muy quedo: Mira, vamos a sentarnos al sofá y podremos hablar lo qué queramos... Lo haremos con disimulo; aguarda un poco.

Las hembras, vestidas de blanco, convertidas (por sus vestidos) en símbolos de la pureza y de la castidad, engalanan el sofá de la derecha, inmediato á la puerta de entrada, mientras que los varones van á ocupar el otro sofá de la izquierda, frente por frente del sofá de las damas.

Una coincidenciarespondió, como era de presumir; y al ver que yo sonreía, me ofreció con un ademán el sofá bordado, en cuyos cogines una bandada de grullas blancas con patitas rosa volaba sobre un cañaveral de oro, nacido en fantástica laguna: se sentó él en una silla de bambú, y rápidamente, entrecortando la narración con agitados movimientos, me refirió su coincidencia del número fatídico.

Se quedó él caviloso, mirando sin ver hacia los dos novios que continuaban con las caras pegadas al sofá, según la expresión de Adriana, y ni siquiera habían advertido la repentina y bulliciosa invasión.

No pasa día sin que el amo traiga algo nuevo; y lo va poniendo allí con un cuidado... ¡Y qué sofá, qué sillas de seda ha puesto en el tal cuarto!

Si no quieres un sofá, te echarás en el catre... Al menos estarás con nosotros; irá Zosimoff...

Vio la cama levantada, tiesa, muda, fresca, sin un pliegue; salió de la alcoba; en el despacho reparó el sofá de reps azul, las butacas, las correctas filas de libros amontonados sobre sillas y tablas por todas partes; se fijó en el orden de la mesa, en el del sillón, en el de las sillas.

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